Danella— 1998
Mi padre aceptó la culpa por las muertes de Gustafsson y Massimo, pero siguió negando su participación en la muerte de Kai y su familia, así como en la de mi madre. Moreau pidió que nos llevaran de vuelta a París, donde papá sería juzgado. Sin embargo, esta vez, mi padre no estaba dispuesto a pasar el resto de su vida tras las rejas.
Hizo un trato con Moreau; iba a confesar todo, pero antes quería despedirse de mí, pues sabía que mi destino cercano era un orfanato.
Lo vi sentado detrás de las rejas. A través de los barrotes, mi padre parecía más vulnerable de lo que jamás lo había visto. La frialdad de las celdas contrastaba con la calidez que siempre había sentido en su presencia.
"Danella," dijo con una voz quebrada pero firme, "no eres culpable de nada, que nadie te convenza de lo contrario. Estoy orgulloso de lo que eres, de todo lo que has logrado estos últimos años. No importa lo que digan de mí los agentes o lo que piense el resto del mundo. Tú sabes bien quién soy y lo que hice por darte lo mejor."
Lo seguí mirando fijamente, sin moverme. Mi corazón latía con fuerza, y una mezcla de tristeza y desesperación se apoderaba de mí. En ese momento, mi padre movió su dedo índice alrededor del otro, un gesto que entendí perfectamente. Bajé la mirada un segundo y él sonrió. "Te amo, pequeña. Cumple tu sueño, sé la mejor," continuó sonriendo, y de repente, sangre empezó a brotar de su boca. Mi sonrisa se congeló, y lo seguí mirando mientras los agentes entraban para socorrerlo.
El horror y la impotencia me invadieron. Ver a mi padre, el hombre que siempre había sido mi protector, ahora en un estado tan desesperado, me desgarró por dentro. Moreau me tomó del brazo, arrastrándome afuera, y mis ojos se mantuvieron fijos en él. Apreté las mandíbulas mientras mi padre, ahogándose con su propia sangre, se asfixiaba delante de mí. Su rostro, aunque distorsionado por el dolor, mantenía una mirada fija en mí, una mezcla de advertencia y despedida que solo yo podía entender.
La imagen de la muerte de mi padre quedó grabada en mi mente para siempre. Lo vi sentado en la silla, la mirada desafiante y los labios sellados por su última decisión. La sangre brotaba de su boca, como un recordatorio de sus secretos oscuros, de las verdades enterradas que solo él conocía. Fue un acto de desafío, un último gesto de poder sobre su propia vida, pero también una advertencia silenciosa para mí. En sus ojos moribundos, vi la aceptación de su destino y el legado de oscuridad que dejaba atrás.
Moreau quedó frustrado, pues parecía que mi padre era su más grande caso. Quizás por eso quiso asegurarse de que yo quedase en un lugar conocido, a su libre disposición para ir cuando quisiera. Me llevó al orfanato Sainte-Claire, diciendo que allí estaría a salvo y podría ir a la escuela.
"Podrás ir a la escuela a aprender," me dijo.
"No necesito aprender nada. Lo que enseñan, ya lo sé," respondí, mi voz fría y distante, igual que mi mirada.
"Podrás tener la posibilidad de encontrar otra familia."
"No quiero otra familia."
"¿Extrañas a tus padres?"
Su pregunta iba con trampa, pude ver algo diferente en su mirada, así que cerré los ojos, como ahogando unas lágrimas. "Tuve los mejores padres del mundo, quizás existieron diferencias, pero eso nos hizo ser una familia especial."
"¡Vaya familia!"
"¿Por qué lo dice de esa manera?"
"Tu madre se suicidó tras enterarse de los crímenes de tu padre, pero en realidad lo hizo porque ya no soportaba la presión de ser su esposa. Tu padre aceptó la culpa de dos asesinatos, y aunque no aceptó la culpabilidad de los cuatro crímenes en Jura, sé que es culpable. Pero hay algo más que no termina de convencerme. ¿Qué papel jugabas tú en esa perfecta familia?"
La mirada de Moreau era entendible; mi actitud ante la muerte de papá fue vacía. No podía mostrar emociones auténticas, no después de todo lo que había aprendido a ocultar. Mis sentimientos estaban enterrados bajo capas de mentiras y manipulaciones, y eso era algo que Moreau empezaba a entender.
"Es difícil asimilar que las personas pueden cambiar tras una mala experiencia, pero eso no cambia lo que sentimos en el corazón."
"Te estaré observando de cerca, Danella."
"No lo dudo, detective."
Moreau se inclinó hacia mí, su voz bajando un tono mientras sus ojos se estrechaban. "Siete muertes rodean a tu familia en los últimos cuatro años, Danella. Ahora se suma la de tu padre. No es normal que tantos fallecimientos estén vinculados a una sola persona. ¿No crees?"
Lo miré, manteniendo mi expresión neutral, aunque podía sentir cómo sus palabras intentaban rasgar mis defensas. Sabía que sospechaba de mí, que intentaba manipularme para que mostrara mi verdadero rostro.
"¿Qué estás insinuando, detective?" pregunté, mi voz aún fría, pero con un leve temblor que apenas se notaba.
"No estoy insinuando nada," respondió Moreau. "Solo quiero entender cómo una niña tan joven puede mantenerse tan serena en medio de tanta tragedia. ¿Es porque sabes más de lo que aparentas?"
“Quizas perderá preciados años de su vida, porque aquí no encontrará nada. Todo murió con mi padre”
Moreau suspiró, rascándose la cabeza mientras miraba a otro lado. "Espero que en Sainte-Claire encuentres algo de paz," murmuró, antes de girarse y marcharse, dejándome en la entrada del orfanato, junto a la directora del lugar. Ella parecía hacer oídos sordos a todo lo que oyó. Me sonrió y me guió por el lugar donde pasaría los próximos siete años de mi vida, si es que nadie quería adoptarme.
Para mi edad, era de mente madura y había aprendido a ver a las personas de manera diferente, a analizarlas y ver lo que los demás no podían ver. Me bastaba un solo gesto, mirada o palabra para dar una conclusión final sobre esa persona: en quién podía confiar y manipular, y de quién debía mantener distancia. Muchas miradas sobre mí me siguieron hacia mi habitación.
La directora, una mujer de aspecto severo pero con ojos amables, abrió la puerta de una pequeña habitación. "Esta será tu nueva casa, Danella," dijo con una sonrisa que parecía sincera. "Espero que te sientas cómoda aquí."
"Gracias," respondí, entrando y observando el espacio sencillo pero limpio. Una cama, un escritorio y un armario eran todo el mobiliario que había.
"Si necesitas algo, no dudes en decirlo," añadió la directora antes de cerrar la puerta suavemente detrás de ella.
Me quedé de pie en el centro de la habitación, abrazando mi muñeca de trapo. Sentía las miradas de los otros niños que se habían asomado por las puertas de sus propias habitaciones, curiosos ante la nueva llegada. Sus susurros y murmullos eran como un murmullo lejano para mí.
Estaba sola, pero no indefensa. Había aprendido a sobrevivir y a manipular. Sabía cómo analizar a las personas, descubrir sus debilidades y usarlas a mi favor. Mis ojos recorrieron la habitación una vez más, tomando nota de cada detalle, cada posible escondite, cada punto vulnerable.
"Este será mi hogar por un tiempo," pensé. "Y haré lo necesario para sobrevivir aquí."
Mientras me acomodaba en mi nueva cama, recordé las palabras de Moreau y su mirada llena de sospechas. "Siete muertes," había dicho, y sabía que seguía buscándome. Pero también sabía que era buena escondiendo la verdad, y mientras mantuviera mi fachada, estaría a salvo. Al menos, por ahora.