La oscuridad envolvía la ciudad cuando Fleur regresó al hospital. Con sigilo, abrió la puerta de su habitación y se deslizó dentro. El cansancio la invadió de inmediato y se desplomó en la cama, dejándose llevar por un profundo sueño.
Al día siguiente, un aroma irresistible la despertó. El dulce perfume del café se mezclaba con el aroma a huevos recién hechos, una tentación irresistible para su estómago vacío. Se levantó de la cama, sus pies descalzos tocando el frío suelo de la habitación, y se dirigió hacia la fuente de ese delicioso aroma.
Un desayuno digno de un rey. Un pan recién horneado, crujiente por fuera y esponjoso por dentro, esperaba ser cortado. Junto a él, dos huevos fritos con yemas doradas brillaban bajo la luz tenue de la mañana. Una taza humeante de café negro completaba la escena, invitándola a tomar un sorbo reconfortante.Fleur se sentó a la mesa, aún somnolienta pero con una sonrisa en los labios. Un gesto de bondad, una pequeña muestra de cariño, era lo que necesitaba para comenzar el día con ánimo. Tomó un sorbo de café caliente, saboreando su sabor amargo y reconfortante. Luego, cortó un trozo de pan y lo untó con mantequilla, sintiendo su textura suave deshacerse en su boca. Los huevos fritos, perfectamente cocidos, aportaron un toque de sabor y proteína a su desayuno.
Mientras comía, no pudo evitar pensar en quién le había preparado este delicioso regalo y Con el estómago lleno y el corazón agradecido, Fleur se dirigió a su habitación , Fleur dejó escapar un suspiro mientras cerraba la pequeña libreta. La tinta fresca aún manchaba sus dedos, plasmando en el papel los recuerdos que su abuelo Felipe le había compartido la noche anterior. Historias de un pasado lejano, de una época en la que la magia era tan real como el aire que respiraban.
Con los pies descalzos sobre la fría madera del suelo, Fleur se levantó de la cama. Sus ojos inquisitivos recorrieron la habitación, buscando cualquier pista que pudiera revelar más sobre el pasado de su familia. Su tío, su padre, su abuelo… todos ellos parecían guardar secretos que ella anhelaba descubrir.
Y Mientras exploraba las habitaciones polvorientas, se sintió atraída por una mesita de noche en la esquina. Al acercarse, descubrió una torre de periódicos amarillentos, cada uno con una fotografía de su padre, Alberto Nicolli. Intrigada, tomó uno de los periódicos y leyó el titular que la dejó atónita:
“El Joven Alberto Nicolli Confinado en Aislamiento por su Padre Cruel”
Las palabras resonaron en la mente de Fleur como un trueno. Nunca antes había escuchado tales acusaciones contra su padre , un hombre serio y a menudo violento, pero que siempre había sido su pilar de fuerza. La imagen del padre que ella conocía se desmoronaba ante sus ojos, reemplazada por un misterio inquietante. Jamás le había contado sobre su pasado, y ahora, las piezas del rompecabezas que nunca supo que faltaban comenzaban a caer en su lugar.
Fleur se aferró al borde de la mesa, Sus ojos se posaron en la foto enmarcada de su padre, tomada cuando era un joven apuesto y sonriente. La imagen parecía burlarse de ella ahora, una farsa cruel que ocultaba una verdad mucho más oscura.
“¿Por qué?”, susurró Fleur, la voz apenas un eco en la habitación silenciosa. “¿Por qué me lo ocultó?”.
Las preguntas se arremolinaban en su mente, cada una más apremiante que la anterior. ¿Qué había hecho su padre para ser aislado? ¿Cuánto tiempo había estado encerrado? ¿Y por qué nadie le había contado la verdad antes?
La noticia la había golpeado como un puñetazo en el estómago.
Con pasos firmes se dirigió hacia el mostrador de enfermería. “¿Dónde está Alberto Nicolliti?”, preguntó con voz temblorosa. “Está en aislamiento ¡ pero porque ‽
Fleur, con el rostro pálido y los ojos llenos de preocupación, escuchaba con atención. La noticia que acababa de recibir de la enfermera la había dejado atónita.