LA COLECCIONISTA

LA COLECCIONISTA

Por: Juárez Deysi

El Detective Moreau

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Francia— 2017

Casi eran las tres de la madrugada cuando recibimos una llamada de origen desconocido. Nos informaron sobre un suceso en una vivienda a las afueras de París que había sido escenario de un crimen. Aunque escasos eran los detalles, algo en mi intuición me señalaba que esta vez era especial. Después de seguir tres pistas falsas en los últimos meses, experimenté la certeza de que finalmente daría con la persona conocida como la Coleccionista.

 

Al llegar a la casa, situada en una zona serena rodeada de árboles y con un aspecto abandonado, observamos unas huellas de neumáticos frescas en el camino de entrada como único indicio extraño. La puerta, cerrada aunque no asegurada, se abrió sin dificultad, revelando un interior impecable y organizado que transmitía una inquietante tranquilidad.

 

“Revisen cada centímetro del lugar. No toquen nada sin guantes. Necesito las huellas de esa mujer. Revisen el baño, la recámara… aunque sea un cabello, será suficiente para llevarla tras las rejas de una vez por todas”, ordené, mi voz firme aunque sentía un nudo en el estómago. Había algo en este lugar que me ponía los pelos de punta.

 

Mis oficiales se dispersaron, examinando meticulosamente cada rincón. Vi a Pierre fruncir el ceño mientras exploraba la sala de estar, sus movimientos precisos pero llenos de tensión.

 

“¿Alguna pista por tu lado, Pierre?”, pregunté, tratando de mantener la calma.

 

“Nada todavía, detective. Parece que esta casa ha estado vacía por un tiempo, pero hay algo en el aire que no me gusta”, respondió Pierre, su voz reflejando la tensión del momento.

 

Una inquietud creciente se apoderó de mí mientras recorría con la mirada el lugar. De repente, escuché la voz de Claire Dubois, la única mujer en nuestro grupo, llamándome desde el pasillo. “Jefe, parece que encontramos algo. Creo que debería verlo”.

 

Me dirigí rápidamente hacia Claire, quien me condujo hasta una puerta entreabierta de la que emanaba un olor putrefacto, un hedor tan penetrante que casi podía saborearlo. "No logramos estar más de un minuto. El lugar es repugnante. No puedes verlo sin vomitar", pronunció Claire con cara de desagrado, sus ojos reflejando una mezcla de asco y horror.

 

Mi corazón latía con fuerza mientras me cubría la nariz y la boca con un pañuelo. La adrenalina me impulsaba a bajar las escaleras al sótano, seguido por tres oficiales que lo imitaban. El aire era denso y sofocante, un olor a muerte que parecía envolvernos.

 

Cada paso resonaba en el silencio, y la penumbra del sótano apenas dejaba entrever sombras inquietantes. “Revisen cada rincón, y por Dios, no toquen nada sin guantes”, repetí, más para tranquilizarme a mí mismo que a los demás.

 

“No creo que aún siga aquí, jefe”, dijo uno de los oficiales, señalando un cadáver atado a una silla. “Este parece que ya tiene varios días muerto”.

 

El panorama era desolador y perturbador. Trozos de varios cadáveres yacían bajo sábanas blancas, baldes llenos de sangre y restos humanos esparcidos por el suelo. Mientras analizaba la escalofriante escena, algo no cuadraba en mi persecución. ¿Qué había cambiado en ella? ¿Cómo podía ser tan descuidada o lo había hecho a propósito? El último de sus cadáveres yacía atado a una silla, muerto y sin ojos. Ojos que no fueron hallados por ningún lado de la casa, lo que significaba que aún los conservaba. Era lo que hacía, conservaba los pedazos de sus víctimas. ¿Pero por qué dejar el resto de su colección y los cuerpos?

 

Si bien los cuerpos estaban casi irreconocibles, era posible dar con sus identidades.

Mis sentidos estaban abrumados, pero sabía que debía mantener la compostura. “¿Alguna pista por tu lado, Pierre?”, insistí, mi voz apenas un susurro mientras trataba de procesar la magnitud del horror ante mis ojos.

 

Pierre negó con la cabeza. “Nada, pero este lugar… Algo me dice que hemos estado más cerca de lo que creemos”.

 

“Es ella. Esta vez es ella”, murmuré, mi voz cargada de una determinación feroz. “Revisen cada rincón de esta propiedad, busquen cada pista. No podemos dejar que se escape otra vez”.

Los oficiales y criminalistas estuvieron trabajando en la casa hasta las 10 de la mañana, un esfuerzo exhaustivo y minucioso que reflejaba la seriedad de nuestra misión. Los primeros rayos de sol comenzaban a filtrarse a través de las ventanas polvorientas, arrojando una luz tenue sobre la escena del crimen que habíamos estado desentrañando durante horas. El cansancio se empezaba a notar en los rostros de todos, pero la determinación de capturar a la Coleccionista mantenía nuestra energía y concentración.

 

"Encontramos algunos cabellos en la alfombra del salón, jefe", informó Claire, sosteniendo una pequeña bolsa de evidencias con delicadeza. "Si los analizamos, podríamos estar más cerca de confirmar su presencia aquí".

 

Observé la bolsa con atención, sintiendo una chispa de esperanza. "Buen trabajo, Claire. Estos cabellos podrían ser nuestra clave".

 

Pierre se acercó rápidamente, con un aire de urgencia en su semblante. "Detective, también hallamos algunas huellas en la cocina y el baño. Están siendo analizadas ahora mismo. Las huellas parecen frescas, así que con un poco de suerte, podrían llevarnos directamente a Danella".

 

"Perfecto", respondí, mi mente ya calculando los próximos pasos. "Si podemos identificar esas huellas y compararlas con nuestra base de datos, podríamos tener a Danella tras las rejas en poco tiempo".

 

Mientras observaba la escena una vez más, una inquietud persistente se instalaba en mi mente. ¿Era realmente posible que Danella hubiera dejado todo esto sin un propósito? ¿O había algo más en juego? Cada detalle, cada pista nos acercaba más a la verdad, pero también nos empujaba hacia un abismo de horror que apenas comenzábamos a entender.

 

Pasé por la cocina, donde los oficiales habían encontrado las huellas. Era un espacio impoluto, demasiado limpio, como si alguien hubiera intentado borrar cualquier rastro de su presencia. Pero la limpieza no había sido perfecta. En el fregadero, se veía una ligera mancha de algo oscuro y pegajoso. Sangre, probablemente. Me acerqué para inspeccionar más de cerca.

 

"Detective Moreau, hemos embalado todas las muestras de huellas y cabellos. Las llevaremos al laboratorio de inmediato", anunció uno de los técnicos forenses.

 

"Bien. Asegúrense de que se priorice este caso. Necesitamos resultados rápidos", les dije. Mientras el equipo forense se preparaba para salir, me quedé unos momentos más en la cocina, tratando de absorber cada detalle.

 

De repente, Claire volvió a aparecer, esta vez con una carpeta en la mano. "Jefe, encontré algo más. Un cuaderno con anotaciones. Parece que es de Danella. Habla sobre sus planes, pero también menciona algo sobre 'el próximo paso' y 'el imitador'".

 

Mi corazón se aceleró. Esto era más de lo que habíamos tenido en meses. "Déjame verlo", dije, tomando la carpeta y hojeando las páginas con rapidez. Las palabras de Danella eran frías y calculadas, pero también había un rastro de algo más: desesperación.

 

"En los últimos meses hemos notado que sus asesinatos han aumentado y que las partes faltantes en sus víctimas han sido inusuales y repetidas. Si bien era su estilo, había algo que no me convencía del todo, y con esto lo compruebo. Hay un imitador", reflexioné en voz alta.

 

"¿Dice que ella armó todo esto para que sepamos de la existencia de un imitador?", preguntó Claire, su voz llena de asombro.

 

"No, el imitador armó esto para que sepamos de su existencia", respondí con firmeza.

 

"¿Pero por qué?", insistió Claire, su rostro reflejando la confusión y la urgencia del momento.

 

"Porque desea ser importante", respondí, mi voz cargada de una mezcla de asombro y preocupación. El imitador no solo buscaba emular a Danella, sino que también deseaba ser reconocido por sus propios crímenes. Esta revelación añadía una capa de complejidad a nuestro caso, y el peligro aumentaba exponencialmente.

 

"Sigamos trabajando. No dejemos que nada se nos escape. Estamos más cerca que nunca", ordené, sintiendo una mezcla de esperanza y temor. Mientras el sol ascendía en el cielo de París, iluminando las calles con su luz dorada, sabía que estábamos al borde de un descubrimiento crucial. Cada detalle que recopilábamos era una pieza más en el rompecabezas, y aunque el panorama completo aún era un misterio, la figura de Danella Leroy Collard comenzaba a tomar forma.

 

 

 

 

 

 

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