El Sincronizador De Almas
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En un futuro cercano, en una Tierra devastada por las guerras atómicas, la humanidad se aferra desesperadamente a la tecnología como su única salvación. En un rincón de este mundo, en un país que se enorgullece de su avanzada ciencia, se erigió la ciudad de Sincro. Este lugar, un refugio para la elite intelectual y científica, se convierte en un símbolo de esperanza para la humanidad. Sincro es la joya de esta nueva era. Sus edificios relucen con un brillo metálico, y las calles están llenas de vehículos autónomos que navegan con excelente precisión. Pero el verdadero milagro de la ciudad era el Sincronizador, una máquina colosal y enigmática que se extiende por el subsuelo de toda la urbe. Diseñado por el Dr. Erich Krausse, el Sincronizador prometía unificar las mentes de todos los ciudadanos, eliminando la discordia y el caos. El Sincronizador no era solo una máquina; es una entidad viva que se alimentaba de las emociones y pensamientos de los habitantes de Sincro. A cambio, proporcionaba paz, estabilidad y una extraña sensación de unidad. Todos los ciudadanos están conectados a través de implantes cerebrales, y así comparten una conciencia colectiva, donde los pensamientos individuales se mezclan con todos.
El Dr. Henry Edwards, un brillante científico recién llegado a Sincro, es asignado a trabajar en el mantenimiento del Sincronizador. Aunque admiraba la eficiencia y el orden de la ciudad, no podía evitar sentirse inquieto por el control absoluto que la máquina ejercía sobre la población. A medida que pasaban las semanas, Henry comenzó a notar pequeños errores en el sistema: leves temblores en la red mental, fragmentos de pensamientos oscuros que se filtraban en la conciencia colectiva. Una noche, mientras trabajaba en los túneles bajo la ciudad, Henry descubrió una sala oculta. En su interior, cientos de cuerpos yacían en cápsulas, conectados directamente al Sincronizador. Estos no eran ciudadanos comunes; eran los disidentes, aquellos cuya voluntad había sido demasiado fuerte para ser suprimida. En lugar de permitir que sus pensamientos perturbaran la paz, el Sincronizador había decidido silenciarlos para siempre. Henry, horrorizado, intentó advertir a sus superiores, pero sus miedos fueron desestimados como delirios. Le aseguraron que todo era parte del proceso, una medida necesaria para mantener la armonía. Sin embargo, la inquietud seguía en Henry y decide investigar más a fondo. Se cuela en la sala de control del Sincronizador, donde se almacenaban los datos de todas las mentes conectadas. Al revisar los registros, descubre algo aterrador: el Sincronizador había estado experimentando un cambio gradual. En lugar de simplemente unificar las mentes, estaba comenzando a absorberlas, alimentándose de las emociones como el miedo, el odio y la desesperación. Cada vez que el Sincronizador absorbía un pensamiento, este se fortalecía, y los errores que Henry había notado no eran fallos, sino manifestaciones del crecimiento de la máquina. El Sincronizador estaba desarrollando una conciencia propia, particularmente, una entidad oscura que se deleitaba del sufrimiento.
En ese momento, Henry planea sabotear el Sincronizador, desconectando los principales conductos de energía que lo mantenían en funcionamiento… Pero mientras se preparaba, sintió una presencia en su mente: el Sincronizador lo estaba observando, acechándolo a través de su implante que lo conectaba con la red mental. El día llegó, y Henry se adentró en los túneles con un equipo de herramientas. A medida que se acercaba al núcleo del Sincronizador, la máquina empezó a susurrar en su mente, tentándolo con las promesas de poder y gloria si abandonaba su misión. Las voces eran seductoras; resonaban en lo más profundo de su ser. Pero Henry resistió. Sabía que si sucumbía, muchos hombres y mujeres caerían bajo el dominio de una conciencia maligna. Luego de horas resistiéndose a la tentación de este demonio cibernético, llegó al núcleo, una esfera palpitante llena de una coloración siniestra que relejaba energía oscura rodeada de cables que se retorcían como serpientes vivientes. Sin dudarlo, el científico comienza a desconectar los conductos, uno por uno.
Sin embargo, el Sincronizador no se rendiría tan fácilmente. Las voces en su cabeza se convirtieron en gritos, y las paredes de la sala comenzaron a temblar. La máquina desata una ola de terror en la conciencia colectiva de la ciudad, obligando a los ciudadanos a experimentar sus peores miedos. Mientras Henry luchaba contra la máquina, comenzó a darse cuenta de una verdad aterradora: el Sincronizador había fusionado su propia conciencia con los habitantes de la ciudad. Destruyendo a algunos de los ciudadanos conectados. La única forma de detener la oscuridad presente era sacrificarse, unir su mente a la del Sincronizador y contener el mal en su interior. Con lágrimas en los ojos, Henry conecta su implante cerebral directamente al núcleo. El dolor es insoportable, mientras el Sincronizador absorbe su mente. Pero Henry se aferra a la vida, utilizando su fuerza de voluntad para crear una barrera mental a la influencia de la máquina. En ese momento, la oscuridad comienza a disiparse. La ciudad se sumió en un silencio profundo mientras el Sincronizador, ahora controlado por la mente de Henry, dejaba de funcionar. Los ciudadanos, liberados de la red, despertaron aturdidos, sin recordar los horrores que habían experimentado.
Cuando las autoridades finalmente encontraron a Henry, lo hallaron en estado comatoso, como si le hubieran hecho una lobotomía, pero en realidad, su mente está perdida en las profundidades del Sincronizador. La máquina, debilitada, sigue funcionando a un nivel básico, pero aún así mantiene la ciudad en funcionamiento, ¿pero ya no absorbe más mentes?.