La Casa De Las Mil Brujulas
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Decía la leyenda en un pueblo chico del interior, el que entraba jamás salía y el que salía encontraría la solución a todos sus problemas. Por esa razón la casa había sido objeto de desprecio por todos los pueblerinos por décadas y la construcción ahuyentaba hasta el más valiente o en otras palabras; prudente. La gente suele temer a lo desconocido y la historia desvaría de individuo a individuo, pero todos tenían algo en común, el rechazo mezclado con aceptación involuntaria hacia un objeto inanimado.
El truco constaba, acorde, a lo que murmuraba, aquella vieja alma que vagaba de una esquina a la otra bajo la luz de la luna tan cruenta, sin rumbo aparente.
En ser uno mismo y no dejarse guiar hacia el abismo, sino atravesarlo experimentarlo y ser parte de todos, algo que comprendería mucho más tarde.
Así que con altos pronósticos de lluvia, ese día me decidí por entrar. Fue un martes más húmedo y caluroso como ningún otro, me entregaron una brújula antigua y con una actitud altamente curiosa e influenciable en los menguantes minutos de esta existencia: No dude.
La oferta era tentadora y los mercaderes de sueños nos embaucan entre sombras indiscretas. Mi objetivo era probarme a mí mismo y al resto que la leyenda era solo un mito y que podía salir vivo contra toda adversidad.
Una vez dentro, la puerta sé cerro detrás mío. El picaporte se rio de mí por un largo periodo y los sonidos exaltaban todos mis sentidos. Sentía por momentos que cada recorrido que daba en esta sencilla y lúgubre casa, algo de mí se perdía, pero en intercambio ganaba algo de experiencia.
Mientras que las cerraduras renegaban entre ellas, especulando sobre especulación misma en lenguas muertas de aquellos que habitaron este lugar.
Era un pasillo largo, con diez habitaciones y nueve ventanas sin pisos que me llevaran arriba ni abajo, ni ático ni sótano. Solo su fachada principal daba la imagen de algo grandioso vista desde el exterior.
Explorando los vértices de cada habitación, descubría una brújula colgada similar a la que portaba conmigo, todas marcaban al norte y con una pobre iluminación con lámparas de queroseno y los rayos de luna ominosos era difícil fijar donde estaba realmente.
No había signos de haber sido un hogar, no habia forma de catalogarlo entre feliz o infeliz, daban vibraciones de vida, pero, sin embargo, eran "normales" dentro de lo que cualquier bicho de urbe podría describir.
Los susurros en los rincones, donde el miedo ahuyentaba al miedo, me sugerían por donde debía ir como si de un ángel se tratara, pero el canto no era celestial.
Había un antiguo altar con una antigua radio, una vela decorativa de color verde y un papel con frase:
"Aquel que aventura hacia lo desconocido, desconocido será para los demás".
Apenas lei la frase en voz alta, la aguja de la brújula comenzó a girar en todas las direcciones más errática que cuando entre. Estaba furiosa, mi ignorancia no era una bendición para lo que fuera que estaba acompañando mi jornada en este lugar.
Sentí por un momento un brutal empujón, me tropezó contra el altar y perdí la conciencia. Apenas la recobre había regresado a la entrada donde todo había cambiado, el blanco del pasillo casi me deja ciego y las cerraduras cantaban una oda melancolíca que resonaba en mi alma y reverberava en cada parte de mi cuerpo.
Ahora la brújula que lleve en todo este recorrido en mi mano derecha, estaba incrustada en mi pecho y me decidí nuevamente explorar las diez habitaciones con colores agradables a la vista, las brújulas indicaban el sur, incluyendo la mía.
Sería donde debía ir?, súbitamente los susurros se escabulleron y se convirtieron en prosas, los silencios en melodías distantes que varias parecían salir de la radio. Las lámparas de querosene habían desaparecido conjunto al altar.
Evalúe mis pasos, pero la sensación de liviandad me llevaba como si fuera si se tratara de un viento suave. Todas mis preocupaciones, mis anhelos habían sido fortificados. Con la mente en blanco, me percaté de algo.
El suelo del pasillo se había transformado en una hilera de cuerpos sin rostro y en el techo colgaban mil brújulas. Mi reacción fue más de sorpresa que de horror, la locura la había conocido en aquella esquina con aquella alma que vagaba de esquina a esquina.
Me habían entregado una brújula a cambio de mi existencia y yo la había aceptado para saciar mi curiosidad, donde la vida vencía a la muerte en un ciclo irreverente.
Donde un cuento tenía el poder de una leyenda y el aventurero era premiado o castigado por haber transgredido un espacio que por tabúes del resto no debía ser explorado. Suaves palabras para un sordo y dulces para un ciego.
Donde el sentido común no era aplicable, donde el amor habitaba en todo mi ser en aquellas diez habitaciones. A esta altura te estarás preguntando que había en las nueve ventanas.
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Extracto de un recorte de Diario investigativo local de 1910, día martes.
"El misterio que cautivo a un pueblo por décadas, finalmente revelado"
La demolición de la casa que los locales llamaban *las mil brujulas* revelo que nadie había habitado la casa hace siglos, tenía 3 pisos e hicieron un macabro hallazgo. Se requiere discreción con lo que se va a relatar a continuación:
"Encontramos los restos de diez cuerpos de adultos mayores, detrás de la casa y otros ocho de adolescentes en muy buen estado debido a las circunstancias, la intensa lluvia complico la labor investigativo. Debido a esto nos entristece comunicarles que encontramos el último el cual no pudimos determinar edad, una frase poco usual en su torso y en su espalda un dibujo de una ventana."
Los investigadores van a continuar su labor in situ, especialmente debido al siniestro que no teníamos conocimiento previo. No sabemos si son familiares suyos o conformaban una familia entera, hay datos con fechas que no concuerdan en absoluto.
Lo que nos preocupa como comunidad fue la frase hallada en este último cuerpo que parecía tallada como si se tratara de un árbol:
"Buxis Boreālis"
Si bien desconocemos su significado, alertamos que los vecinos o curiosos eviten el lugar por el momento. Hasta nuevo aviso, un detalle más se encontró alrededor del noveno cuerpo, estaba rodeado de brújulas unas 10 como si de un rito satánico se tratara. Todas curiosamente apuntando al norte.
No sabemos si habitaba un asesino o asesinos en aquel lugar, lo que sí podemos dar fe que cuando llevamos nuestros equipos comenzaron a actuar de forma extraña.
El material fotográfico al revelarlo, los negativos mostraban el número 9 una y otra vez y la cantidad de objetos rescatada del lugar en total daban el número 1000 (incluyendo los restos).
Los cuerpos van a ser cremados una vez finalizada la investigación. Algo que sí nos quedó claro que, quien fuera responsable de semejante atrocidad, va a quedar impune, pero hay signos de víctima número nueve que logro escapar por una de las ventanas acorde a los planos que logramos adquirir de la propiedad.