El Autorretrato De Bastian
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En un día de asueto, el señor Molina, padre de Bastian, telefoneó a la niñera para que se presentara de inmediato en su casa y estuviera al cuidado de su hijo. Lucy, de dieciséis años, tomó la llamada y sin poder negarse, aceptó la responsabilidad; sabía que el señor Molina confiaba en ella y no quería decepcionarlo.
Al llegar a la casa del señor Molina, lo vio subirse apresurado al auto y mientras lo ponía en marcha, escuchaba atentamente sus instrucciones: debía mantener la ventana abierta de su estudio; su gato podría regresar pronto, y en cuanto lo viera, tenía que asegurarse de que no volviera a salir.
Después de despedirse de forma acelerada del señor Molina, Lucy entró a la casa. Advirtió el silencio y se frustró. Últimamente, al cuidar de Bastian el tiempo le parecía que transcurría muy lento. Preferiría jugar o charlar sin parar, pero él ya no era el niño de ocho años delicado y parlanchín que la perseguía a todos lados. Ahora notaba que la pubertad lo había alcanzado, volviéndolo corpulento y retraído.
Cuando subió a la segunda planta para verificar la ventana del estudio, escuchó la regadera de la habitación de Bastian. Se le hizo extraño que la puerta de su cuarto estuviera semiabierta, así que asomó la cabeza y lo llamó despacio para no molestarlo. Sin embargo, no obtuvo respuesta.
Por curiosidad, entró a la habitación. Apenas dio unos pasos y se percató que encima de la cama había una cámara instantánea y algunas fotografías apiladas. Las tomó y las miró rápidamente. Las tonalidades en blanco y negro la desconcertaron; no estaba segura de lo que había visto, pero su intuición la puso en alerta y su latido comenzó a acelerarse. A pesar de ello, decidió ignorarlo, y temerosa, separó seis fotografías sobre la cama. Al obtener un panorama más amplio, supo que tenía que ponerlas en orden.
Una parte de ella estaba confiada: si seguía escuchando cómo el agua caía, significaba que Bastian aún se estaba bañando. Por lógica, colocó una secuencia de tres instantáneas y enseguida buscó la que iba debajo de la primera. Luego, buscó la que iba debajo de la segunda. Antes de completar la secuencia, descubrió que se trataba de Bastian.
Al posicionar todas las fotografías, quedó sin aliento por un instante: veía el autorretrato de Bastian con una sonrisa maliciosa, su mano sostenía la cabeza decapitada de un gato, que resultó ser la mascota del señor Molina.
Horrorizada, dio media vuelta. Al salir de la habitación, vio a Bastian al pie de la escalera, y mientras lo veía caminar hacia ella, sentía que el cuerpo no le respondía del pánico. De repente, una fuerza brutal sobre sus muñecas, la hizo arrodillarse de dolor y con gemidos empezó a suplicar que la soltara, pero no fue sino hasta que Bastian terminó de repetirle en una voz pausada y fuerte: "No te vuelvas a meter a mi cuarto como el gato" que dejó de sentir su agarre, y pudo huir despavorida.