Enfermera: Lo que pasa, Fleur, es que el joven Alberto es un joven problemático. Es un tipo muy violento, metido en drogas, y el señor Felipe, un señor muy creyente, considera que lo mejor para él es estar en aislamiento.
- Fleur: Pero, ¿por qué? Alberto no es una mala persona , talvez se sentirá solo y quiere la aprobación de su padre
La enfermera soltó un suspiro resignado.
- Enfermera: Lo sé, Fleur, pero el señor Felipe tiene sus razones. Cree que el aislamiento lo ayudará a reflexionar y a encontrar el camino correcto.
Fleur no podía ocultar su desagrado , A pesar de que en el fondo sabía que no era un hombre malvado Alberto era un buen padre, eso no lo podía negar siempre presente y atento a las necesidades de sus hijos. Sin embargo, no podía negar la sombra que oscurecía su figura: la violencia.
Alberto era un hombre de pocas palabras y demostraciones afectivas. Los abrazos, tan comunes y necesarios en la vida familiar, eran esquivos en su caso. Fleur recordaba con cierta nostalgia los pocos abrazos que había recibido de él, siempre torpes e incómodos, como si su cuerpo no supiera cómo expresar ese gesto de cariño.
Pero lo que más perturbaba a Fleur era la violencia que brotaba de él en ocasiones inesperadas. Un comentario fuera de lugar, una mirada desafiante, cualquier cosa podía desencadenar su ira. Gritos, insultos, incluso golpes, eran parte del repertorio de Alberto cuando se enfurecía.
Fleur recordaba con horror un día en que, durante una discusión familiar,En esa ocasión, Alberto, su padre, había lanzado un plato con furia, manchando la mesa y dejando atónitos a todos. Fleur, apenas una niña, quedó marcada por la violencia de ese gesto.
Ahora, en medio de otra discusión, Fleur comprendía la desolación que había vivido su padre en su infancia. La falta de amor y afecto, la ausencia de un abrazo reconfortante, habían convertido su corazón en un recipiente frágil, incapaz de contener las emociones fuertes
Con una mezcla de tristeza y compasión, Fleur se acercó a la enfermera y le pidió de favor visitar a su padre en el aislamiento. El corazón le dolía y Latía con fuerza en su pecho, una mezcla de miedo y determinación. La habitación era pequeña y oscura, con solo una ventana que dejaba entrar un rayo de luz débil. En la esquina más alejada, atado a una cadena de metal oxidada, se encontraba su padre.
Fleur se acercó lentamente, sus pies apenas hacían ruido sobre el suelo de madera crujiente. Su padre levantó la vista hacia ella Fleur se enderezó, con la mirada clavada en la figura imponente de su padre que irrumpía en la penumbra de la sala. Su voz, áspera por la sorpresa y la desconfianza, rasgó el silencio como un trueno.
“¿Qué haces aquí?”, preguntó Fleur , La mirada de su padre, una mezcla de súplica y desesperación recorrió el rostro de su hija Fleur buscando un atisbo de esperanza. Ella, con una mezcla de lástima y confusión, lo observaba en silencio.
Fleur: ¿por qué dices que estás encerrado aquí?
Alberto: Por favor, escúchame. Mi padre, me trajo aquí con engaños ¡Ayúdame a salir de aquí!
Fleur se quedó atónita. Su padre, el hombre poderoso e imponente que siempre había conocido, ahora estaba frente a ella vulnerable y derrotado. La historia sonaba descabellada, pero la angustia en sus ojos era innegable.
- Fleur: Pero, ¿por qué? ¿Qué ha pasado?
- Alberto Nicolliti: mi padre está obsesionado con las apariencias , yo sé que no soy una santa paloma y que cometido errores .