En Susurros Te Recuerdo.

                                            En susurros te recuerdo 

Estás aquí, muy dentro mío. Te pienso y mi estómago se llena de mariposas. (¿O acaso es algo más) Te extraño y en susurros te recuerdo. Grito tu nombre y el viento se lo lleva. Me deja nuevamente solo. Camino y tu sombra parece acompañarme, me sigue, busca venganza. Te lastimé, lo sé. 
 Nunca pensé que todo fuera a ocurrir de esta manera. Aún ahora, al borde de mi desenlace de horror, rememoro con tristeza aquella propuesta. Que distinto hubiera sido todo si te hubiese dicho que no. Ese maldito viaje causó nuestra desgracia. Trato de quitarte de mi cabeza y no lo logro. Debí saber que lo que hice traería consecuencias. 
¿Que si me arrepiento?  ¿De verdad lo quieres saber? ¿Acaso cambiaría  en algo nuestra relación?  Ya esta. Te maté. Moriste.
 Fin de la historia.
  Pero no te creas que eso me hizo feliz, pues no es así. Te contaré un secreto…  después de lo sucedido te lloré, te desmembré y te guardé en mi subconsciente. Todas las partes de tu existencia se clavaron en mi mente. Grabé tu rostro en mi cajita de música, la solitaria bailarina que se halla dentro ha encontrado en ti un compañero. Estás conmigo y en susurros te recuerdo. 
Te vomité. Me enfermaste y por eso saqué todo lo malo que me causaste. No creas que me estoy justificando, jamás lo haría. Solo digo las cosas tal y como fueron. Me lastimaste, en mi piel tengo tu marca, tatuajes sin forma, cicatrices que no se quitan. Ese cuchillo que encontraste y usaste en mi contra, ese mismo que desencadenó nuestro quiebre, descansa ahora en mi mano presto a continuar con lo que ha empezado. Sin embargo si tú no estás, no es lo mismo. Mis dedos tiemblan, mi cuerpo se encoje del dolor. No soporto que no quede nada de ti aquí a mi lado. Pienso en lastimarme, pero se que no tengo el valor. Ayer por la noche cené frente a una fogata y en silencio me despedí de vos. Ya no queda nada, te has ido para siempre. ¿ Que será de mi vida a partir de ahora? 
Me vuelvo loco y hablo conmigo mismo, aunque tal vez muy dentro mío, tú aún me oigas.
 Dijiste no, pero muy en el fondo se que si querías. Lo percibí en tu mirada. No era miedo, era resignación. Lo consentiste, no intentes negarlo ahora. Te resististe es verdad, lo tomé como un juego, una especie de ida y vuelta. Tú negando y yo asintiendo. La esencia de nuestra relación.
He dejado el acero, me deshice del cuchillo pues me traía recuerdos tuyos que prefiero olvidar. Me heriste. Traté de defenderme. ¿Recuerdas?
Voy hacia al mar. Mis pies se mojan y anticipan lo que pronto he de recibir. Miro el cielo amenazante y la noche en que nuestra embarcación murió, se evoca en mi ser. Recuerdo tu cara de horror, me abrazaste. Cerramos los ojos, luego Poseidón nos recordó lo pequeño que somos en sus dominios. La negrura nos envolvió y nos soltó solo cuando el sol extendió sus dedos sobre nuestros cuerpos. Desperté y estabas ahí, a mi lado, como siempre. Amigos hasta el fin nos juramentamos. Cumplí. Sigues conmigo. ¿Lo harás cuando yo también muera? 
No aguanto más, la locura golpea mi puerta. Mi estómago vuelve a gruñir. El hambre ha regresado. No pienso atravesar nuevamente ese camino plagado de sufrimiento, aquella vez no estaba solo, tú lo transitaste a mi lado hasta que la bifurcación nos separó.  Si tan solo estuvieras aquí otra vez. Pero no, no lo estás.  
En susurros te recuerdo.
 Me dirijo a mi  cristalino y líquido ataúd de agua con una pregunta rondando mi cerebro. ¿Valió la pena cometer tal sacrilegio? La respuesta es no. Al fin al cabo no sirvió de nada. Solo gané tiempo. Ese que usé para mí arrepentimiento. 
 Voy a morir. Las mariposas revolotean otra vez en mi abdomen. ¿O acaso son pedazos tuyos buscando emerger? Vómito nuevamente. Te lanzo. Me invade el asco. El eco de la solitaria isla trae tu nombre de regreso. Antes de irme imploró tu perdón. No fue mi intención hacerte daño, matarte y mucho menos comerte. 
No tuve remedio, eras tú o yo. Tenía tu cuchillo. Tenía hambre. Te maté, moriste. Me alimenté. 
Fin de la historia.