Noche Trágica

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En una noche de tormenta cortó la luz; vivíamos en una estancia. Mirábamos por la ventana y una oscuridad total se apoderaba del lugar, unicamente era iluminada por unos pocos segundos por intensos relampagos que te dejaban ver  una parte del campo. 

Mi esposa Marcela los  pequeños niños Juan,  Mateo, y yo, todos desde la sala  contemplabamos la enorme ventana de 2 metros de altura, más que una ventana parecía un portal al mas allá, con terminaciones antiguas y vidrios gruesos;  la  cálida luz de las velas de cebo iluminaban de forma tenue el rostro de mi esposa, y de los niños que jugaban con autitos de madera de cedro. 

Por momentos se escuchaban los rayos que al caer  producian un sonido ensordecedor, acompañado de los gritos de susto de los mas pequeños, el silvido agudo del viento  se trasladaba por las tejas,  se nos erizaba la piel y un cosquilleo subia por mis cervicales,  tragaba saliva, y sentia palpitaciones en el pecho. Trataba de disimular mi incomodo nerviosismo. Fuí a recostar a los niños, ya eran las 22hs, encendi un cerillo y prendi otra vela; los arropé, y me quedé hasta que se durmieron abrazados. Les dije que si dormian el sol saldría mas rapido y arreglariamos el problema de la luz. Sus rostros llenos de paz y tranquilidad lograron conciliar el sueño. Mientras estaba en el dormitorio sentia una extraña sensación, como si alguien me observara, mire por toda la habitación, debajo de la cama, detrás de las cortinas, y el placard, no había nada. Dejé la vela encendida en una mesita redonda en la esquina de la habitación.

Salí, recorrí el pasillo azul y el escalofrío seguía. Al llegar a la sala mi esposa estaba parada frente a la ventana, con una mirada atónita, le dirigí hacia ella y no me respondió; me acerqué la vi pendiente de descubrir o intentando descubrir algo mas all, entre los árboles, me acerco un poco mas, -querida, son solo los rayos- expresé, - Nó, hay algo más!- respondió Marcela. Me posicione frente al ventanal, e intenté ver con la luz de los relampagos, creí ver algo que salía de entre los árboles, y en medio de la tormenta pensé que podría ser la oscuridad que hace que nos imaginemos cosas que no están. 

Estaba sudoroso, espantado, cada vez la imagen se hacía mas clara, algo en el barro se movía como si se arrastrara hacia mi casa, de gran volumen y de color oscuro, -debe ser algun animal herido-, repliqué para calmar los nervios. Luego dejamos de verlo por algunos segundos,  se apagaron las velas,  y nos inundó la oscuridad; un enérgico  ilumino el campo, y nos dejó ver  aquella cosa amorfa, al parecer se había levantado, ya no se arrastraba, sabiamos que por su tamaño  no era humano ni amimal. 

Corri por mi escopeta, iba a salir a dispararle, parecia un montruo de barro,  no se veían sus ojos, pero aún así sentia que nos miraba, se acercó mas, y mi esposa insistió que no saliera al corredor. Salí, y en medio de la oscuridad intentaba divisarlo, otro relámpago, y oh que sorpresa, ya no estaba en el mismo lugar, terror y adrenalinda es una mala combinacion,  giré hacia mi diestra con la escopeta en mano, y algo me golpeó tan fuerte por detrás, que caí al piso y perdí mi arma.

Desperté y estaba amaneciendo, yo seguia tirado en el suelo, había perdido  el conocimiento por unas horas. Entré a la casa algo mareado, busque a mi esposa y mis hijos, un fuerte olor nauseabundo había en el aire de la sala. Ella estaba con la mirada perdida sentada en el sillón, no respondia a mis preguntas, pálida como la luna, en estado de shok. Subi corriendo las escaleras a buscar a los niños, ellos no estaban en sus camas, y habia rastros de pisadas con barro el la habitación; los busque y ellos edtaban escondidos en el placard, no lloraban, no hablaban, tambien tenian la mirada perdida que vi en los ojos de su madre. 

El monstruo o lo que sea que era no estaba. Algo les hizo, como si se hubiera llevado su esencia, su alma. 

Desde entonces jamás volvieron a ser los mismos, en las noches de lluvia buscan un lugar para esconderse, el miedo los invade, lloran desdesperadamente, aterrorizados, como si lo que les ocurrió volviera a revivir en sus mentes. 

Ya nada volvio a ser como antes. 

 

Autor: Carina Isabel Miñio

Posadas- Misiones- Argentina

 

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