“Operación Torre Abajo” (Basado En 2 Sucesos Reales Acontecidos En El Año 2021)

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Phil Calvin, norteamericano de 43 años, delgado y muy alto; de 1.93 metros, cara larga, pelo castaño, barba crecida y ojos verde grisáceo, ocultos por gafas polarizadas de gruesos marcos color ocre, reposaba poco tranquilo en una ancha y cómoda cama al interior de una lujosa habitación del Hotel Intercontinental ubicado en el corazón de Beijing, China. Ese día eran las 16:44 horas, hora local y la concentración de Phil, pendía al 100% de la rectangular pantalla plana del televisor de su cuarto. Entendía perfecto el idioma chino mandarín, pero no eran las palabras las que acaparaban su atención en ese momento, sino las imágenes.

Mientras el reportero chino hablaba sumamente excitado, la cámara enfocaba en el fondo al gigantesco rascacielos de 84 niveles, erguido hasta el cielo; imponente y sólido pero que solo minutos antes tambaleara dramáticamente; cual frágil y débil flan.

Con ojos desorbitados y voz exaltada, el comunicador asiático juraba una y otra vez que el sistema nacional sismológico jamás detectó sismo alguno en el área y el meteorológico negó rotundamente la presencia de vientos violentos aquel día. Aun así, el coloso se había movido por algunos terroríficos segundos sin explicación alguna y de vez en vez, se pasaba la toma de aquel misterioso vaivén, filmada momentos antes, desde una cámara fija en un punto frente al rascacielos de oficinas y que era la prueba irrefutable de aquel raro evento.

Ya en vivo, cámaras fijas y en movimiento desde diferentes ángulos, filmaban a la multitud de ocupantes del inmueble, quienes, en despavorida huida salían corriendo o trastabillando por todos los orificios de la parte inferior del gigante de acero y concreto; intentando desesperadamente poner mucha distancia de por medio entre ellos y aquella colosal mole.

Phil Calvin, extasiado y sin un solo pestañeo, estuvo mirando el reportaje por cerca de 30 minutos, hasta que el abrupto cambio de noticias lo saca de su perpleja fascinación. El norteamericano emite un profundo suspiro, como descargando una alta tensión acumulada. Al tiempo que apaga el televisor, vuelve a la cama, no sin antes pasar por el frigorífico de la habitación y tomar una cerveza bien fría. Se sienta en el borde de la cama y pone la bebida en el buró a su lado. Toma su celular del mismo mueble y marca un número –misión cumplida, Albert –dice Phil, quien después de una pausa, agrega –todo salió conforme a lo planeado –lo acabo de constatar, Phil –contesta una voz varonil al otro extremo, quien, en tono halagador y casi jubiloso, complementa –excelentísimo trabajo, soldado, ahora debes salir inmediatamente de allí. Phil se duerme profundamente y tiempo después se incorpora de la cama al consultar su reloj de pulsera; los dígitos le marcan las 19:15 horas. Sabe que su vuelo de regreso a los Estados Unidos saldrá a las 21:50 horas y el tiempo apremia. Se dirige a su segunda y última maleta. Antes de partir, debe asegurarse muy bien que todos los delicados implementos de su misión regresen en orden. Después de sacar un cúmulo de cachivaches, que evidentemente intentan ocultar el fondo de la maleta, Phil llega a este y activando un creativo mecanismo, el fondo se abre dejando ver un estuche metálico color negro del tamaño de un maletín. El norteamericano toma entre sus manos el objeto, de un grosor no superior a los 10 centímetros. Lo abre pulsando un botón en su lateral más angosta y la sangre se le hela en las venas, al notar con evidente sorpresa un hueco circular de unos 15 centímetros de diámetro, en una esquina del artefacto que trae entre manos –“¡El Iniciador!” ¡No está, no está! –Exclama Phil, incrédulo aún por lo que observa. Se yergue cual alto es, pero las piernas le flaquean. Siente que le falta oxígeno y tambaleando se dirige al balcón para tomar un poco de aire del exterior. Se encuentra en un 7º piso y el viento en aquellas alturas le golpea el rostro con brusquedad. Retorna a donde el artefacto; mascullando y maldiciendo –¡maldición! ¿Cómo pude olvidar el “Iniciador”? Ahora lo recuerdo: sólo metí en el estuche el “Vibratorum” y dejé conectado el maldito “Iniciador”. Debieron ser los fantasmales fulgores azules en ese cuarto, los que me idiotizaron ¡demonios! –Revisa la hora: son las 19:55 horas y toma una decisión; volver a Estados Unidos. Mientras conduce al aeropuerto, rememora su pasado. Residente de la ciudad de Boston, Phil egresó del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y desde que terminara sus estudios universitarios estuvo fascinado y obsesionado con uno de los últimos e increíbles experimentos del genial Nicola Tesla: el de la manipulación del sonido hasta convertirlo en descomunal fuerza por vibración. Tenía más de 21 años dedicados a ello y hacia 3 años que la inteligencia americana, a través de Albert Marini; director de la CIA, se acercara a él para proponerle desarrollar una ultra secreta operación a la que denominaron “Operación Torre Abajo”. Conociendo la capacidad de Phil en el área, el plan del gobierno consistía en dotar al científico de todas las herramientas y recursos posibles para que este culminará con éxito el ambicioso proyecto de construir una máquina pequeña, capaz de hacer vibrar y hasta derribar un rascacielos. Dentro de lo que la CIA procuró a Phil y que más lo emocionaba, fueron los documentos originales del experimento inconcluso de Tesla, que el gobierno secreta y clandestinamente decomisó a la muerte del científico. El sobresaliente genio de Phil Calvin logró la gran hazaña. Manipulando la electricidad, la acústica, el magnetismo, la física y la química de partículas subatómicas de elementos muy especiales; construyó el “Vibratorum”; tan pequeño como un maletín y capaz de desatar la fuerza de mil volcanes. El artefacto solo constaba de 2 piezas: el “Vibratorum” y el “Iniciador”, este último solo debía conectarse a una fuente eléctrica común de 110 volts y retirado a una distancia no mayor a los 5 metros del “Vibratorum” para, de manera inalámbrica, activar “el canto y la danza de los átomos del sonido”; como Phil llamaba al proceso. Sólo 40 minutos bastaban para lograr desencadenar la fuerza devastadora más insospechada; controlada y programada desde el “Vibratorum”. Lo más fantásticos de aquel invento era que, a los 10 minutos de la activación, se podía retirar el artefacto, pero en ese lugar quedaba prendida la mecha del infierno. Cada 10 minutos, el pequeño espacio donde fuera plantado el “Vibratorum” resplandecía de un cierto tono de color, que dependía de la hirvición de las volátiles partículas subatómicas manipuladas. Así pues, a los 10 minutos resplandecía en tono azul cielo, a los 20, el tono era amarilloso, a los 30, naranja brillante y a los 40 y a punto de detonar y expandirse, los resplandores eran rojo intenso; el color del mismísimo averno. En esas cavilaciones se encontraba, cuando percibió que un auto Kia guinda lo seguía. Phil aterrorizado, con su celular llama a la CIA. En el Este de los Estados Unidos, pasaba poco de las 9 de la mañana y contestó el teléfono Albert Marini –¿qué sucede Phil? –Preguntó –¡me siguen, me siguen! –Asustado respondió Phil – ¿en dónde te encuentras? –Volvió a preguntar Albert –voy rumbo al aeropuerto, me faltan como 15 minutos para llegar, p-ro, estoy seguro que un auto me persigue –¿traes contigo el arma? – Cuestiona el agente y el científico responde –sólo el “Vibratorum” –el director de la CIA no entendió bien aquella respuesta, pero por puro instinto le instruyó –cambia el rumbo Phil, dirígete a la embajada americana; no vayas al aeropuerto porque jamás te dejarán tomar el avión. Ya Albert no recibió respuesta. Phil colgó porque un hombre asiático con uniforme de tránsito le paró el alto en una intersección con semáforos y poca afluencia vehicular. La luz estaba en verde, pero el tránsito chino no se movió. Phil tendría que arrollarlo para pasar. El Kia que lo seguía lo acaba de alcanzar y estaba justo detrás del carro de Phil. Desesperado, Phil baja su ventanilla y en idioma chino espeta enérgicamente al asiático. La luz cambia a rojo y es cuando el hombre se le acerca y en rapidísimo movimiento inyecta una sustancia en la yugular de Phil y este se desvanece en cuestión de segundos. El supuesto tránsito hace una señal al auto de atrás. Del Kia bajan dos fornidos chinos y sacan en vilo a Phil de su auto introduciéndolo en el asiento trasero del Kia. El tránsito chino se sienta al volante del auto de Phil y ambos vehículos se retiran del lugar.

Pasan de las 6 de la mañana hora de Beijing, cuando Phil Calvin empieza a recobrar el conocimiento, se encuentra en una especie de capsula tubular de 3 metros de diámetro por 3 metros de altura; revestida totalmente por una fina capa de color dorado resplandeciente. Sentado en un sillón experimental y atado de pies y manos a este. Al principio creyó Phil que estaba frente a un espejo y el hombre que estaba a un metro frente a él era su reflejo. Lo desestimó al ver que el hombre tenía los ojos rasgados sin gafas y no tenía correas sujetándolo. Pero, igual que él estaba sentado; barba y cabeza afeitadas y Phil no sentía ni el pelo ni la barba; seguramente fue rapado y afeitado como el hombre de enfrente. Sobre su cabeza, el americano sentía una ligera carga y supuso que era lo mismo que coronaba la cabeza del hombre que veía; una especie de casco, también dorado, con forma de cerebro y con decenas, quizás cientos de filamentos del grosor de fideos, áureos también y conectados todos al techo de la capsula. Por una puerta ubicada en la capsula a la izquierda de Phil, aparece un hombre pequeño, rasgos también asiáticos, pelo negro cortado estilo militar, un poco regordete y luciendo un bigotillo delgado y corto. Embutido en impecable bata blanca, se acerca a Phil esbozando una amplia sonrisa –doctor Calvin, soy el doctor Chang Xian, espero se encuentre cómodo –se presenta el oriental tocándole suavemente el hombro y mientras barre con la mirada el interior de la capsula, agrega en un idioma inglés bastante bueno –como verá, aquí en China hacemos muy buen uso del oro –Phil, cansado y somnoliento; con los parpados pesándole como plomos, quiso hablar, pero de su boca solo salían sonidos guturales –¡no, no!, no se esfuerce usted –le reconvino el chino, complementando –no podrá hablar porque lo tenemos en un estado idóneo para nuestro experimento –al escuchar aquello, Phil abrió lo más que pudo los ojos con terror y el doctor Chang continuó –sí, doctor Calvin, aquí también experimentamos cosas; nuestros juguetes son menos traviesos que el que trajo usted a nuestro país, por supuesto, pero, le aseguro que nos son de mucha utilidad. Pero, no se preocupe, usted no recibirá golpes ni torturas; eso era en otros tiempos… entre gentes incivilizadas. Además, de ninguna manera queremos provocar una desavenencia diplomática con su país –el chino sentado enfrente de Phil, no pudo evitar una sonrisa burlona al escuchar aquello y el hombre de pie continuó –yo le garantizo que en 48 horas estará de vuelta en su país; con su familia y sus queridos paisanos. Ahora le voy a presentar al doctor Lee; colega y científico como nosotros –comenta el doctor Chang señalando al chino sentado y con irónica burla complementa –El doctor Lee es gran admirador suyo y de sus juguetes, doctor Calvin, y se ofreció como voluntario para el experimento que vamos a comenzar. Usted tiene una historia muy larga que contarle –el doctor Chang se dirige a su compatriota y obtura un botón en la parte trasera del casco de este. Al instante, millones de micro destellos dorados inundan la capsula y atraviesan cada filamento que provienen del casco del doctor Lee, al tiempo que este cae en un aparente y relajado trance. Ahora, el doctor Chang se dirige al norteamericano y tomándole una pequeña perilla, ubicada también detrás de su casco, se acerca a su cara y le susurra al oído –¡ah!, y no se preocupe por el idioma, doctor Phil, el doctor Lee habla y entiende muy bien el chino y el inglés, por lo que usted podrá contarle todos sus secretos en el idioma que desee –dicho lo anterior, gira bruscamente la perilla hasta el fondo a la derecha. Phil siente que cae por un oscuro y profundo abismo donde comienza a soñar vertiginosamente su vida pasada hasta que pierde la conciencia.

Han pasado ya 48 horas desde que arribó a Boston el vuelo que debería haber traído desde China al científico Phil Calvin, que sigue desaparecido. Los departamentos de inteligencia y diplomacia de los Estados Unidos han intentado localizarlo por todos los medios, sin resultados y los chinos niegan estar involucrados en la desaparición de ese hombre.

Eran las 10 de la mañana de ese viernes en Boston, cuando unos golpes a la puerta de la oficina del director de la CIA, Albert Marini, sacan a este de la profunda concentración en que se encontraba. Al abrir, entra el agente Carl Rogers, quien, sin saludar y muy ansioso habla –dos noticias, señor –al sólo percibir el semblante de su agente, Albert presiente lo peor. Helado y mudo; impotente para hablar, sólo mira angustiadamente al hombre. Eso da la pauta al agente Carl para continuar –la primera: hace apenas una hora, en acciones simultáneas; robaron la casa donde vive y el laboratorio donde labora el doctor Phil Calvin. El FBI ya lo investiga, pero desgraciadamente, estamos seguros que sustrajeron sólo lo relacionado al “Vibratorum” y a la “Operación Torre Abajo”. Fue muy rápido, señor. Tal parece que sabían exactamente donde se encontraba cada documento en poder de Phil. Se llevaron todo –¿y la segunda noticia? –Casi arrastrando las palabras, pregunta Albert con gran desconsuelo –no sé si sea buena o mala noticia, pero… –Responde Carl y después de una pausa continúa –…Encontraron al doctor Calvin. Se está comportando muy extraño. El rector del MIT nos llamó muy alarmado. Phil se encuentra ahora en el instituto. El rector George quiere verlo con urgencia, señor –vamos, conozco a George desde la escuela Secundaria; fuimos condiscípulos –responde sombríamente el director de la CIA y ambos se encaminan al lugar.

Llegando al tecnológico, Albert y Carl se dirigen a la oficina del rector George Smith y al abrir la puerta casi se van de espaldas por la impresión –Phil, pero… ¿Qué te han hecho? –Exclama Albert al ver al huesudo y demacrado hombre que se encuentra sentado, conversando con el rector y se dirige a él tomándolo suavemente por los hombros – tu barba…y tu pelo…tal vez nunca lo rapaste como ahora, ¿qué te pasó, Phil? –Pero, el extraño Phil; de cabeza y barba afeitadas, que se ve mucho más alto y trasijado porque pareciera que perdió muchos kilos en sólo unos días, retira desconfiado las manos de Albert, diciendo –¿quién es usted? ¿Acaso es profesor del tecnológico? –El rector hace una seña al sorprendido Albert y lo lleva a un apartado de la oficina cuestionándolo enérgicamente –¿qué está pasando, Albert? ¿En qué carajos metieron tú y la maldita CIA a este hombre? Te llamé a ti, sólo porque sabía que ustedes lo estaban usando para algo muy grande y mira… –¿Cómo y porqué vino él a este lugar? –Pregunta muy acongojado Albert –se presentó a una supuesta clase de matemáticas que debería tomar a las 8 de la mañana –responde el rector y agrega –cree que aun estudia aquí, que tiene 22 años y está a semanas de graduarse; como lo hizo hace 21 años –¡no me reconoció! –Dice Albert con suma aflicción y le responde George –estaba buscando a condiscípulos y profesores suyos de hace más de 2 décadas, ¿te das cuenta? No te reconoció a ti, ni a mí, porque está viviendo a partir de los 22 años. Al, date cuenta que le han robado 21 años de memoria –¡desgraciados! –Grita Albert, furibundo. Luego reflexiona –te diré lo que haremos, George; este hombre jamás se presentó aquí; ni te visitó, ni yo lo volví a ver. Con lo que le hicieron esos malditos, lo condenaron a la locura más espantosa de por vida. Será ingresado en una “madriguera” de la CIA. Recibirá todos los cuidados para su salud mental…desafortunadamente, jamás saldrá de ahí y nadie lo volverá a ver. Phil ya es un soldado perdido en acción -¿no es eso una vil traición? –Pregunta George –hay intereses más grandes que la traición a un hombre –fríamente contesta Albert.

Esa misma tarde, Albert voló a la ciudad de Washington, D.C., para una importantísima reunión en la Casa Blanca, con el presidente de los Estados Unidos. Después de escuchado el reporte completo y a detalle de la “Operación Torre Abajo”, el mandatario, con ojos centelleantes por la cólera, estalla –No lo puedo creer ¡imposible! –Luego, camina pesadamente hasta su escritorio y después de hacer una breve llamada, vuelve con Albert y con la cara enrojecida por la ira controlada, le dice –no se preocupe, afuera de esta oficina hay 2 hombres esperándolo, ellos arreglarán este asunto –Albert salió de ahí sintiéndose traicionado y casi muerto y el presidente de aquella poderosa nación, sólo murmuró –este sujeto debió saber que hay intereses mayores que la muerte de un hombre y su… “Operación Torre Abajo” fue lo más nefasto que él le hizo a este gran país.

Al día siguiente, Albert Marini aparece ahorcado dentro de su propia casa con una nota de suicidio al lado y 36 días después, en Miami, Florida, Estados Unidos, los chinos se vengaban; un edificio de apartamentos de 24 pisos había colapsado. Las sirenas aullaban y los muertos yacían bajo escombros humeantes. Circulaban ya unas imágenes que captaron el momento de la caída y segundos antes de la catástrofe, en un departamento vacío del piso número 12, se pudieron apreciar extraños destellos fulgurantes de color rojo intenso.

 

FIN.

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