La Ouija

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Recuerdo que un verano  mi hermano, mis amigos y yo comenzamos a hacer espiritismo con una tabla ouija. Nos encontrábamos en un camping y a la primera que se nos ocurrió llamar fue a La Quintrala. Catalina de los Ríos y Lisperguer , más conocida como La Quintrala, era una aristocrática chilena de la época de la colonia, que según dice la leyenda  tenía un pacto con el diablo. La aguja de la tabla  ouija comenzó a moverse y  nos asustamos,  resulto que Javier había movido la aguja con sus dedos haciéndonos una broma. Algunos no durmieron  esa noche pensando que La Quintrala vendría a buscarlos para saldar alguna cuenta pendiente con el Diablo.

Terminado el verano, un grupo de amigos seguimos haciendo sesiones de espiritismo, siempre en lugares abiertos para evitar quedarnos con un espíritu no deseado atrapado en nuestras casas. Al principio creíamos que no funcionaba, que  uno de nosotros  movía la aguja de la tabla. Pero  las historias que nos contaban los espíritus comenzaron hacer demasiado trágicas para ser inventadas. Historias de gente que había vivido siglos antes, todas muy tristes o macabras; historias de suicidios, asesinatos, accidentes. Con el tiempo comenzamos a tener  un invitado habitual, un espíritu llamado Paulo, que había nacido a mediados del siglo pasado y buscaba a su hija perdida durante la epidemia de viruela del año 1905. Solíamos comenzar nuestra sesión llamándolo a él y conversar un rato acerca de sus vivencias, de como eran las cosas en su tiempo.

Un día se nos ocurrió ir al cementerio, como no pudimos entrar comenzamos hacer espiritismo al lado de una muralla llena de nichos, en las afueras del cementerio. Como siempre había mucha risa al principio ya que pocos creían lo que pasaba, comenzamos llamando a Paulo, pero entonces ocurrió algo que no esperábamos, un espíritu no invitado llego, la aguja comenzó a moverse de un lado hacia otro, escribiendo cosas incoherentes, cuando le preguntamos quien era nos respondió "El diablo", nos empezamos a asustar pero sabíamos que no podíamos levantarnos hasta no terminar la sesión y despedirlo, fue entonces que pensé, quédate conmigo... quédate conmigo... poco a poco la aguja de la ouija se iba tranquilizando... y entonces... sentimos algo que cayo al lado nuestro, todos corrieron asustados  y el círculo se rompió, era el guardia del cementerio que nos tiro una bolsa con agua para que nos fuéramos. Nadie presto atención a la aguja que había comenzado a moverse de nuevo, solo yo y mi pensamiento... quédate conmigo...

Pasaron varios días antes de darme cuenta que algo no andaba bien, la oscuridad me rondaba, una presencia densa que sentía en mi espalda, como un peso. En ese tiempo, mi sobrino menor llego a vivir con nosotros, así que me cambiaron de pieza a una que quedaba al fondo de la casa, por un largo pasillo. A mi no me gustaba esa habitación, la sentía helada, con una extraña vibra, sería porque había muerto mi tía abuela, no lo se.

Con el paso de los días las cosas se fueron intensificaron, la presencia, un olor pestilente. A veces me quedaba viendo televisión por la noche en el living mientras todos dormían,  entonces sentía como que alguien me asechaba, que se paseaba detrás de mi espalda, recuerdo que me daba vuelta y no había nadie. Entonces volvía a sentir la presencia, cada vez más cerca como si quiera tomar mi cuerpo, en ese momento me paraba y corría a mi pieza. Esa pieza helada al final del oscuro pasillo, sin embargo, cerraba la puerta y me sentía protegido.

Una noche que me encontraba viendo una película de acción, comencé a sentir nuevamente la presencia, cada vez más cerca, como si  me respirara justo detrás de mi cabeza, mi piel se me erizaba del horror que sentía, me di vuelta y sentí que algo o alguien me empujo, caí al suelo y me golpeé la cabeza  perdiendo el conocimiento. Mi mamá fue la que me despertó preocupada. Yo no supe que decir.

Finalmente nos cambiamos a una nueva casa. Mi pieza era cálida, no tenía cable, pero me conformaba con ver el sillón musical en un canal nacional y no sentir esa cosa que me acosaba. Pasaron algunas semanas, cuando ocurrió algo que no esperaba. Vi una figura de pelo blanco con camisa de dormir pasearse cerca mío, no sentí miedo, la sentía casi familiar, como si siempre hubiese estado conmigo, mi tía abuela venía a despedirse, ella fue  la que me había protegido todo este tiempo  de ser oscuro, que llego esa noche en el cementerio y se fue conmigo hasta mi casa.

Algunas veces me dicen que mis ojos cambian de color, que mi sonrisa es distinta, que me comporto diferente, no lo sé, yo no recuerdo cuando esas cosas pasan, debe ser por el golpe en la cabeza.

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