La verdad oculta

La verdad oculta

Por: Camila Castaneda

Capitulo 20

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Las horas pasaban lentamente, cada minuto se sentía eterno . Fleur repasaba una y otra vez las palabras del médico en su mente: “aún faltan algunos exámenes” delicados

Cerro sus ojos , tratando de calmarse . Se imagino a su padre en la habitación, durmiendo tranquilamente, respirando con normalidad. Le enviaba una oleada de amor y sanación deseando con todas sus fuerzas que se recupere pronto

El doctor se paro frente a Fleur , sosteniendo los resultados médicos en su mano , su rostro era serio con expresión de preocupación . Y un escalofrío le recorrió la espalda mientras se preparaba para una noticia fuerte .

- Doctor: la enfermedad que tiene tu padre se llama miocardiopatía es que es un músculo cardíaco que debilita el corazón y dificulta su bombardeo de sangre esto puede provocar los desmayos

Las palabras del doctor se quedaron en el aire . Fleur no sabía ni como reaccionar con tremenda noticia , le costaba procesar la información. Su mente se negaba a aceptar que su padre podría estar enfermo . Y las imágenes de su infancia la invadieron auque fue dura el estaba ahí presente. Y un nudo de angustia se formó en su garganta ¡ Que pasara ahora ‽ Mil preguntas se le venían a la mente y si poder responder. Y tantas preguntas le atormentaron en ese instante

Fleur se despidió del doctor con el corazón apesadumbrado. Abrió la puerta sigilosamente y ahí estaba el a postrado en una cama , Fleur se acercó a la cama y lo contempló con ternura. Una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla al ver a su padre tan vulnerable.

Se sentó en la silla junto a la cama y tomó su mano entre las suyas. La mano de su padre era áspera y callosa, marcada por años de trabajo duro. Fleur la apretó con fuerza, sintiendo una oleada de amor y proteccionismo hacia él.

Sabía que el camino que se avecinaba sería difícil, pero estaba decidida a estar a su lado en cada paso. Le daría todo su amor, apoyo y fuerza para enfrentar esta batalla juntos.

Fleur, sintiendo la mirada penetrante de su padre sobre ella, tomó su teléfono con manos temblorosas. La respiración de Alberto se hacía cada vez más agitada, su rostro pálido y demacrado contra la almohada blanca. Sabía que debía actuar rápido, que cada segundo era crucial.

Con dedos apresurados, marcó el número de su madre. El teléfono sonó una vez, dos veces, tres veces… la angustia crecía con cada timbre que no era respondido.

Frustrada, pasó al siguiente contacto: su tío. El mismo resultado. El timbre resonaba en el vacío, amplificando el silencio en la habitación.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal. ¿Y si no podía contactar a nadie? ¿Y si estaba sola para enfrentar esta situación tan aterradora?

No se rendiría. Todavía le quedaba su abuelo. Con una última pizca de esperanza, marcó su número.

Rin Rin . El timbre sonó una vez más, y esta vez, la voz cálida y familiar de su abuelo llenó el espacio.

“Fleur, ¿qué pasa? ¿Estás bien?”, preguntó con preocupación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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