El Legado De Arkana

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El futuro se había tejido en la oscuridad: una humanidad al borde de la extinción. Después de un cataclismo ambiental que arrasó la Tierra, lo único que quedaba de la civilización eran gigantescas estaciones espaciales flotando en el espacio profundo; una de ellas era” Arkana”. El aire de la estación era seco, artificial, y los humanos que aún quedaban, diseminados en la vasta inmensidad del cosmos, vivían bajo el estricto control de una élite que gobernaba con férreo control, economizando recursos como un viejo tacaño, restringiendo la información como un gobierno fascista a pesar de que había elecciones cada 4 o 6 años, pero todo se hacía en pos de una desesperada supervivencia. Se había abandonado la Tierra de algún día volver a la Tierra. Karl Drayden era uno de los pocos afortunados seleccionados para la misión más peligrosa: viajar a la Tierra en busca de recursos para salvar Arkana, cuya estructura estaba pronosticada para su desmoronamiento ante un fallo catastrófico. Lo acompañaban Eira Vance, una científica empeñada en descubrir los secretos del planeta, y un grupo de jóvenes considerados prescindibles por la élite de Arkana. No esperaban encontrar mucho más que desolación en la Tierra, pero lo que hallaron fue mucho más peligroso de lo que habían imaginado. Una vez, aterrizaron en lo que parecía una jungla. Notaron que el aire era distinto, pero limpio, puro; el planeta comenzaba un proceso de renacimiento de sus cenizas. Solo un giro inesperado cambió toda la situación: humanos evolucionados, conocidos como Los Herederos, quienes se habían adaptado al nuevo mundo y poseían habilidades extraordinarias gracias a una energía misteriosa llamada el Eterium. Karl y su equipo no fueron bien recibidos, y en cuanto dieron dos pasos, fueron rodeados por ellos, liderados por Lyna Senn, una joven heredera que controlaba la vegetación a su alrededor con un poder casi sobrenatural.

Lyna los observaba con desconfianza. El regreso de los humanos de Arkadia no auguraba nada bueno. Había sido un pueblo abandonado, olvidado, y ahora aquellos que huían de su propia decadencia parecían regresar a reclamar lo que nunca fue suyo. La tensión entre los dos grupos era palpable, pero la urgencia de la situación obligó a Karl a hablar.

"Estamos aquí por una razón más grande que nuestra supervivencia", dijo el explorador, aunque su voz temblaba con la creciente duda que no lograba disipar. "Si no conseguimos recursos pronto, todos en Arkana desaparecerán. No venimos a hacerles daño".

Lyna no lo creía. "No eres más que una de las sombras del pasado", respondió con fría desconfianza. "Tus antepasados han jugado con la Tierra y ahora vienen a arrastrarnos a vuestra caída".

Mientras se daban estas tensas y largas conversaciones. Eira había comenzado a estudiar el Eterium. Lo que descubrió la dejó perpleja. Esa energía misteriosa parecía estar conectada de alguna manera con los Herederos. Y lo más preocupante de todo: el Eterium parecía tener una fuerza que desbordaba la lógica, como si no solo estuviera alterando el entorno, sino también las propias mentes y emociones de los seres que lo usaban. Mientras los dos grupos intentaban establecer una frágil paz, las tensiones aumentaron cuando una facción radical de los Herederos, dirigida por Zyrix, comenzó a utilizar el Eterium de manera destructiva. Zyrix no solo buscaba usar el Eterium para potenciar sus propios poderes, sino para invadir Arkana y apoderarse de lo que quedaba de la humanidad, al saber que los pocos recursos que tenían superaban todo conocimiento. Karl y Lyna, aun luchando por aceptar que su única esperanza residía en una alianza con el otro, se vieron obligados a enfrentarse a Zyrix y a sus seguidores. Mientras tanto, Eira descubría más sobre el Eterium y su conexión con los Herederos. Pronto llegó a la aterradora conclusión: las élites de Arkana sabían de la existencia de los Herederos, pero los habían abandonado en la Tierra deliberadamente desde siempre. En su huida hacia el espacio, ocultaron la verdad sobre los efectos secundarios del Eterium; sabían que su poder causaba una alteración irreversible en la fisiología humana. Y peor aún, algunos de los primeros experimentos habían creado monstruos, mutaciones que el Eterium había dejado atrás, y que ahora vivían entre los Herederos.

El descubrimiento de Eira cambió el rumbo de la misión. Si los Herederos no fueran tan recelosos de los humanos de Arkana, podrían haber trabajado juntos para salvar a la humanidad. Pero los secretos ocultos durante generaciones amenazaban con destruir cualquier oportunidad de reconciliación. Karl no podía dejar de pensar en su hermana, Cai, que había quedado atrás en la estación espacial. A pesar de los años que habían pasado, su imagen lo perseguía, una sombra que no lograba disipar. Zyrix, al darse cuenta de la situación, comenzó a consolidar su poder. Enfrentando la amenaza de una guerra entre sus propios pueblos y la invasión de Arkana, Lyna comprendió que la única forma de salvar a su gente y a los sobrevivientes de las estaciones espaciales era unirse. Karl, reflexionó y, finalmente, entendiendo que su misión no solo era salvar Arkana, sino también sanar las heridas abiertas entre los dos pueblos, comenzó a negociar con Lyna. Fue en ese momento, mientras el cielo parecía prepararse para una tormenta, que Rohar, el protector de los Herederos, destruyó el núcleo del Eterium que Zyrix había comenzado a usar como arma de destrucción masiva. Con ello, la paz parecía acercarse, pero la tragedia dejaba claro que el camino hacia la reconciliación sería largo y lleno de sacrificios.

Con Zyrix derrotado, los sobrevivientes de Arkana y los Herederos comenzaron a construir una nueva sociedad en la Tierra. El Eterium, aunque poderoso, debía ser utilizado con responsabilidad, y Karl y Lyna asumieron roles de liderazgo para garantizar un futuro próspero para ambos pueblos. Cai, la hermana de Karl, llegó con los primeros refugiados de Arkana, trayendo consigo una nueva esperanza. Pero el Eterium, con su poder incontrolable y sus secretos todavía por descubrir, continuaba llamando a quienes se atrevían a acercarse. Un destello final del Eterium brilló en el horizonte, y aunque la humanidad comenzaba a reconstruir, el miedo a lo desconocido y la sensación de que la verdadera amenaza aún no había sido revelada seguían flotando sobre todos.

El legado de Arkadia y los Herederos quedaba atrás, pero las cicatrices del pasado no se curaban fácilmente. La desconfianza y el miedo se habían enraizado en ambas sociedades, y las fobias heredadas durante generaciones continuaban acechando. Sin embargo, la humanidad había aprendido una lección amarga: el verdadero enemigo no era solo el cataclismo, ni siquiera el Eterium, sino los miedos ocultos en lo más profundo de sus corazones, esos que solo el tiempo podría ayudar a sanar.

 

 

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