LA COLECCIONISTA

LA COLECCIONISTA

Por: Juárez Deysi

¿Tranquilidad de la superficie?

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Danella 2006

Han pasado cinco años desde aquel incidente en Marsella. En aquel entonces, estaba perdida, confundida y temerosa, hasta que una luz apareció frente a mí. El Dr. Gerd, amigo de papá, surgió para llevarme a lo que he considerado el paraíso, me ha proporcionado un refugio seguro, un lugar donde puedo explorar mis talentos artísticos y tratar de reconstruir mi vida. Ahora tengo todo: tranquilidad, pasión por el arte y un trabajo que amo. Aunque, sinceramente, sigo perseguida por sombras de ayer y recuerdos confusos que continúan creando un vacío infinito en mi alma. El Dr. Gerd dice que eso es pasajero, que lo que hice fue culpa de las circunstancias, que soy una víctima. Quizás lo sea, pues los deseos desmesurados de encontrar la perfección se han ido.

 

Podría decirse que estoy viviendo en la superficie y tengo tranquilidad. Aunque hay algo que me inquieta, el trabajo de mi padre y el del Dr. Gerd es extraño. Hasta hace unos días, creía que yo colaboraba con su amigo para mejorar esta fórmula y limpiar el nombre de mi padre. Sin embargo, creo que no es así. Cada día que pasa, mis sospechas sobre el verdadero propósito de nuestro trabajo se intensifican. He comenzado a hacer preguntas más incisivas, a revisar los documentos con más detenimiento. Hay demasiados secretos y demasiadas coincidencias que me resultan difíciles de ignorar.

Él asegura que nuestros esfuerzos son por el bien de la ciencia y de la humanidad. Pero hay detalles en los resultados y en las fórmulas que me parecen... extraños. Algo no encaja. Y esos pensamientos no me dejan en paz, especialmente durante las noches solitarias cuando el vacío en mi alma se siente más profundo. Si mis intuiciones son correctas, necesito estar preparada para lo que sea que descubra.

 

"Danella, ¿cómo va todo con la investigación?" preguntó el Dr. Gerd, con una sonrisa que parecía forzada.

 

 "Va bien, Dr. Gerd. Aunque hay algunos detalles en los datos del antígeno recombinante que me preocupan," respondo con cautela.

El doctor asintió, cambiando su expresión a una más seria. "Sabes, Danella, esta investigación sobre la vacuna de ARN mensajero es crucial. Podría ser el mayor avance de nuestra carrera."

 

 "Lo sé, doctor. Es por eso que me preocupa que no estemos siendo completamente transparentes con los resultados de la respuesta inmunitaria en los ensayos preclínicos."

 

El Dr. Gerd hizo una pausa, mirándome con una intensidad que nunca antes había visto. "Danella, a veces es necesario tomar decisiones difíciles para el bien mayor. Tu padre... tu padre tenía sus propias formas de trabajar. Lamentablemente, su reputación quedó manchada por sus acciones."

 

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. "¿Qué quiere decir, doctor?"

 

"Oh, no te preocupes demasiado," dijo con un tono sarcástico y una chispa de malicia en sus ojos. "Solo estamos hablando de convertirnos en héroes de la humanidad. Ya sabes, esos pequeños sacrificios necesarios en el nombre del progreso. Tu padre lo entendía, aunque sus métodos... bueno, digamos que eran menos aceptables."

 

Me miró con una sonrisa irónica y una pizca de burla. "Lo que estoy diciendo, Danella, es que esta investigación no solo es un avance científico. Es una oportunidad para limpiar el nombre de tu padre y, en cierto modo, también el mío. Si logramos optimizar la estabilidad del ARN y mejorar la eficiencia del encapsulamiento lipídico, seremos los salvadores que el mundo necesita. Tu padre estará orgulloso de que termines lo que empezó. "

 

Hizo una pausa teatral, disfrutando del momento. "Por supuesto, eso requiere que alguien descubra los errores que él no pudo notar. Esos detalles tan pequeños pero cruciales que separan el fracaso del éxito. Una lástima que no tuviera la... visión para verlo."

 

Luego, su tono cambió a uno más manipulador, casi como un susurro persuasivo. "Pero tú, Danella, tienes ese talento innato. Has heredado esa chispa de genialidad de tu padre. Estoy seguro de que, con tu habilidad y tu dedicación, puedes encontrar ese pequeño error que se nos escapa. Y cuando lo hagas, el crédito será tanto para ti como para él. Piensa en cómo podríamos reivindicar su nombre y, al mismo tiempo, avanzar hacia un futuro donde nuestro trabajo sea celebrado."

 

Sus palabras resonaron en mi mente, y el sarcasmo y la malicia en su voz dejaron clara su verdadera intención. La motivación del Dr. Gerd se hizo evidente en ese instante. No era solo por el bien de la ciencia, sino por una redención personal y profesional que lo impulsaba a ocultar información, manipular resultados y, sobre todo, robar el mérito que alguna vez fue de mi padre.

 

En ese instante, mi mente despertó de su letargo. El lado oscuro explotó dentro de mí y solo pensé en cobrar venganza. Sonreí ligeramente y volví a mirar a través del microscopio, fingiendo no darle mayor importancia a aquella charla en particular. "Hoy cenaremos en Le Jardin, con uno de los colegas más reconocidos del medio. Le hablé de ti y quiere conocerte," dijo el doctor, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

 

"Claro, doctor," respondo, manteniendo la compostura. "Será un honor."

 

Pero en mi interior, la desconfianza crecía y la resolución de no dejarme manipular se fortalecía.

 

Luego de unas horas, a las siete, salimos de casa hacia el restaurante Le Jardin. Allí nos esperaba el Dr. Ivanov, un médico ruso entrado en años, con cabello canoso y mirada fría. Más que un médico, parecía un mafioso, con un aura de autoridad que imponía respeto. Nos habló de su interés en la vacuna y de su deseo de multiplicarla para el mundo. Sin embargo, algo en su mirada y gestos me hacía desconfiar.

 

Antes de pedir la cena, fui al baño. Al volver, noté que ambos intercambiaban papeles. Algo extraño sucedía y no lograba entenderlo hasta que el Dr. Gerd lo dijo. "Dentro de poco, esta chica nos hará ganar millones. Está muy cerca de perfeccionar nuestro trabajo de años."

 

El Dr. Ivanov frunció el ceño, mostrando una expresión dura y escéptica. "Espero que esta vez no sean solo palabras, Gerd," dijo con un tono amenazante.

 

"Esta vez no es un sueño, Ivanov. Salud," respondió el Dr. Gerd, levantando su copa.

 

 

Mientras los dos hombres brindaban, el Dr. Ivanov me dirigió una mirada penetrante. "Danella, ¿cómo te sientes siendo parte de algo tan grande?" preguntó, con su  voz llena de una falsa calidez.

 

"Es... un honor," respondo, tratando de mantener la compostura mientras mi mente trabajaba frenéticamente.

 

"Un honor que podría hacerte famosa. Y rica," añadió el Dr. Ivanov con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Pero solo si Gerd y yo consideramos que puedes manejar la presión."

 

Sentí una oleada de indignación. No era una cuestión de si yo podía manejar la presión; era una cuestión de manipulación y control. Fingiendo una sonrisa, dije, "Estoy lista para cualquier desafío, Dr. Ivanov. Todo sea por la ciencia y por el legado de mi padre."

 

"Eso esperamos," dijo el Dr. Ivanov, dejando claro que no aceptaría fallos.

 

El resto de la cena transcurre en un tenso intercambio de cortesías, mientras mi mente planea meticulosamente cada detalle de su final.

 

 

Al termino de la velada, regresamos a casa. El silencio de viaje es tenso, apenas interrumpido por el sonido del motor del coche y la lluvia golpeando contra las ventanas. Finalmente, el Dr. Gerd rompe el silencio.

 

"Danella," comienza, con voz suave, casi conciliadora, "parecías un poco incómoda durante la cena. ¿Te pasa algo?"

 

Miro por la ventana, tratando de controlar la oleada de emociones que siento. "No, todo está bien, Dr. Gerd. Solo estoy cansada, ha sido un día largo."

 

El Dr. Gerd suelta una risa corta y seca. "No me engañas, Danella. Conozco esa mirada. Es la misma que tenía tu padre cuando sospechaba de algo."

 

Giro la cabeza para mirarlo. "¿Y de qué sospechaba mi padre?"

 

Gerd vuelve la mirada a la carretera. "Sospechaba de todos, de todo. Eso fue lo que lo llevó a su ruina. No seas como él, Danella. Aprende a confiar."

 

Sonrío amargamente. "¿Confiar, eh? Como tú confías en Ivanov, supongo."

 

El Dr. Gerd suspira. "Ivanov es un hombre pragmático. No es el más simpático, pero sabe lo que hace. Y ahora, con tu ayuda, estamos más cerca que nunca de un gran avance."

 

"¿Y qué pasa si no estoy de acuerdo con sus métodos? ¿Qué pasa si creo que estamos haciendo algo incorrecto?" Respondo de inmediato. Mis pensamientos están enfocados en el plan que ya he comenzado a tramar.

 

Gerd se gira ligeramente para mirarme; noto su rostro sombrío. "Entonces tendrás que decidir si estás con nosotros o en contra de nosotros. Porque, créeme, Danella, nadie se interpone en el camino de Ivanov y sale ileso."

 

La amenaza velada en sus palabras hace que sienta un escalofrío. Fingiendo una sonrisa para calmar la situación, respondo: "No te preocupes, Dr. Gerd. Solo quiero asegurarme de que estamos haciendo lo correcto. Es lo que deseaba mi padre."

 

Gerd asiente, aparentemente satisfecho con mi respuesta. "Bien. Porque esta vacuna, este trabajo, es nuestra oportunidad de redimirnos. De demostrar que todo el sufrimiento no fue en vano."

 

Asiento lentamente, mirando de nuevo por la ventana.

Cuando llegamos a casa, dejo escapar un suspiro y me dirijo al laboratorio. “Que tenga buenas noches, doctor. Iré a continuar con mi trabajo, pues mañana quiero tomarme el día libre.”

 

“No trabajes tanto, Danella. Para todo hay tiempo.”

 

“Por supuesto, pero no quiero cometer el mismo error que papá. Creo que puedo hacerlo mejor.”

 

Esa respuesta hizo que sus ojos brillaran y lo hicieran sonreír.

 

“Tienes razón, no podemos descansar cuando estamos tan cerca.”

 

Sonríe e ingresa al laboratorio conmigo, me coloco la bata, mis gafas y, antes de sentarme, tomo una botella de bebida rehidratante y le ofrecí otra a Gerd. Él nunca lo ha probado y el margen de error en mi plan está en si lo acepta, sino tengo que pasar al plan B.

 

“Vamos, doctor, solo un trago. Será una noche larga.” Animo con una sonrisa sincera.

 

Lanza una mirada amigable, mi plan marchaba tal como lo había pensado. Le ofrezco una botella y brindamos antes de beberla. Yo lo bebí completo y lo incentivé a seguirme.

 

“No está mal.” Pronuncia saboreándola.

“Solo es agua con saborizante y nuestro cerebro cree que puede ser invencible; lo engañamos.” Susurro y me siento en mi lugar para observar tras el lente de microscopio y hacer algunas anotaciones. Calculo el tiempo, mirando sutilmente mi reloj en la pared.

 

Pasado el tiempo adecuado, rompo el silencio. “Casi está lista la solución. El error fue detectado y, si no me equivoco, podemos hacer la primera prueba mañana.” Menciono con gran emoción.

 

Gerd se acerca, su rostro se ve más pálido de lo habitual. "Eres una mujer inteligente, Danella. Mucho más que tu padre. Este es el primer paso a la gloria, todo el mundo va a respetarme. Todos aquellos que se burlaron de mis años fallidos, ahora entenderán que deben arrodillarse porque la salvación estará en mis manos.” Habla con gran arrogancia, dejando ver quien es realmente.

 

Sostengo la mirada, con la ira ardiendo en mis ojos. "¿Y entonces, qué? ¿Te llevarás todo el crédito? ¿Usarás mi trabajo y el de mi padre para tu propia gloria?"

 

El Dr. Gerd ríe, dejando salir de suinterior un sonido que es más un gruñido. "¿Crees que esto es sobre gloria? Esto es sobre poder. El poder de cambiar el mundo, de hacer y deshacer. Ha llegado el momento de ser superior a todos. De ser el puto amo del mundo.”

 

“Tienes razón, es un descubrimiento único, si tomamos en cuenta que creaste al virus antes que a la vacuna. Y eso te tomó una tercera parte de los años que esta investigación, y menos dinero.”

 

Gerd me mira un instante aturdido para luego abrir los ojos, como descubriendo mi real intención. “¿Qué es lo que hiciste? ¿Qué me diste de beber?” Corre presuroso a una de las vitrinas y rebusca entre los frascos. “¡No, no, no, no! ¿Qué hiciste, maldita perra?”

 

Su desesperación crece y corre buscando lo que cree que es su salvación. Me empuja haciéndome caer al piso y, sonriendo, abre el frasco y bebe la solución verdosa, que hace unos segundos le había mostrado.

 

“¿Te crees muy lista? Pero no hay nadie mejor que Gerd para manipular y conseguir lo que desea. Acabas de darme lo que tu padre se reusó a descubrir. No me mires así, pequeña, eres brillante pero no tan astuta como yo ¿verdad? ”

 

“Lo soy. Lo que bebiste antes, fue un leve paralizante y lo que acabas de beber, es el virus que creaste, pero mejorado. Todos estos años he trabajado en cómo hacerlo más letal e indetectable. Y la cura no está aquí. Está aquí,” señalo mi cabeza.

 

“Eres una... mal— di—taa ahhh,” se queja, cayendo de rodillas, con su rostro contorsionado por el dolor y la desesperación.

 

Lo miro con una sonrisa maliciosa y me acerco con un bisturí en la mano. Trata de decir algo, pero no puede, solo me mira con desesperación mientras invado su espacio.

 

“Quisiera hacerte picadillo, pero eso no devolverá a la vida a mi padre, ni siquiera enmendará sus errores, ni le dará el crédito que merece por encontrar la cura a tu malicia. Encontré tu diario de campo y supe que tú creaste el virus y lo culpaste a él. Durante muchos años vivió con remordimientos, sin poder encontrar la cura a lo que creía era la causa de tanta miseria en sus conejillos de indias, como llamaste a los miserables pueblerinos que usaste con engaños. Así que quizás te condene al infierno. Vas a morir lentamente, pidiendo que ponga fin a tu vida, pero no lo haré tan fácilmente. Te pudrirás de dentro hacia afuera y calculo que agonizarás por una semana sin que nadie pueda ayudarte. Salvo si llega Ivanov.”

Subo el bisturí por su rostro, disfrutando de cada estremecimiento, y le clavo la cuchilla en uno de sus ojos. No puede gritar, solo soportar el dolor mientras se lo arranco lentamente. Luego voy por el otro, con la misma precisión meticulosa. Me siento aburrida, así que pongo algo de música mientras me estiro y suspiro aliviada. Cierro los ojos y siento la música en cada poro de mi cuerpo, tarareo "Lux Aeterna" de Clint Mansell, mientras me meneo y me siento tan ligera como una pluma al viento. Vuelvo a acercarme a Gerd y contemplo unos segundos su rostro ensangrentado y el temblor de su cuerpo. Me inclino y tomo una de sus manos. Con el bisturí, voy cortando cada uno de sus ligamentos lentamente, disfrutando cada corte, sintiéndome tan viva, tan excitada, tan eufórica. Su respiración entrecortada y sus gemidos ahogados alimentan mi frenesí. La sangre mana de sus heridas, formando un charco oscuro y viscoso a nuestros pies. Su piel pálida y fría tiembla bajo mi tacto.

 

Cuando termino, miro el cuerpo en el charco de sangre y tomo una botella de alcohol del almacén. Lo rocío generosamente, disfrutando al verlo retorcerse y convulsionar de dolor hasta que se queda tieso. No corroboro su muerte; quizás solo fue un desmayo. Su agonía es mi justicia. La luz tenue del laboratorio ilumina su rostro retorcido en una máscara de sufrimiento eterno.

 

Luego, me dirijo a la sala de vigilancia y borro minuciosamente mi rastro. Cada segundo cuenta, y la precisión es crucial. Ya ha amanecido y me queda un día largo para empacar y hacer planes de mi nuevo destino. El sonido de mis pasos resuena en los pasillos vacíos, creando un eco inquietante que se mezcla con el susurro de la muerte.

 

Miro una vez más la agenda que mi padre me confió y me preparo para ir en busca de otro de sus amigos, esperando que este sea mejor que Gerd. "Estaba sintiéndome cómoda en este lugar. Pero parece que el destino me lleva de vuelta a casa." Cierro la libreta y levanto una ceja mientras una mueca se revela en mis labios.

 

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