Al llegar a la puerta, Fleur tomó una profunda respiración y la abrió con decisión. Un aroma familiar a pan recién horneado y café caliente la envolvió como un abrazo cálido. Su madre la recibió con una sonrisa triste y un abrazo lleno de amor.
Fleur se sentó en el sofá café de la sala, su mirada fija en el ventanal que dejaba ver el atardecer naranja y violeta. La luz tenue del crepúsculo bañaba la habitación en una calidez reconfortante, pero dentro de ella se arremolinaba una mezcla de emociones: sorpresa, tristeza, incertidumbre.
Su madre, Alejandra, se acercó con pasos lentos y se sentó a su lado, envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante. Sus ojos, llenos de amor y comprensión, la miraron con ternura.
Alejandra: Lo siento, hija, por decirte eso de repente. Tenía que procesar toda la información antes de hablar contigo.
Fleur se paró del sofá con una pesadez que le recorría el cuerpo como una ola helada. Sus ojos, antes brillantes y llenos de vida, ahora se veían empañados por un dolor silencioso. Su mirada se posó en la figura de su mamá quien se encontraba sentada frente a ella, con el rostro pálido y la expresión conmovida.
“No tienes por qué disculparte,” dijo Fleur con una voz quebrada por la emoción. “Entiendo perfectamente que tenías que procesar la información. No es fácil recibir una noticia tan tremenda.”
Alejandra Asintió, sin poder articular palabra. La noticia del repentino fallecimiento de su esposo Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, deslizándose por sus mejillas como gotas de lluvia. Fleur se acercó a ella y la abrazó con fuerza, ofreciéndole un consuelo silencioso.
Fleur se aferró al abrazo de su mamá , buscando refugio en su calidez. En ese momento, no importaba nada más que el dolor que la consumía, la inmensidad de la ausencia que ahora la rodeaba.
Las horas siguientes transcurrieron como una nebulosa. Fleur recibió llamadas y mensajes de condolencia de familiares y amigos, cada uno de ellos un puñal que se clavaba en su corazón. Las palabras de consuelo parecían vacías, incapaces de llenar el vacío que había dejado su padre Alberto
Fleur, estuvo 2 semanas en colombia En ese entorno de tranquilidad, Fleur retomó su pasión por la escritura. Las palabras fluían de su pluma como un río caudaloso, expresando sus emociones más profundas y plasmando en el papel historias que antes solo habitaban en su imaginación.
La naturaleza se convirtió en su confidente y aliada. Cada mañana, Fleur se adentraba en los senderos del bosque, recorriendo caminos serpenteantes que la conducían a cascadas cristalinas y miradores con vistas panorámicas. En la quietud de esos lugares sagrados, encontraba la paz interior que tanto anhelaba.
Las horas que pasaba meditando bajo la sombra de los árboles frondosos le permitieron conectar con su ser interior y sanar las heridas que la afligían. La energía de la naturaleza la llenaba de vitalidad y esperanza, ayudándola a sobrellevar el duelo y a vislumbrar un futuro con nuevos bríos.
Las dos semanas que Fleur pasó en Colombia marcaron un antes y un después en su vida. A su regreso a casa, llevaba consigo un corazón renovado y una mente clara. La experiencia le había permitido transformar el dolor en un proceso de crecimiento personal y redescubrir su pasión por la escritura.
De vuelta en su rutina, Fleur retomó su vida con una nueva perspectiva. La escritura se convirtió en su refugio, un espacio donde podía plasmar sus emociones y experiencias, compartiendo con el mundo su renacimiento interior.