Danella—1994
Después de los eventos en la cabaña de El Jura, mi padre se encargó de eliminar cualquier rastro de lo ocurrido. Asesinó a los padres de Kai y Dereck, eliminando testigos y asegurando nuestra coartada. Regresamos a la capital, tratando de reanudar nuestras vidas como si nada hubiera pasado. Sin embargo, mamá estaba claramente afectada. Sabía lo que había sucedido y su relación conmigo cambió radicalmente. Empezó a sentir miedo hacia mí, lo cual me hizo sentir más sola que nunca.
Mi padre, intentando mantenerla bajo control, duplicó sus dosis de tranquilizantes. Pero no fue suficiente. Dos días después de regresar, mamá intentó suicidarse cortándose las venas. Papá logró estabilizarla, pero en un descuido, se clavó el bisturí en el cuello frente a mis ojos. Esa mirada de horror, mezclada con un pedido de ayuda que nunca llegó, quedó grabada en mi mente para siempre.
Aunque fue un suicidio, la policía puso sus ojos sobre nosotros, dejándonos expuestos. Semanas después, la ausencia de la familia de Kai resonó en los medios. No pasó mucho tiempo para que la policía diera con su paradero final. Sin decir nada, se dirigieron a El Jura y revisaron nuestra casa. No encontraron nada, pero al revisar los alrededores, encontraron los cuerpos. El terrible asesinato sacudió la ciudad. Todo apuntaba a mi padre. ¿Quién podría sospechar de mí?
"Quiero que tengas esto," me dijo papá aquella vez, entregándome una libreta y una pequeña bolsa de viaje. "Aquí tienes todo lo que necesitas para continuar con tu vida. Recuerda que los errores no existen. Siempre detente un segundo a pensar en por qué y en las consecuencias de ese porqué. Habrá muchas personas que te tenderán la mano. Aprende a reconocerlas, al igual que aquellas que solo utilizarán tu talento para hacer daño."
"¿Yo soy buena?" pregunté, sintiendo una mezcla de confusión y desesperación.
"Lo eres, pero deberás descubrir sola lo que quieres hacer con tu vida."
"Quiero ser tu orgullo," dije con firmeza.
"Estoy orgulloso de ti, pequeña," respondió, mirándome con una mezcla de tristeza y orgullo.
"No quiero que me dejes sola," dije con la voz quebrada.
"No me necesitas. Eres fuerte y, aunque aún no lo tienes claro, sabes razonar mejor que yo."
"¿Qué haré sin ti? Me llevarán a un orfanato, me adoptará otra familia. No me dejarán verte."
"Escúchame, Danella. Tú no hiciste nada, lo que pasó, nadie podrá comprobarlo. Yo quizás permanezca preso de por vida, pero tú estarás libre, cumpliendo tus sueños."
"Ni siquiera sé qué es lo que quiero ser," dije, dejando correr mis lágrimas.
"Serás mejor que yo. ¡Escúchame! Quiero que vivas. Tengo muchos recursos guardados y dinero que puedes usar cuando quieras. Cuando estés lista, dispondrás de él. Oculta muy bien esta libreta, ella es la puerta a tu destino."
Me aferré a la libreta y a la bolsa de viaje como si fueran mi salvavidas en un mar de incertidumbre. Papá me abrazó por última vez, y yo sentí una mezcla de tristeza, miedo y una determinación naciente.
Por la tarde, la policía irrumpió en casa y se lo llevó detenido. Ese fue el primer día en que miré a los ojos al detective Moreau. En ese entonces, era solo un oficial. Me tomó de la mano y me subió a su patrulla, mientras mi padre sonreía subiendo esposado a otra unidad.
"¿Te gusta el chocolate?" preguntó Moreau con una voz amable, intentando romper el hielo. "Será una larga noche y tendremos que hacerte algunas preguntas."
"¿Podré verlo otra vez?" pregunté de manera inocente, con un tono que apenas escondía mi ansiedad.
"Haremos todo lo posible," respondió, intentando ser reconfortante. Pero yo sabía que había muy pocas posibilidades de que eso sucediera pronto.
"Papá no es malo, todo fue un accidente," dije mientras me colocaba el cinturón de seguridad y me aferraba a mi muñeca de trapo.
Estuve en custodia policial algunas horas. Mi cara de inocente y las mentiras perfectas fueron mi mejor cuartada. Papá guardó silencio en el interrogatorio, solo sonreía y decía no saber qué pasó en ese viaje, si la familia de Kai estuvo o no en casa, él no sabía nada. Y, en efecto, no había huellas, ni forcejeo en las muertes.
Moreau estuvo a mi lado. Sin duda, era un hombre con grandes sentimientos, y una niña en medio de un asesinato le estrujaba el corazón. Empecé a analizar a todas las personas a mi alrededor, y Moreau fue el primero. Su manera de mirarme, sus gestos, sus susurros, su interés en protegerme y su estúpida manera de interrogar.
"Quiero que hagas un esfuerzo y recuerdes lo que sucedió la noche en que se suicidó tu madre. Sé que es un día terrible, pero si quieres ayudar a tu padre a probar su inocencia, debes contarme lo que sucedió,” dijo con voz suave, intentando no asustarme.
"Mi madre se suicidó frente a mis ojos,” respondí, dejando correr mis lágrimas. Tuve que describir esa escena mil veces para que corroboraran que mi padre no lo hizo. Aunque repetir la historia tantas veces me resultaba agotador, no podía cambiar nada porque eso realmente ocurrió.
Después de una semana de ardua investigación e interrogatorios tanto para mi padre como para mí, la decisión final fue liberar a mi padre por falta de pruebas. Sin pérdida de tiempo, abandonamos Francia. No fue nada fácil, ya que la policía nos vigilaba, pero gracias a sus contactos, logramos evadirlos y huir sin ser detectados.
Viajamos a Ginebra, en Suiza, donde pudimos establecernos temporalmente. Mi padre inició un arduo trabajo con uno de sus colegas. Yo traté de empaparme más de sus conocimientos, y él estuvo muy preocupado en enseñarme todo lo necesario. Por cuatro años estuvimos en la clandestinidad, con otro nombre y apariencia.
Hasta que conocí a Massimo, un encantador chico, inteligente, de hermosos cabellos rizados y labios grandes y delicados. Estaba obsesionada con el rostro bello de Massimo. Tenía algo que lo hacía diferente a cualquier otro que haya mirado, era único y yo tenía que tenerlo. La imagen del hombre perfecto se revelaba en Massimo, pero aquella nariz pequeña de Kai ahora ya no encajaba en ese rostro. Eso me llenó de coraje. Después de tanto esfuerzo, tenía que deshacerme de ella, así que se la di de comer a los perros. Volví a sentirme vacía, con un hueco enorme en el corazón.
Después de meses de planear cómo apoderarme de su rostro, encontré el día perfecto. Un jueves, cuando mi padre dejó solo el laboratorio, invité a Massimo. Él estaba feliz por conocerlo.
Tras un recorrido por el lugar, le mostré los instrumentos y las maravillas del laboratorio. Entonces, cuando se sintió cómodo y confiado, lo adormecí con una dosis de anestesia. Massimo aún estaba medio consciente cuando lo ayudé a recostarse en la camilla. Le sonreí mientras sus ojos luchaban por mantenerse abiertos, sin comprender del todo lo que estaba sucediendo.
Utilicé una dosis letal de anestesia. Era consciente de la necesidad de asegurar que no sufriera durante el proceso, por motivos prácticos o por una retorcida forma de compasión. Con gran cuidado, asegurándome de que ya no respiraba, comencé mi cometido. La vida de Massimo no me importaba, solo su rostro perfecto. Con cada corte preciso, sentí una mezcla de éxtasis y control. Su sangre corría por mis manos, pero esta vez no había miedo ni vacilación en mi corazón. Era un procedimiento meticuloso, cada movimiento calculado con la precisión que mi padre me había enseñado.
Cuando mi padre regresó, me encontró en medio de un charco de sangre, con el rostro de Massimo en mis manos. Mis ojos se encontraron con los suyos y, por un momento, vi en su mirada una mezcla de orgullo y horror, similar a la que había visto antes. Este era el camino que había elegido, y no había vuelta atrás.
Mi padre, sin decir una palabra, comprendió lo que había sucedido. Sabía que había cruzado una línea irreversible, pero también entendía que esta era la manifestación final de todo lo que me había enseñado.
"Así que lo volviste a hacer y, una vez más, no tuviste precauciones de nada," dijo mi padre entre regañadientes.
"Nadie me vio entrar al lugar. Massimo no tiene familia cercana. Nadie, por un buen tiempo, preguntará por él," dije de manera fría.
"Esta obsesión tuya por cosas insignificantes tiene que terminar. No puedes utilizar ese rostro o esa estúpida nariz de Kai que aún conservas en un frasco," se enfada.
"Me deshice de ella porque no me servía."
"¡Maldita sea! ¿En esto piensas desperdiciar tu talento? ¿En arrancar partes del cuerpo y luego deshacerte de ellas?"
"Es lo que tú haces," respondí, desafiante.
"Yo hago estudios, vendo mis ideas, perfecciono el cuerpo, hago trasplantes y gano lo suficiente para poder dejarte un futuro. Tú solo juegas," gritó, lanzando cosas a su alrededor. "Acabas de matar a otra persona por algo que, de aquí a unos días, semanas o quizás meses, deseches. ¿Qué se supone que haga con este cuerpo? ¡Ah! ¡Responde! Tengo que deshacerme de él."
"Es que era perfecto," le mostré el rostro. "Tú lo sabías, lo dijiste."
"No puedes ir por ahí arrancando partes solo porque te gustan."
"Una sola persona no tiene lo que busco."
"¿Y qué es eso que buscas a tus 11 años?"
"¡No lo sé!" grité. "¡No lo sé!"
Una vez más, mi padre tomó las riendas de mi error y se deshizo del cuerpo. Lo que no sabía es que en ese laboratorio había una cámara de seguridad. Su amigo, el doctor Gustafsson, descubrió mi crimen y confrontó a mi padre, pues también estaba involucrado. Papá lo escuchó y, al final, perdió los papeles y lo asesinó, no sin antes averiguar dónde estaban los videos del laboratorio. Dijo que arreglaría mi error y olvidó uno: su amigo ya había hablado con la policía al respecto. No pasó mucho para que llegaran a su casa y descubrieran el cadáver. Al revisar el laboratorio, encontraron a mi padre. Tras unos días de investigación, el ahora recién ascendido detective Moreau se hizo presente.
¿Por qué tenía que ser el precisamente? Pues, Moreau estaba obsesionado conmigo desde que vio mi caso. Después de que cerraron el caso y descubrió que habíamos abandonado el país, su curiosidad se convirtió en una determinación para investigar más a fondo. Si éramos inocentes, ¿por qué huir? Esta pregunta lo llevó a indagar en el lugar de los hechos y a encontrar el bisturí que pertenecía a mi padre. Luego, escudriñó en lo más profundo de la vida de mi madre, y muchas cosas aparentemente insignificantes lo llevaron a conectar los puntos que sugerían la culpabilidad de mi padre. Aunque aún no había pruebas contundentes, sabía que faltaba poco para llegar a ellas. Esta creciente sospecha lo impulsó a investigar cada vez más, y su presencia en el interrogatorio era solo un paso más en su búsqueda de la verdad.
Aunque el video de seguridad había sido borrado casi en su totalidad, salvo por el momento en que mi padre salía del laboratorio con el cadáver. Eso era más que suficiente para implicarlo, pero para Moreau le sabía a sospechoso. Era un hombre inteligente y pronto su teoría empezaría a tejerse.
"Danella," dijo Moreau, regresando a la sala de interrogatorios. "Tenemos un video. No muestra todo, pero sí muestra a tu padre sacando el cuerpo del laboratorio. Es suficiente para implicarlo, pero no lo es para explicar todo lo que pasó."
Mantuve mi expresión de confusión, aunque mi mente trabajaba a toda velocidad. Sabía que este era un punto crítico. Si Moreau sospechaba demasiado, podría descubrir la verdad.
"Lo que no entiendo," continuó Moreau, "es por qué alguien borraría casi todo el video, excepto esa parte. Es como si alguien quisiera que viéramos solo una fracción de lo que realmente sucedió."
"Yo no sé nada de eso," dije, manteniendo mi voz temblorosa y mis ojos llenos de lágrimas. "Mi padre solo quería protegerme."
"Protegerte de qué, Danella?" preguntó Moreau, su tono se suavizó un poco. "Sabemos que tu padre tiene antecedentes, y ahora otro cadáver ha aparecido vinculado a él. Necesito entender qué está pasando realmente."
"Massimo vino al laboratorio por su cuenta," repetí la mentira. "Fue un accidente."
Moreau me miró fijamente, como si intentara leer mi mente. "Vamos a seguir investigando, Danella. Y te advierto, si hay algo más que estás ocultando, lo descubriré."
Salió de la sala, dejándome sola nuevamente. Sabía que el tiempo se agotaba y que Moreau no se detendría hasta desentrañar la verdad. Las enseñanzas de mi padre resonaban en mi mente: "Los errores no existen, solo las consecuencias."