Nexu – Sombra Orbital

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El crimen tiene un olor particular en el vacío: ozono, metal viejo… y sangre reciclada. Nexu no dormía, solo giraba, como un cadáver en formol. Yo, Marcus Ravenna, era su verdugo disfrazado de capitán. Cuando apareció el cadáver del embajador thoriano flotando en el eje de gravedad cero, supe que no era un accidente. Ni suicidio. Era un mensaje. Solo faltaba saber para quién.

Jax Renner, contrabandista reciclado en informante, me entregó una pista envuelta en sarcasmo: “Dicen que alguien activó el artefacto… y no fue con permiso”. La Orden no hablaba. Eliminaba. Si ellos estaban detrás, el cadáver era el primero de muchos.

Fui a buscar respuestas al “Sector Muerto”, donde los módulos no reciben mantenimiento ni justicia. Allí encontré a Alara Vok, diplomática exiliada con más secretos que ojos. “Tu embajador descubrió que el artefacto abre más que portales… también memorias”. Me tendió una esfera oscura diminuta. Temblaba como si respirara.

Esa noche, otro cuerpo. El técnico que reparaba los sensores orbitales. Sin lengua. Mensaje claro: alguien no quería que viéramos lo que se acercaba desde el borde del sistema. Los llamaban "Devoradores de Mundos". Nadie sabía si eran reales… hasta que el sensor gritó. Una firma imposible. Antigua.

Tuve que elegir: entregar el artefacto y fingir que nunca sucedió. O usarlo.

Elegí el caos.

Ahora Nexus arde a ritmo lento, diplomáticos huyen en cápsulas y Jax bebe como si el universo ya hubiese estallado. Pero el artefacto funciona. Y mientras la estación cae, transmite un mensaje a cada rincón de la galaxia:

“Algunos monstruos se vencen con otros más grandes”.

Y yo… soy uno de ellos.

 

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