DS

Dani S

Novena Generación

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Era una casa de placer de esas que solo había en aquella ciudad, llenando un simple formulario con una cruz, te mandan a tu habitación al androide más acorde a tu personalidad. Y ahí estaba yo cuando entró a la habitación el prototipo 0.4 de la novena generación, un nombre frio para tal perfección. Sus movimientos eran tan naturales como rezaba el anuncio. Su piel era tan suave y cálida como la de un humano, esta vez habían logrado crear una mujer casi real. Toqué su cuerpo por completo, parecía sentir placer y hasta contestaba mis preguntas, con el tiempo me volví cliente habitual, varias noches por semana iba con ella al menos para tocarla, abrazarla. Al principio traté de convencerme de que sólo era una inteligencia artificial, Pero sus manos sabían dónde tocar, cada palabra que decía se sentía real, su boca, su lengua, su interior, todo parecía hecho para mí. Desde antes de que se prohibiera la prostitución ya había androides de placer, aunque carecían de ese toque que lograron al sacar la quinta generación, donde la piel, la humedad y las facciones aparecieron. Desde la segunda generación hasta la octava había probado todas, y sus mejoras eran notables, pero podría jurar que ella, una beta, era como tener a alguien real amándote, o al menos pensaba.

Por eso me volví loco cuando me dijeron que no estaba disponible. Su reemplazo no era lo mismo, era fría y no me tocaba como ella, me di cuenta en ese momento que estaba completamente enamorado de un androide de placer y como tantas veces me reí de esos idiotas, me reí de mí mismo.

Desde la primera generación hay idiotas que se enamoran, desde que eran un pedazo de hojalata con apenas forma humana hasta de mujeres tan artificiales, que duele verlos intentando escapar con algo que ellos creen que sienten amor. Por eso, siempre tuve en la mente lo ridículo de enamorarte de un objeto, que por más humano que parezca por dentro carece de vida. Sin embargo, ella tenía algo distinto, cada vez que trataba con ella no podía hacerlo pensando en que era un objeto. Carol, como me gustaba llamarla, era única. Su mente era más que solo un conjunto de comandos.

Cuando al fin pude volver a verla actuaba como si no hubiese pasado tiempo sin verla, es obvio, no era real, Tenía mi nombre como un código que era ingresado al mandarla a la habitación. Ella volvió a ser tan suave como la última vez, no se comparaba su piel a la de ningún otro, ni siquiera quien había sido su reemplazo aquella noche. Sus reacciones de placer eran únicas, algo que jamás había visto. Aún no sé por qué, pero le pedí que se escapara conmigo, no podía soportar pensar en que, como yo, había otros esperándola detrás de la puerta. Su mirada fue extraña, quizás un código pasó por su mente que no pude percibir que era. Todo androide tiene pocos comandos fuera de su cometido principal, pero ella parecía tener aún más, más que un androide niñero que finge amor, parecía tener más y quizás activé algo con mis palabras ¿un protocolo de alerta quizás? ¿Cómo cuando alguien las golpea? me reí de mí mismo nuevamente y bajo su mirada atenta, tomé mis cosas dejándola parada y sin expresión como siempre, pasaban los días y yo seguía enredado en esa idea, ella parecía aprender de mis preguntas y cada día iba respondiendo mejor a una pregunta sin respuesta. Una simple sonrisa y una frase consoladora. Pensé en robarla, en raptarla y hasta en hacker su sistema, pero nunca encontré su sistema de seguridad, era un modelo exquisito. Sin embargo, a la idea de robarla ella no se oponía como los demás modelos, supuse que por ser un modelo beta sin salir a la venta. Lo pensé toda la noche y he pasado ya varios días planeándolo. Hoy entraré a raptarla.

Entro por la puerta de servicio sin que me vea el idiota de seguridad, subo todos los pisos del edificio hasta la habitación donde sé que ellas esperan a ser llamadas. Forcejeo la puerta y me encuentro con un montón de ojos que me ven con sorpresa. Todos esos androides me ven de forma extraña, pero ninguno hace un movimiento brusco. Busco entre ellas sus ojos, todos son modelos únicos, pero no tanto como Carol que sentada al final de la habitación, su mirada cambió a una expresión conocida. Tomo su mano y sin palabras comienzo a caminar, todos sus pares nos ven partir y comienzan a correr por el lugar escapando en silencio. El revuelo me desespera y bajamos por las escaleras de emergencia mientras ella no suelta mi mano húmeda. Los gritos y corridas que comenzaron en el interior son ajenos a nosotros, beso sus labios como tantas veces y seguimos bajando apresurados, las destartaladas escaleras son largas y tambalean mientras bajamos por donde falta la barandilla, pero sus tacos son grandes y el piso es imperfecto, su mano se suelta de la mía cayendo por un tropiezo y alcanzo a sostenerla, sus pies cuelgan mientras mi mente se nubla al verla colgar desde esa altura, no podría reparar el daño si cayera desde aquí, sus manos se humedecen con las mías resbalando poco a poco. Carol no deja de repetir que no la suelte, pero sus pequeñas manos se escapan de mí y veo como mi amada cae. Mi mente quedó en blanco aturdido y tardo unos segundos en reaccionar. Bajo corriendo sin mirar hasta estar a su lado. Estoy gritando. No puede ser real, su sistema no está dañado, no es aceite lo que emerge de su cabeza, sus piernas no tienen metal por dentro y puedo ver su interior desde donde estoy. Me acerco a su lado mientras sus ojos sin expresión observan el vacío. Nunca estuve loco porque no me enamoré de un androide, en todo este maldito lugar nunca hubo uno.

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