La verdad oculta

La verdad oculta

Por: Camila Castaneda

Capitulo 26

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Fleur no solo se limitaba a jugar con los niños. También ayudaba a las enfermeras y a los doctores en todo lo que podía. Repartía medicamentos, acompañaba a los pacientes a sus citas y brindaba apoyo emocional a las familias. Su presencia era una bocanada de aire fresco en un ambiente a menudo tenso y lleno de dolor.

Un día, Fleur conoció a una niña llamada Sofía. Sofía tenía una enfermedad grave y estaba en el hospital a la espera de una cirugía crucial. Fleur se sintió inmediatamente conectada con Sofía y decidió acompañarla en el camino a la sala de operaciones.

Mientras Sofía era preparada para la cirugía, Fleur le tomó la mano y le susurró palabras de aliento. En ese momento, Fleur comprendió que su papel en el hospital era mucho más que simplemente jugar con los niños. Ella era una administradora de esperanza, una luz que guiaba a los demás en los momentos más oscuros de sus vidas. Los meses pasaron y Fleur se convirtió en una parte integral del hospital. Su bondad, su compasión y su alegría contagiosa la habían convertido en un faro de esperanza para todos los que la rodeaban.

Todos eran felices cuando Fleur llegaba pero Los niños eran los que más se percibía , esos niños habían sufriendo mucho , varios niños y niñas tenían enfermedades graves

Los meses transcurrieron y Fleur se convirtió en una parte integral del hospital. Su bondad, su compasión y su alegría contagiosa la habían convertido en un faro de esperanza para todos los que la rodeaban. Los doctores, las enfermeras, los pacientes y sus familiares la adoraban. Ella era como un ángel que recorría los pasillos, llevando consigo consuelo y fortaleza.

Sin embargo, era con los niños con quienes Fleur tenía una conexión especial. Los niños, aquellos pequeños guerreros que luchaban contra enfermedades graves, eran quienes más necesitaban su luz. Ella pasaba horas jugando con ellos, contándoles historias, cantándoles canciones y haciéndoles reír. Su presencia era como un bálsamo mágico que aliviaba su dolor y les devolvía la esperanza de un futuro mejor.

Un día, un nuevo paciente llegó al hospital. Se trataba de Tomás, un niño de 8 años con leucemia. Tomás era un niño introvertido y triste, marcado por la dura realidad de su enfermedad. Al principio, se resistía a la presencia de Fleur, rechazando cualquier interacción con ella. Sin embargo, la perseverancia y el amor de Fleur lograron derribar sus barreras. Poco a poco, Tomás comenzó a abrirse con ella, compartiendo sus miedos, sus sueños y sus anhelos.

Fleur se convirtió en confidente y amiga de Tomás, acompañándolo en cada paso de su tratamiento. Juntos reían, lloraban, jugaban y soñaban con un futuro donde Tomás estuviera sano y feliz. La lucha contra la enfermedad fue larga y ardua, pero gracias al apoyo de Fleur y de todo el equipo médico, Tomás logró vencerla.

Finalmente, después de años de esfuerzo y sacrificio, Fleur logró graduarse como médica. Su corazón rebosaba de alegría al saber que podía cumplir su sueño de ayudar a los demás.

Pero su otro sueño también estaba a punto de hacerse realidad. Con el dinero que había ahorrado trabajando como doctora a medio tiempo, Fleur abrió su propia pastelería. Un pequeño local lleno del aroma a chocolate y azúcar, donde podía crear dulces obras de arte que deleitaban a sus clientes , Fleur dividía su tiempo entre el consultorio y la pastelería. Por las mañanas atendía a sus pacientes, escuchando sus dolencias y brindándoles el mejor tratamiento posible. Por las tardes, se transformaba en una artista de la pastelería, creando pasteles personalizados para cumpleaños, bodas y otras ocasiones especiales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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