Amor Maldito: La Huída

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Nunca  olvidaré  su rostro lánguido de dolor y furia cuando sentencié mis palabras de adiós, aquella última noche de octubre.  El manto ennegrecido del cielo invernal, parecía sostener apenas a una luna que colgaba alta y pálida, siendo testigo de nuestra despedida. 

Tomar esa decisión no fue nada sencillo. Nos habíamos  acostumbrado demasiado  la una a la otra…pero, en los últimos  días, los desencuentros se volvieron cada vez más  rudos y dolorosos, así  que…la enfrenté.

 - !No quiero seguir! -le dije tajante a Suyanne.

-¡No me dejarás!- Me respondió furiosa.

- ¡Claro que lo haré; hasta aquí  llegó mi paciencia!   ¡No quiero saber más  de ti! -Respondí dándole  la espalda. 

Acto seguido, intenté  alejarme de aquel sitio rápidamente sin mirarla. De pronto, sentí  su mano fría atrapando mi muñeca con una fuerza desmesurada,  hasta entonces  desconocida para mí. Me volví sorprendida y molesta para recriminarle por su reacción, y lo que vi en su mirada me horrorizó. Suyanne estaba inmóvil, sus ojos oscuros y brillantes se clavaron  en mí, como si quisieran desgarrarme el alma. Yo enmudecí atónita. Las sombras parecían  alargarse detrás  de ella, en sincronía  con su respiración  agitada, como si todo al rededor,  cediera  a su voluntad. 

- ¡Tú,  no puedes dejarme!- gritó con voz amenazante y enronquecida.

Aquellas punzantes palabras, laceraron mis sentidos cual aterrador filo de gruesa navaja, recorriendo  mi piel y mis entrañas. La presión de su mano en mi muñeca se fue cerrando dolorosamente en un claro símbolo de posesión. La mano de Suyanne estaba extrañamente rígida y fría, y pronto esa frialdad se extendió  como veneno por mis huesos dejándome  inmóvil. En medio de esa perturbadora escena, comencé  a percibir una furia  sumamente oscura que iba más  allá  del dolor físico;  como si Suyanne quisiera  arrastrarme  a un profundo y sombrío  abismo del que no habría escapatoria. En ese instante,  el corazón me latió con tanta fuerza, que su eco fue semejante al bramido de un animal en el umbral  del sacrificio. Dentro de mí, una fuerte voz  gritaba que me fuera lo antes posible de ese lugar, ante el inminente peligro. Sin embargo,  y aunque lo intentaba, la fuerza de su mano era tan intensa, que parecía que a Suyanne le hubieran crecido  raíces en su propia piel. Aquello, me pareció entonces,  una prisión  de huesos y carne sin escapatoria. Ante mí, la imagen espectral de Suyanne, se alzaba imponente rodeando mi atemorizado cuerpo, dejándome  sin respiración. Tarde entendí que aquella, no era Suyanne aunque lo pareciera. En un breve lapso de lucidez,  fui conciente de que una fuerza siniestra se había apoderado de ella, bebiendo cada gesto de rabia y desesperación, alimentándose de las sombras y de la densa  energía que envolvía esa noche. Entonces recurrí a esa voz en mi interior que me llamaba; cerré los ojos y pedí ayuda haciendo  acopio de toda  mi voluntad. Con un grito estremecedor,  torcí mi muñeca en un acto de valor y fuerza inédita,  sintiendo cómo mi hueso se hacía añicos mientras  apalancaba  mi pierna sobre su vientre, y sin pensarlo dos veces, tiré y tiré, dejando que el impulso me lanzara hacia atrás. En angustiosos segundos que parecieron interminables, logré  soltarme cayendo al suelo estrepitosamente. Ella aulló como animal herido y sin darle tiempo a más,  me incorporé con torpeza pero  sin detenerme, logrando correr a mi auto que se encontraba al doblar  la esquina. No me atreví  a mirar  atrás aunque  los gritos  y  aullidos continuaban al acecho como lamento ensordecedor. Aún  sentía  ese gélido  frío en todo mi cuerpo y brazo. Como pude, encendí el auto intentando  maniobrar solo con mi mano izquierda

El fuerte dolor en el brazo lastimado, amenazaba con hacerme desmayar, sin embargo, el miedo era mayor y seguí.  Pisé  el acelerador  a fondo mientras el motor  rugía al ritmo de mi convulso corazón. El coche  serpenteaba veloz por entre los árboles del bosque que hacían  aún  más  difícil  el regreso a casa. Los faros de neblina apenas lograban  penetrar la densa bruma que cubría el camino, y el silencio voraz que reinaba en la carretera se sentía  tan abrumador como mi propio miedo.  En ese instante  algo me hizo mirar por el retrovisor. Por encima del auto, una descomunal sombra  se deslizaba amenazante, y ésta  se alargaba a medida  que el auto avanzaba. Al principio pensé que  era un juego de luces o un absurdo engaño  de mi mente. Pero esto cambió repentinamente al reconocer el ronco aullido que minutos antes había dejado atrás.  Era la presencia de Suyanne que se agitaba sobre mí, con una furia inhumana, la sombra se arrastraba por el techo del auto como si estuviera fusionada con la misma oscuridad. De pronto,  se escuchó  un golpeteo como si unos huesudos dedos se estrellaran contra el metal. Con un terror indescriptible,  aceleré  con torpeza temblando de pies a cabeza, intentando entender qué era  lo que estaba pasando.  Y entonces,  esa  voz  espeluznante se volvió a escuchar: 

“Tú,  no me dejarás...nunca...nunca”

De nueva cuenta, el sonido de los dedos como huesos  se intensificó en un chirrido agudo y penetrante, haciéndome  sentir que en cualquier momento, el techo del auto se hundiría .  No pude más  y grité horrorizada dando un volantazo y pisando con decisión el acelerador, como un último  acto de supervivencia, esperando que "eso" que revoloteaba encima  del auto, cayera o se disipara con el movimiento. Por un momento  perdí  el control imaginando  mi fin. Cuando recobré el rumbo,  me di cuenta de que  la sombra  no solo seguía  ahí,  si no que ahora se deslizaba burlona  por la ventanilla  de al lado, como si la fuerza de la curva  la hubiera arrastrado exactamente hacia donde yo miraba. Aparté con desesperación mi vista  de la ventanilla llevándola al parabrisas. De nuevo, de mi garganta desgarrada, un sonoro grito de horror  se hizo oír entre las sombras; ante mí,  el rostro de Suyanne, o lo que yo creía  que era ella,  me miraban de frente  pegados al cristal llenos de odio  observándome  con intensidad. En ellos noté claramente un detalle que cimbró mis sentidos con gran desconcierto: en la frente, justo en el entrecejo, Suyanne tenía marcado un símbolo  extraño en forma de lazo alargado, y un ojo en el centro, que brillaba traspasando la materia con un potente destello. De momento  recordé que ese símbolo era usado para describir  la eternidad, pero había  algo retorcido  en él, como si tuviera vida  propia. En ese momento  el pánico  creció  en mi pecho; algo que no alcanzaba a comprender estaba sucediendo. Era como si la misma y profunda  oscuridad,  hubieran  encarnado  en el rostro  de Suyanne, y esa mirada penetrante  quisiera devorarme a través  del parabrisas, aplastándome  bajo su peso.  Mi respiración se entrecortó, al tiempo  que mi pulso latía  tan fuerte que pareció  apagar  cualquier otro sonido alrededor.

Sujeté aún con mas fuerza el volante  con mi mano izquierda,  y noté  que ésta también  comenzaba  a  debilitarse, como si su voluntad  estuviera  siendo  engullida por la mirada  fija de Suyanne. Ante mi cansada  y borrosa mirada, el mundo exterior  comenzó a desdibujarse rápidamente. Las luces de los faros  convertidas en borrones giraban alrededor. La carretera serpenteante…los árboles…las luces nocturnas…todo se desvaneció  entre las sombras… entre densas y oscuras sombras...

…Y entonces, la sensación  de caer se fue  sucediendo…sentí mi cuerpo soltarse, como si el mismo asiento del auto dejara de existir bajo él, dando lugar solo al vértigo originado por la desenfrenada caída a lo más profundo de un espantoso abismo.

“Todo  se volvió  silencio… en su  mente , aquellos ojos llenos  de rencor clavados  en los suyos, y ese extraño  símbolo en el entrecejo de Suyanne, sería lo último en sus recuerdos…"

“Tú,  nunca me dejarás…nunca”

Dos de Noviembre de…algún importante año.

Esta mañana, las autoridades locales  encontraron un vehículo destrozado en el fondo  del despeñadero que queda a escasos metros del río, con signos claros de un accidente  violento. Y  lo mas insólito, es que no hay rastro alguno del conductor, aunque  la búsqueda  ha sido  exhaustiva. En el lugar de los hechos, llamó  poderosamente la atención una inquietante frase  escrita en los restos del parabrisas del auto que decía:

“Tú nunca me dejarás “

Aún se desconoce si éstas palabras, tienen que ver con la desaparición del, o de la conductora. 

También trascendió la noticia del aparente suicidio de una dama al parecer despechada, ocurrido un par de días atrás,  cuya característica curiosa, fue que portaba en su frente un peculiar símbolo que todavía es objeto de  investigación.

María de la O

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