Abrió los ojos y como todas las veces solo vio el cuarto blanco en el que estaba, los aparatos médicos con el que le hacían las pruebas. Tenía el brazo adolorido por las inyecciones y se sentía cansada por todos los fármacos que le daban. La puerta se abrió y el sujeto que la tenía cautiva desde hace mucho ingreso, se acercó a ella, la ayudó a levantarse y le puso dos pastillas en su boca, luego le entregó un vaso de agua, ella se lo tomo, ya estaba acostumbrada.
Aquel sujeto apenas cumplía su cometido salida de la habitación. Pero aquel día algo cambió, Emma vomitó las pastillas, no lo hizo a propósito, su estómago le había empezado a doler tanto que terminó por vomitarlas. En sus primeros días de cautiverio hizo de todo para escapar, se enfrentó a aquel sujeto, vomitaba las pastillas que le daban, pero nada de eso le funcionaba, así pasó mucho tiempo hasta que desistió. Pero ese día su mismo estómago fue quien votó las pastillas, su cuerpo se lo agradeció, sintió alivio después de unas horas, pues el fármaco no había ingresado a su organismo. Se sintió tan bien que era la primera vez en semanas que se levantaba de la camilla por propia voluntad.
El sujeto regresó al cuarto trayendo comida. Emma anteriormente había limpiado y se había acostado como de costumbre para que no se diera cuenta. Sin embargo, este saco una jeringa de su bolsillo estaba a punto de inyectarle cuando ella decidió luchar por esta vez, con las fuerzas que le quedaban arrojó la comida encima de aquel sujeto, ella aprovechó el momento y le quitó la jeringa de las manos y le inyectó lo que tenía. Este empezó a tambalearse y es ahí donde ella logra salir de esa habitación blanca. Al cruzar la puerta encontró unas escaleras, las subió cuidadosamente, luego encontró otra puerta y al abrirla encontró una pequeña sala con una ventana semiabierta. Se sorprendió, Emma siempre había pensado que se encontraba en una especie de clínica clandestina, pero no, era una casa como cualquiera aparentemente. Se empezaron a escuchar pasos de abajo, entonces se puso en alerta y salió de esa casa corriendo. Al salir los rayos del sol impactaron en todo su cuerpo, era una sensación extraña, pero la hacía sentir viva.
Al mirar a su alrededor se dio cuenta que era una casa solitaria no había más casas cercas, lo que había era sembradíos, empezó a correr en medio de ellos y llegó a una pista, un flashback le cruzó la mente, ese lugar ella lo conocía ya había estado ahí, aunque había cambiado mucho, aún lo podía reconocer. Empezó a caminar hacia el norte y encontró las chacras donde antes había ido con su mamá. Estaba confundida, no sabía que estaba pasando, en todo este tiempo ella pensó que se la habían llevado lejos, pero resulta que estaba en Trujillo, todo este tiempo había estado tan cerca a los suyos y no lo sabía. Empezó a caminar sin detenerse pues el sujeto venía tras ella.
Eran aproximadamente las seis de la mañana, el viento soplaba con mucha fuerza, ya se podía sentir el invierno y por la carretera de la Panamericana se avistaba la silueta de Emma agitada y desorientada, su mirada tenía un reflejo de terror.
Llevaba un polo y un buzo color gris que ocultaban su delgada figura, tenía la tez pálida como si estuviera muy enferma, mientras corría, por cada paso que daba sentía sus fuerzas desaparecer. Intento cruzar la calle, pero había muchos autos yendo y viniendo y no pudo hacerlo, tenía miedo.
A lo lejos observó la camioneta negra que tanto temía, el miedo la invadió y sin pensarlo dos veces cruzó la pista sin importarle las consecuencias, su miedo era tanto que preferiría morir intentando escapar de aquel auto que permitir que la volvieran a atrapar. En el preciso momento en que cruzó se podían escuchar los cláxones de los autos. Estuvo cerca de ser atropellada en más de dos ocasiones. El último auto tuvo que salirse de la pista y frenar con fuerza para evitar un accidente fatal, Elías quien era el nombre del conductor, se bajó de su auto todo molesto, al hacerlo vio a aquella jovencita, al principio iba a recriminarle su mala acción de cruzar tan imprudente la pista, sin embargo, al verla en ese estado, solo pudo preguntar si se encontraba bien.
Ella se acercó a Elías y le pidió disculpas y le pidió que la ayudara, ella se desmayó al decir esto. Él la sostuvo antes de que cayera al suelo, luego la puso dentro de su auto y condujo rápidamente hasta el hospital. En el transcurso del viaje ella se despertó, entonces él le preguntó su nombre, ella con una voz muy cansada dijo que se llamaba Emma, —por favor ayúdeme—, tranquila le dijo él, estamos a punto de llegar al hospital.
Abrió los ojos y descubrió que estaba en un cuarto blanco, al principio sintió pánico, pensó que otra vez estaba cautiva, pero escucho voces por el pasillo, ahí fue cuando descubrió que estaba en un hospital, sintió pasos y alguien abrió la puerta de su habitación, ella se hizo la dormida. Una enfermera entró para cambiarle el suero, es entonces que ella abrió los ojos, de inmediato al ver esto la enfermera se le acercó.
—Hola, ¿me escuchas? ¿cómo te llamas?
—Emma
—Bien Emma, ahora llamaré al doctor para que te revise, tranquila todo está bien ¿ok?
—No se vaya, dígame por favor… ¿En qué hospital estoy?
—Hospital Santa Lucía, espera ahora regreso.
Cuando la enfermera salió Emma se levantó y respiró hondo, se acercó a la puerta y pudo ver al personal médico yendo y viniendo por las instalaciones, también había policías esto la tranquilizó, pues eso significaba que estaba segura o al menos eso pensaba. Su tranquilidad duró muy poco, una risa conocida hizo que se le erizara la piel, busco por todas partes hasta que vio a su secuestrador hablando con un policía, estaban en una esquina y este sujeto vestía elegante, nadie sospecharía que en el fondo era un atroz criminal.
El médico entró para examinarla, parecía un hombre bueno, pero a estas alturas ella ya no podía confiar en nadie, por eso cuando le hacían preguntas no contestaba, lo mismo pasó con los policías.
Pero a pesar de los interrogantes de la policía Emma se negaba a hablar y fingía no entender. La explicación que dio el médico a los policías fue que se encontraba en estado de shock. Como las autoridades no sabían la identidad de la joven le tomaron sus huellas digitales para poder identificarla.
Acostada en la cama del hospital, Emma no paraba de pensar que su secuestrador tenía conexiones con la policía, tal vez esa era la razón por la cual no habían podido encontrarla antes. Se entristecía en pensar en su mamá, en cuanto habría sufrido, en su novio, en sus amigos. La noche se acercaba y con ella el plan de escaparse del hospital. No podía permitir que su secuestrador hiciera la primera jugada, estaba segura de que esperaría la noche para actuar, por algo fue al hospital, pero ella no se quedaría de brazos cruzados.
Cuando el reloj marcó las siete de la noche Emma se acercó a la puerta de su habitación, aprovechó el cambio de horario de las enfermeras y que los policías estaban tomándose un café y se escabulló por los pasadizos del hospital. Una vez fuera empezó a correr como si no hubiera un mañana.
Le temblaban las piernas y con cada paso que daba, sentía su corazón palpitar con más fuerza. La puerta roja junto al árbol la llenó de nostalgia. Se imaginaba el abrazo que le daría su madre, ese abrazo que ella tanto añoraba, llorarían juntas y dormiría en sus brazos toda la noche como cuando era una niña. Tomo valor y toco la puerta, estaba nerviosa, sintió pasos y la puerta empezó a abrirse. Su corazón latía con mucha fuerza, la puerta se abrió y ella toda emocionada dijo mamá, pero luego la sonrisa de su rostro, así como vino se fue.
— Buenas noches, ¿qué desea?
—Usted ¿Qué está haciendo aquí? —le pregunto sorprendida
—Que pregunta es esa, esta es mi casa ¿Quién es usted? —enojada
—Claro que no, mi mamá es la dueña de la casa…yo sembré ese árbol que está aquí ¿Cómo que usted es la dueña de la casa? ¿Está loca?
—Mire jovencita yo compre esta casa hace como 5 años, he vivido aquí sin ningún tipo de problemas, así que no voy a permitir que venga a mi casa a faltarme el respeto ¿entendió? Váyase de aquí inmediatamente o llamo a la policía.
La señora cerró la puerta y Emma se quedó estupefacta, ¿cinco años?, imposible se decía, si solo habían pasado algunos meses, eso debía ser un error, Empezó a tocar la puerta, hasta que la señora salió de nuevo
—¿Qué quiere?
—Discúlpeme señora, no quise faltarle el respeto, pero esto me parece absurdo, yo vivía aquí y todo se me hace irreal.
—Mira jovencita, esta es mi casa, tengo todos los papeles en orden
—Señora, usted sabe ¿qué le pasó a la antigua dueña de esta casa? Por favor si sabe algo dígamelo, se lo ruego.
—Mira lo único que sé es que la antigua propietaria puso a la venta esta casa a un precio bastante cómodo y yo aproveche la oportunidad.
—¿y por qué la vendió?
—De eso no estoy segura, pero se dice que después de la muerte de su hija no soporto vivir en esta casa y la vendió, aparte tenía deudas que pagar. ¿tú eres su otra hija?
— Muerte de su hija...sorprendida
—Si, su hija desapareció y ella se endeudo contratando investigadores y toda la cosa, pero al final terminaron encontrando su ropa ensangrentada y dijeron que ya no podía seguir con vida, luego puso a la venta esta casa y se fue. Eso es lo único que sé, ahora deje de molestar.
Emma empezó a caminar sin rumbo fijo, no podía creerlo, eso no podía ser cierto ella estaba viva y solo habían pasado algunos meses, la señora debía de haberle mentido. Se encontraba desesperada, hasta que recordó que tenía otro lugar a donde ir, se puso en marcha.
Se paró en frente de los departamentos en donde vivía su novio, esperando la oportunidad de que algún inquilino entrara o saliera para poder ingresar, su espera valió la pena, unos señores empezaron a llegar y ella tomo esa oportunidad para ingresar. Recordaba que su novio vivía en el tercer piso, así que solo tomo las escaleras. Al llegar sentía miedo ya no quería llevarse más sorpresas. Recordó que él siempre dejaba una llave debajo de la maceta de geranios, eso lo hizo porque una vez ella tuvo que esperarla 4 horas y desde entonces dejaba la llave para ella debajo de la maceta. Se acercó a la planta y con miedo la levantó y para su alegría ahí estaba la llave.
Giró la cerradura y abrió la puerta, todo estaba oscuro sin embargo pudo observar un portarretratos y en el estaba su Luís, tanta fue su emoción que no se dio cuenta que había una silla y tropezó, se levantó rápidamente y empezó a buscar el interruptor de la luz cuando algo la golpeó por la espalda, entonces cayó al suelo, la luz se encendió y entonces fue cuando lo vio.
Ambos se miraron, podía ver que él estaba muy sorprendido, pero también pudo ver que aun la miraba como antes, al final solo se abrazaron, ese abrazo que ella tanto necesitaba y ella solo pudo decir
—Si soy yo Emma, tú Emma. Te extrañe mucho Luis.