La Rata

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Ya hace un tiempo que me cansé de la alarma de mi Samsung para despertarme. La llegué a odiar tanto que estuve a punto de volcarle una copa de Jack. No se merecía tal honor.

Por eso decidí despertarme con música, Pearl Jam fue lo primero que me vino a la cabeza. Así, arrancaría mejor el día, nunca arrancó.

Mi día es de noche, las 5 am no es una buena hora para levantarse. Ni para acostarse.
Me despertó la luz del día y no Eddie Vedder.

-Mierda!! Qué hora es? Como preguntando a alguna compañera casual de sábanas.

Nadie respondió. Intenté manotear el celular, estaba el cable pero no el puto teléfono. Aunque mi casa es un desastre, ropa tirada, platos sin lavar, paredes sin pintar, recuerdos sin borrar, las cosas no desaparecen de la mesa de luz. Siendo adicto a la tecnología, casi siempre se donde esta mi celular, o cargando o en mi bolsillo. Raro.
Un día lo encontré debajo de una caja de pizza (aun con varias porciones sin comer) debajo de una campera, debajo de una ropa interior femenina. Me pregunto que se puso cuando se fue.
Así varias cosas, siempre una debajo de otra.

Desayuné y como decidí no ir a trabajar me puse a ordenar. Con esperanza.
Fue inútil, no apareció. Entonces desempolvé un viejo despertador para la noche siguiente.
Aproveché el día para visitar amigos y correr en la plaza. Igual que otro día (noche) a las 22 hs estaba acostado.
Antes que el viejo despertador sonara, escuché los gritos de Eddie Vedder.
Me levanté sobresaltado, aunque no entendía lo que estaba sucediendo, algo estaba sucediendo. Había ordenado toda la casa y no estaba. Y ahora estaba en alguna parte.

Corrí las sábanas apresurado para seguir el camino de Just Breathe, pero se apagó, antes de lo esperado.

- Se quedó sin batería! Grité.

Pero a los pocos segundos se prendió y se volvió a apagar. Esta vez casi instantáneamente.
Alguien lo había apagado...
Sabía de donde no habían salido las alarmas de mi celular. Mi pieza, no. La de mi hija más grande, no. Restaban una pieza, el baño, la cocina y el living. De todas formas eso no importaba. Quién tenía mi celular me intrigaba más que nada. Si me hubiesen querido robar, algo mas, o incluso asesinar ya lo hubiesen hecho.
Y de repente, un mensaje de texto... ahora sabía donde estaba.
Corrí a la cocina, y ahí la vi, perfectamente parada sobre sus patas traseras; mirándome, sonriendo con enormes dientes afilados, una cosa, algo.
Me seguía mirando, tenía mi celular en sus garras, parecía desafiarme. No mediría mas alto que uno de esos perros de mierda que tiemblan todo el tiempo.
Dejó el celular sobre la mesa y sin darme cuenta se abalanzó sobre mí, con sus garras y sus dientes. Alcancé a esquivarlo, golpeándose contra la mesa del comedor y cayendo al piso.
Otro mensaje.
Le di una patada y otra, hasta que vi salir sangre de su boca llena de espuma.

- Qué mierda es esto! Me robó el celular una rata! Es una locura! Cómo entró?!

La metí en una bolsa y la tiré desde el balcón a la calle. Fui a la cocina, agarré el celular y respondí el mensaje

¨Perdoná que no te contesté antes amigo, estaba algo ocupado.¨

Volví a mirar por el balcón. La bolsa ya no estaba.

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