El Viaje De Jerentolertipu

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Texto escrito por Rafael Las Heras Sánchez

 

1

 

Jertentolertipu pegó a la puerta de su amigo Gruealtacktremplis, su tez era pálida y su rostro estaba bañado por la fatiga.

 

—¿Qué te ocurre Jertentolertipu? Noto tu rostro fatigado.

 

Jertentolertipu empezó a hablar.

2

 

“No tengo frío pero mi cuerpo no para de producir un viscoso y grasiento sudor, mis manos tiemblan y noto cierto escozor en la garganta. Quizás no sea nada, quizás sea todo...

 

Me desespero y no sé qué hacer, pero bueno, mejor será que empiece por el principio.

 

Vagaba perdido por el desierto al que me enviaste, tras 16 días y 8 horas mis provisiones se habían reducido hasta no tener más que 4 migas de pan y 10 gotas de agua mal contadas en mi cantimplora.

 

Sentí un pinchazo en el corazón, todo el paisaje se oscurecía al momento que el tiempo se ralentizaba. Una mujer salió de la arena, su cuerpo era delgado hasta el punto de ser mera piel y hueso, su tez era anaranjada y sus ojos, azules, sin iris o pupila. Agarró mi cabeza con sus enjutas manos y me acerco a sus labios, luego me besó fuertemente. La noche acabó de caer y yo terminé desmayado en brazos de tan horrenda mujer.

 

Abrí los ojos, una fuerte jaqueca me acometía como si fuertes y hondos tambores golpearan mis sienes desde dentro de mi propia masa encefálica. Un alto y grueso tabernero me miró con sonrisa burlesca. Miré extrañado a mi alrededor, estaba en una cantina o taberna de tonos ciertamente lúgubres. El tabernero me habló en tono amistoso:

 

—¿Qué te pasa Friedrick, ayer tomaste demasiado hidromiel?

—¿Quién es Friedrick? —contesté molesto— Yo me llamo Jertentolertipu, no he conocido a nadie con tan extraño nombre en mi vida.

—Ya estamos con las bromas, eh amigo... —dijo el tabernero poco antes de reír —Has bebido tanto que has olvidado quién eres, ha ha.

 

Su risa era grave, profunda y molesta. Extrañado salí del bar por la puerta más cercana, entonces grité aterrado. Altas montañas se erguían hasta donde no alcanza la vista y por ellas corrían ríos, millares de ríos carmesí del mismo espesor que la sangre. Las piedras eran de un negro opaco y puro, el cielo, nublado, violeta y grisáceo. Fuertes rayos de tonos verdes caían de las ennegrecidas nubes, el viento se agitaba y gritaba como miles de almas en pena a las cuales le hubieran cortado la lengua, sacado los dientes y obligado a tragarse sus propios ojos. Sí, el propio gemido hacía crear en mi mente imágenes donde penosos torturados gemían atados con tiras de cuero en titánicas sillas llenas de óxido. Sus cuencas sangraban sin ojos por una piel arrugada, envejecida presta fruto del dolor y tortura. Sus ojos se deshacían gelatinosos por sus agrietados labios, un pestilente olor de podredumbre embriagaba la visión, un tacto de aspereza poblaba mis dedos. Los quejidos aumentaban estridentes y entonces en un pestañeo salí del sueño. Miré aterrado sobre mis hombros, aún estaba en el lugar montañoso, extraño, lúgubre y hostil. Corrí aterrado por sus parajes intentando hallar una salida. En una breve parada noté el suelo fangoso intentando engullirme, como si no soportara la quietud en el alma viva. Continué mi carrera atravesando casas que cerraban las ventanas al verme mientras gritaban aterrados:

 

—¡¡Cuidado, es Friedrick!! ¡¡ Friedrick ha vuelto!! — daban alaridos como gallinas en su corral— ¡¡Sálvenos los Acrons y Mints, desterrados a esta tierra, de tu horror!!

 

Algunos me tiraban ollas, piedras y demás utensilios mientras gritaban en una mezcla de horror y odio.

 

Una joven mujer en una esquina me sonrió, luego comenzó a retorcerse de dolor y ante mis ojos su boca se  comenzó a pudrir, los dientes caían y la roja lengua se tornaba a tonos marrones y verdes. Un blanco moho comenzó a extenderse por los labios y sus ojos estallaron en mil gusanos. Seguí corriendo sin mirar atrás y tras tres días de trote llegué a un palacio rojo y, alto, cuyas torres terminaban en formas ovaladas y picudas (bien podrían recordar al dibujo de una gota de agua) . Los guardias de la entrada se apartaron de la puerta para dejarme pasar.

 

—Por fin llegaste, Friedrick.

— ¡¡No me llamo Friedrick!! ¡¡Yo me llamo Jertentolertipu!! ¿Por qué todos los seres de este lugar me llaman así?

 

En el interior del palacio un joven niño se sentaba en un trono de cobre negro .El niño estaba vestido de príncipe, en el pecho portaba un pequeño pañuelo azul y era pelirrojo. Los bordes de su traje eran dorados. El niño me miró.

 

—Bienvenido seas Friedrick, te estamos esperando.

—¿Por qué todos insisten en llamarme Friedrick? ¡¡No me llamo así, me llamo...!!

 

—¡¡Qué bromista eres Friedrick!! —Dijo el joven príncipe mientras reía cortando al pobre Jertentolertipu—. Te he estado esperando por milenios.

—Pero si tengo treinta años...

—No hablo contigo, pero he de preparar todo para tu marcha.

Un relámpago me cegó, a los seis segundos sonó el trueno y recuperé mi vista. Ante mí se encontraba la delgada y extraña mujer que vi salir de la arena.

—Bienvenida seas Morte. ¿Has encontrado lo que te pedí?

—Sí , una alma sana deseosa de morir, demasiado cobarde para matarse y demasiado vergonzosa para pedirlo. Está lo suficiente desesperada para hacer un trato con nosotros.

—Bien, entonces empecemos.

—Sí, nuestro cliente espera en el otro lado.

 

El niño miró al cielo y abrió la boca, de los orificios de la cara salió un nebuloso manto de luz que cubrió el techo de la habitación. Del manto de luz aparecieron miles de manos blancas que agarraron mi cuerpo y me lanzaron dentro de su nube. Todo se volvió blanco y entonces sentí un golpe en la cabeza. Me percaté de mi estancia en un suelo negro, alcé los ojos y vi al niño, esta vez solo. El niño se sentaba en un trono de oro y de sus ojos y boca salía una espesa nube negra llena de manos y espeluznantes gritos de ultratumba. El niño cerró la boca y pestañeó mientras agachó la cabeza. Entonces la espantosa nube desapareció.

 

—Bienvenido nuevamente a la vida Jertentolertipu.

—¿Ahora sabes mi nombre? ¿ Por qué habéis insistido antes en llamarme Friedrick?

—Me confundes con mi hermano, ahora vete. 

El príncipe alzó la mano y una bocanada de aire me lanzó fuera del palacio, lo vi desaparecer mientras ascendía entre las nubes. El espesor blanco volvió a cubrir mi vista, cuando la recuperé me encontré en una pradera verde, de cielo azul y luz soleada.Tras caminar 3 horas, alcancé nuestro pueblo y a los cinco minutos de llegar, encontré tu puerta.

 

3

 

Gruealtacktremplis miró a Jertentolertipu con una calma espeluznante, apoyó el dedo en su barbilla dejando el resto de la mano abierta y preguntó:

 

—Jertentolertipu, mi querido amigo, ¿y cuál es el problema que ha causado tu penoso estado?

 

—Friedrick existe, lo escucho en mi interior hablándome. Es uno de los señores de la podredumbre y quiere ejercer su derecho a pudrir la vida y nuestro mundo, Therar.

 

—Lo sé, ¿crees que fue todo casualidad? La guerra se aproxima y el culto del Akhronxe necesita buenos guerreros en esta tierra. ¡¡ Larga vida a Jartnonxe!!

 

Jertentolertipu sintió el desvanecer de su consciencia mientras Friedrick tomaba el control de su cuerpo.

 

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