El Replicante

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Las descripciones parecen odiosas cuando hablamos de la fría Buenos Aires, en las horas nocturnas de junio, donde  las personas de la noche parecen ancladas a esos mismos lugares de siempre, y no hay nada, pero para ellos lo es todo.

Así pasaba los días "Lito" durmiendo, para seguir luego en los paseos nocturnos de bar en bar, intentando vender o hacer lo que sea, así se ganaba la vida y curaba su hambre en la calle o con alcohol, un vino barato a veces otro más costoso o lo más común cerveza.

Odiaba la rutina, detrás de esa vida desordenada se encontraba un ser que no fue solitario, ni nocturno, “Lito” en su otra vida, estudió ingeniería, era hábil para las matemáticas y los cálculos avanzados. Su mente era una caja de sorpresa que de repente esfumó dejando una sombra del tipo que una vez fue o tal vez un hombre nuevo.

La tarde que salió de su departamento, con un morral lleno de libros y hojas escritas, llevaba un entusiasmo inusual, sus ojos marrones detrás de sus anteojos redondos, un cabello largo ondulado atado la cola, a la vez que  sonreía como un nene inocente aprendiendo un juego nuevo.

Llegó a la universidad, con esa sonrisa todavía dibujada, dio dos golpes en la puerta marrón desgastada de una oficina, detrás de escucho la voz de “pase”, era el profesor Edelmiro Fuentes, un catedrático de los más prestigiosos de la casa de altos estudios.

Lito entró con prisa sacando los libros y las anotaciones.

—Miré profesor, ¡lo encontré!

El profesor Fuentes lo miró sin entender, por lo que preguntó.

—¿Qué encontró Molinari?

—¡Encontré el replicante de objetos! — Dijo Lito a la vez que arrojó sus anotaciones en el escritorio.

Edelmiro Fuentes se puso los lentes y comenzó a ver esas anotaciones, ecuaciones y planos.

—¿Lito estas seguro de esto?

—¡Vea profesor, los cálculos están perfectos!

El profesor se sacó los lentes, mirando a Lito a los ojos y dijo.

—Pero esto es una locura, sos consiente de lo peligroso que es.

—¡Lo sé! Pero usted sabe, esta será mi tesis y con este proyecto, quien sabe, hasta la Nasa no paro.

—Mejor no digamos nada de esto, pero por favor Molinari, manténgame al tanto de cada avance que tenga con esto.

 

Lito llegó a su departamento, ahora más tranquilo, confiado que su trabajo le iba dar unos frutos incalculables, en el dormitorio había armado una especie de taller, con artefactos llenos de cables, transistores, un lavarropas viejo de lata que solo tenía el armazón cuadrado, rodeado de cables y de alambres que formaban círculos, encendió el artefacto, apretando un botón y subió una especie de palanca. se percató que todo esté en su lugar, luego miró a su alrededor, encontró una vieja revista Rolling Stone, la metió en la máquina, y se puso a escribir códigos en un teclado blanco con manchas de suciedad.

En un instante la maquina se iluminó, la revista desapareció, en una especie de agujero negro, que absorbía las cosas, una vez que las cosas desaparecían, Lito corría hasta la cocina, allí tenía su heladera transformada en otro aparato como el lavarropas, abrió la heladera en ella había dos revistas, que las sacó colocándolas sobre un mueble, donde había tres plantas, dos llaveros iguales, tres repasadores idénticos con las mismas quemaduras y manchas.

Pero algo lo preocupaba, miraba cada circuito, aflojaba y ajustaba tornillos, pegaba golpecitos en una plaqueta, hasta que se fue a escribir códigos de algoritmos en su teclado, entonces Lito suspiró mirando a la heladera convertida en artefacto, se metió dentro cerró los ojos contando desde cinco hasta uno con sus dedos, hasta que llegó a cero, al mismo momento sintió una especie de cosquilleo en todo su cuerpo, como si hormigas circularan por sus manos y pies hasta que llegó una especie de calma, su corazón comenzó a latir despacio y abrió sus ojos, saliendo de su posición fetal, para ver donde estaba.

A sus espaldas el azul del cielo era hermoso, las estrellas fugaces pasaban a cada segundo, las cosas que había enviado por el artefacto estaban esparcidas por doquier, ropas, repasadores, revistas, planchas, hasta sartenes. incluso de diferentes tamaños, pero él estaba solo, según sus cálculos la carne humana no era replicante pero igual la maquina lo transportó a ese lugar, pero después de todo ese despliegue visual, el lugar se puso blanco en un vacío, era esa nada misma la pregunta que siempre se hizo, que sucedería si no existiera nada en absoluto, ni siquiera vida y él estaba allí contemplando esa inexistencia del todo.

No tenía noción de temporalidad allí, si eran segundos, horas o años porque ese lugar era sin tiempo, luego comenzaron a llover en esferas incandescentes de colores y todo se iluminó en luz y partículas de sustancias indescifrables para Lito, pero en ese momento sintió su cuerpo pesado como si le faltara el aire, hasta que se desvaneció.

Despertó en el piso de su departamento, ¿Cómo apareció ahí? No lo sabía, y todo se veía intacto, pero sentía como una presión en los brazos como si alguien o algo se los hubiera apretado, trató de recomponerse, pero se sentía muy cansado, solo tomó un poco de agua y se recostó.

Lito despertó por la mañana, notó una ausencia de objetos en su departamento, pero no podía dilucidar que era, aunque evidentemente las cosas que estaban duplicadas por toda la casa habían desaparecido quedando solo una.

 Así mismo él no podía entender que faltaba, pero sospechaba que en su casa había más cosas, con un dolor de cabeza repentino, pensó en su familia notó detalles que faltaban como si algo se desvanecía de a poco, hasta las cosas cotidianas como ser donde dejó su pantalón azul.

Así paso una semana entendiendo que su memoria se deterioraba y con dolores en todo el cuerpo, hasta sentir taquicardias repentinas de lo bien que estaba en su casa.

Se encerró sin atender a nadie, desde que se comenzó a sentir observado, salía de su casa, a cada rato miraba hacia atrás, en momentos le parecía ver personas que lo observaban o eran ideas que se le metían como solía pensar, como si fuera poco algunas personas lo saludaban con una sonrisa y él les devolvía el saludo tímidamente, no los recordaba.

Por lo que decidió vender sus cosas e irse a Buenos Aires, ya de su hábil mente quedaban rastros, ni siquiera podía recordar cosas de su pasado, ni que eran esos aparatos que tiró y otros que desaparecieron.

En la Buenos Aires, encontró una habitación para vivir, y algunos trabajos, su cuerpo se encontraba más delgado que nunca, las costillas a simple vista se contaban lujo de detalles y cicatrices, en la ciudad pasaba por bares, limpiaba copas, cobraba algunos billetes que lo ayudaban y comía lo que le daban.

Sus habilidades matemáticas eran tan grandes que todavía conservaba algunas, eso lo ayudó para trabajar como una especie de contador o persona que llevaba los números, de un pequeño dealer que se ganó la confianza de este, gracias a que una vez pudo descubrir a uno de los pibes de los que vendían droga en el barrio para él le daba menos plata de la que cobraba, así el “Gordo Farías” confió en el y en sus números, el gordo se las hacía de capo mafia, pero estaba muy lejos de esa realidad.

Una noche de esas ventosas que nadie sale a la calle, Lito fue a dejarle, el detalle de las ganancias del mes a la casa del Gordo que vivía al final de un largo y angosto pasillo, en el cual caminó desconfiado había demasiado silencio en el lugar no sonaba la cumbia por los grandes parlantes, ni se escuchaban la risa de lo amigos de Farías.

Entró despacio empujando suavemente la puerta con una mano, pero todo estaba a oscuras no se veía ni un alma en el lugar, solo un televisor prendido a bajo volumen.

En una silla de madera pudo ver el cuerpo rechoncho de Farías tirado a un costado, en una línea de sangre que desembocaba en un charco proveniente de su cuello.

Lito suspiró pegando media vuelta a la salida, pero alguien apareció entre la oscuridad alumbrado por el reflejo de la TV prendida, era el mismísimo Lito Molinari los dos exactamente iguales frente a frente, nada más que el que apareció en la oscuridad tenía el pelo corto y otros anteojos, al instante él Lito entre la oscuridad puso su dedo en su boca como advertencia de silencio y murmuró.

—Al fin te encontramos, ¡lo que te busqué pelotudo!, ¿sabes que te estás muriendo no?

Lito de pelo largo apretó los papeles de las cuentas del gordo que llevaba en su mano y dijo

—No, no sé, bueno, aunque cada vez me cuesta más andar hasta levantarme de la cama porque no me responde el cuerpo.

-Y sí, porque sos una copia mía, las copias de la máquina salen falladas sabes, se van desgastando, vos no tenés idea todo lo que hay en juego acá, tu vida es una mentira, una falla, nadie tiene que saber de vos.

 Al terminar esa frase, sacó un cuchillo y se lo clavó a Lito en el cuello, que cayó dejando los papeles que llevaba dispersos por el suelo manchados en sangre, con la poca conciencia que tenía Lito quedó mirando a ese otro Lito saliendo despacio de la casa, hasta morir ahí tirado.

Lito Molinari tiró el cuchillo al suelo, y salió por el pasillo con las manos en el bolsillo de su campera negra. Al salir entró a un auto ahí lo esperaba el profesor Edelmiro Fuentes que fumaba de su vaper y al verlo entrar a Lito preguntó.

—¿Ya está?

—Todo listo- dijo Lito.

—Menos mal, ahora si podemos trabajar tranquilos con todo el proyecto ¡y no hagas más cagadas de experimentar con vos mismo!

El profesor luego inclinó el cuerpo par dar arranque al auto, y Lito fue aturdido por un disparo y vio como al profesor le explotaba la cabeza manchando todo de sangre y carne que cayó sobre el volante, al ver quién disparaba abrió sus ojos sin poder decir una palabra, había un tercer Lito, que apuntó sin piedad a la cabeza y disparó.

El tercer Lito salió caminando tranquilamente, perdiéndose entre las luces de las calles que lo alumbraban cenitalmente, en un contraste de sombras.

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