Rasguños
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Me desperté de madrugada para ir al baño. Había tomado muchos mates esa noche. Mientras caminaba, escuché, entre tropezones, unos ruidos extraños que se asemejaban a unos arañazos sobre chapa. “Debe ser un gato”, pensé, al tiempo vi la hora en el reloj, cosa bastante difícil ya que el sueño me impedía abrir por completo los ojos y mucho menos enfocar las agujas sin luz.
Tomé un poco de agua y volví a la habitación. Nuevamente escuché el rasguño. Esta vez parecía más cercano. Además hubo un gruñido. Me acerqué a la ventana y ya más despierto miré hacía el cielo. Se veía cargado de nubes grises y negras. “Mañana seguro llueve”, dije hacia mis adentros. Dirigí la mirada hacia un costado y por las pequeñas rendijas sólo se veía la calle desierta y oscura iluminada por tramos debido a las luces de la cuadra. En la esquina se amontonaban las bolsas de basura que luego juntaría el basurero. Unos gatos parecían pelear en el techo de enfrente. En realidad estaban defendiéndose o escapando de algo. No llegué a distinguir de qué se trataba.
Miré hacia el otro lado y pude distinguir unas sombras que se acercaban pero no se oían pasos, algo muy raro. Giré para ver la hora y eran las 3 de la mañana. Las sombras se acercaron cada vez más. Tuve que taparme la boca para contener un grito de pavor. Lo que vi no era natural. Unos seres de miembros largos, delgados, con vientres abultados, con garras y bocas enormes enmarcadas por filas de dientes afilados como navajas sin labios se arrastraban por la calle y algunos reptaban por las paredes subiéndose a los techos de las casas. Uno entró a una de las viviendas delgado como una sombra y salió con el estomago de mas del doble de su tamaño.
En ese momento sentí como uno de ellos pasaba trepando por mi ventana. Me quedé inmóvil. Su cabeza se detuvo justo frente de la mía. El hedor que emanaba era nauseabundo; una mezcla de químicos y putrefacción. La criatura se detuvo unos instantes como olfateando su cara, si se la podía llamar así, ni siquiera tenía ojos. Permanecí inmóvil esperando que se fuera y siguió su camino. Al moverse observe que en su vientre algo se movía. Un rostro humano con una muesca de horror intentaba salir desde el interior. Demás esta decir que no volví a dormir esa noche y, al salir el sol, salí a la calle.
Quería encontrar alguna evidencia de lo que había visto durante la noche. Oí la sirena de una ambulancia que se detuvo en la casa de frente. Al parecer alguien había muerto durante la noche por causas desconocidas. Lo encontraron en el suelo, cerca de la puerta, con la ventana abierta y, junto a su cuerpo, se encontró a su mascota, un gato todo lastimado que parecía haber tenido una pelea con un tigre por las heridas de su cuerpo.
Coincidencia o no ya no veo ni a los gatos ni a la noche de la misma manera y por las dudas siempre me fijo tres o cuatro veces si todas las puertas y ventanas están cerradas Incluso las noches en las que no escucho los rasguños.
#Este cuento fue publicado originalmente en el blog Aletheia Buenos Aires (http://aletheia2019.blogspot.com/2020/10/rasgunos.html)