La verdad oculta

La verdad oculta

Por: Camila Castaneda

Capitulo 25

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Fleur, sumida en la pena por la reciente muerte de su padre, buscaba consuelo en la distancia. Colombia, tierra de contrastes vibrantes y exuberante naturaleza, se convirtió en su refugio. Aterrizó en Bogotá, ciudad cosmopolita que la envolvió con su ritmo frenético, pero que no pudo aliviar el dolor que la oprimía.

Sin embargo, en las montañas de Antioquia, Fleur encontró la paz que anhelaba. Se alojó en una pequeña cabaña rodeada de verde, donde la serenidad del bosque la arrullaba y el canto de las aves le brindaba un bálsamo a su alma.

En ese entorno de tranquilidad, Fleur retomó su pasión por la escritura. Las palabras fluían de su pluma como un río caudaloso, expresando sus emociones más profundas y plasmando en el papel historias que antes solo habitaban en su imaginación.

La naturaleza se convirtió en su confidente y aliada. Cada mañana, Fleur se adentraba en los senderos del bosque, recorriendo caminos serpenteantes que la conducían a cascadas cristalinas y miradores con vistas panorámicas. En la quietud de esos lugares sagrados, encontraba la paz interior que tanto anhelaba.

Las horas que pasaba meditando bajo la sombra de los árboles frondosos le permitieron conectar con su ser interior y sanar las heridas que la afligían. La energía de la naturaleza la llenaba de vitalidad y esperanza, ayudándola a sobrellevar el duelo y a vislumbrar un futuro con nuevos bríos.

Las dos semanas que Fleur pasó en Colombia marcaron un antes y un después en su vida. A su regreso a casa, llevaba consigo un corazón renovado y una mente clara. La experiencia le había permitido transformar el dolor en un proceso de crecimiento personal y redescubrir su pasión por la escritura.

De vuelta en su rutina, Fleur retomó su vida con una nueva perspectiva. La escritura se convirtió en su refugio, un espacio donde podía plasmar sus emociones y experiencias, compartiendo con el mundo su renacimiento interior.

De vuelta en su rutina, Fleur retomó su vida con una nueva perspectiva. La escritura se convirtió en su refugio, un espacio donde podía plasmar sus emociones y experiencias, compartiendo con el mundo su renacimiento interior. Siguió trabajando en el hospital y a hornear miles de pasteles y el emprendimiento de pasteles de la casa eran una sensación donde vivía

Sin embargo, Fleur no abandonó su trabajo en el hospital ni su pasión por la pastelería. Al contrario, la escritura le brindó una nueva perspectiva para ambas actividades. En el hospital, encontraba historias conmovedoras en cada paciente y cada familiar, historias que luego plasmaba en sus escritos. Y en la cocina, la creatividad fluía mientras preparaba deliciosos pasteles, decorándolos con la misma pasión con la que escribía sus novelas.

El emprendimiento de pasteles caseros de Fleur, que había iniciado como un pasatiempo para compartir con sus amigos y familiares, comenzó a ganar popularidad. Su talento para la repostería, combinado con su creatividad y su don de conectar con las personas, la convirtieron en la favorita del barrio.

Los pedidos no paraban de llegar, y Fleur se veía cada vez más ocupada entre el hospital, la escritura y la pastelería. Sin embargo, ella disfrutaba cada momento, ya que cada actividad la llenaba de satisfacción y le permitía expresar Su esencia de manera única.

Fleur había encontrado un equilibrio perfecto en su vida. La escritura le brindaba un espacio para la introspección y la creatividad, el trabajo en el hospital le permitía ayudar a los demás y la pastelería le daba la oportunidad de compartir su alegría con las personas a través de sus deliciosas creaciones.

Su historia era un ejemplo de resiliencia y transformación. Había logrado superar el dolor de la pérdida y convertirlo en una fuente de inspiración para su arte y su vida. Fleur era una mujer fuerte, sensible y creativa que había descubierto su verdadero potencial y estaba viviendo una vida plena y significativa.

Fleur atravesó las puertas del hospital y Mientras caminaba por los pasillos, Fleur no pudo evitar notar las miradas curiosas que recibía. Era una jovencita, todavía con la frescura de la adolescencia en su rostro, y su presencia en un lugar tan solemne como un hospital era algo inusual. Sin embargo, ella no se intimidaba. Sabía que tenía algo importante que ofrecer.

Al llegar a la sala de pediatría, Fleur fue recibida por una explosión de colores y risas. Los niños, algunos enfermos y otros simplemente de visita, jugaban y reían sin preocupaciones. Fleur se sintió de inmediato como en casa.

Pronto, Fleur se convirtió en una presencia familiar en el hospital. Los niños la adoraban y la apodaron cariñosamente “la señorita Fleur”. Ella pasaba horas jugando con ellos, contándoles historias y haciéndoles reír. Para muchos de ellos, Fleur era más que una voluntaria, era una amiga, una confidente y un rayo de luz en sus días difíciles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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