Las Visitas

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No sé cuánto tiempo ha transcurrido. Ni quienes aún todavía están esperándome.

¿Qué hice? cualquier cosa ocurrida en todo este tiempo no es mi culpa.

Es culpa de esa otra realidad que va escurriéndose; –según dicen- por tanto mendigarla.

Desperté, aterrada por el grito de aquel ventanal que alguien con furia abrió. Con un sólo ojo, el menos deforme, claramente vi como entraba la muerte de nuestra vivencia escoltada por sus ángeles.

Inmediatamente me levanté y me apresuré a dibujarles sobre aquellos hermosos lienzos, para que ninguno me abandonará jamás. ¿los ves? los colgué es estas cuatro paredes. ¿Ya viste esos pinceles bañados de rojo? Bien, pues con ese color y otros transparentes les pinté la piel. Aunque aquí insisten, que aquel día, estas paredes estaban bañadas de sangre que de mis heridas escapaba sin fin.

Y que me seguía mordiendo las uñas y las yemas de mis dedos, y que yo misma la iba mezclando con sal de mis lágrimas.

¿Sabes que hicieron cada uno de esos ángeles después de posar para mí? Se convirtieron en besos tibios con los cuales sellaron mis ojos para que no doliera el no volverte a ver. Aún no sé como entraron a mi habitación, el ventanal tenía el doble candado amargado de siempre. Lo que sí sé, es que al desaparecerse, mis manos temblorosas sudaban, se entumían, se adormecían y luego empezaron a arder quedándose ansiosas, intranquilas, pálidas.

Aquí dicen que se trata de un síntoma más por intolerancia a la frustración. Pero no les creas, si mis manos quedaron muertas fue por no haber podido plasmar sobre estas cuatro paredes el resguardo total de aquellos ángeles y así ya no anduviera añorando lo que nunca existió. Lamentablemente ahora es tarde. Por esto nunca más me dejaron ver a nadie. Desde entonces, me suceden estos huecos en el pecho y el dolor de lo imaginario nunca disminuye. Aunque acabe frascos completos de pastillas multicolores, que aquí me hacen tragar hasta vomitar.

Sigo reinventando mis ángeles de muchas formas abstractas, a veces me dedico exclusivamente a enmarcar sus secretos y otras los dejo libres. Sólo tú sabrás que nunca han dejado de hacerme la visita estos ángeles ociosos, tercos e incansables, que intentan devolverme al tiempo real. Ese tiempo que dicen vivir sin locura los que están allá afuera. Pero yo les pido que no lo intenten más y les convenzo de que mejor me encajen por horas tu voz en mi oído o me lleven a la calma de los lagos misteriosos de tus ojos. O transformen en un bello insecto toda esta mierda de encierro y que regresen el instante en que podía escapar de éste cuerpo para meterme al tuyo. Pero para entonces estaré dormida.

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