Crédito Final
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La memoria valía más que el oro. Cada ciudadano cargaba un implante que registraba sus actos, emociones y lealtades. Era su moneda. Quien dudaba del régimen, veía su saldo caer. Ariel fue aprendido al ayudar a un anciano sin puntos a comprar agua. La máquina lo rechazó: “Insuficiente virtud”. En secreto, él coleccionaba monedas antiguas de cobre y estaño. "Alguna vez, el valor fue tangible", murmuraba. Cuando cruzó la cúpula hacia el mundo exterior, no llevó nada. Solo un antiguo peso chileno consigo.
Por si allá fuera, aún quedaba alguien que recordara cómo se pagaba con confianza.