Luna De Miel
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En el juzgado yo solo recordaba su belleza a la tímida luz de las velas colocadas delicadamente alrededor de nuestra cama matrimonial
Habíamos sobrevivido tres años juntos amándonos y odiandonos y por fin nos habíamos casado
Siempre tuve una obsesión con ella, el sentimiento de poseerla totalmente me enfermaba y a la vez me exitaba, haciendome sentir con una culpa frustrante que arremetida hacia ella.
Habíamos ahorrado bastante para que nuestra luna de miel sea perfecta, y de alguna manera lo fue, al menos para mi...
Teníamos una vista al mar espectacular, una suit de la más alta clase, recuerdo que nos trajeron la cena a la habitación, a ella la notaba tranquila e incluso algo feliz, yo estaba completamente extasiado por el momento pero el sentimiento de vacío permanecía, como si algo faltara para que esa noche sea perfecta.
Después de cenar y de conciliar nuestros malos ratos que vivimos antes de esa noche, empezamos a hacer el amor delicadamente, y me deje llevar por completo, me sumergí en el hedonismo de mi subconsciente, la empecé a lamer todo el cuerpo, ella se sentía complacida. Empecé a lamerle dedo por dedo de cada mano y solo desperte por un momento cuando ella lanzó un alarido de dolor, la mire claramente frustrado, su mirada se había tornado gris, con un miedo y dolor profundo, como las veces que peleábamos y ella se sometía a mis golpes, estaba a punto de reclamarle por la interrupción y sentí un líquido caer a mis manos mientras le agarraba la muñeca, lo vi con cierta extrañeza al principio, le había mordido tan fuerte el dedo que la sangre espesa salía como un pequeño riachuelo sin fin. No pude contener las ganas de lamerle el dedo, sintiendo su sangre tibia en mis labios, aquel rojo carmesí encendió en mi, un instinto irrefrenable, sentí que me venía mientras absorbía aquel líquido sagrado, ella trató de zafarse pero al hacer esa fuerza hizo que le arrancará el dedo, exactamente el anular, en lágrimas lanzó un grito desesperado, me desespere y agarre la botella de champagne que estaba en la mesa de al lado, ella se arrincono en la puerta queriendo salir, su mano estaba totalmente ensangrentada y se resbalaba en la manija redonda, así me dio tiempo a ir hacia ella y noquearla con la botella.
No pude detenerme aunque quisiera, no había vuelta atrás y tal vez sea la última vez que pueda darme rienda. La amarre a la cama, ella aun estaba inconsciente, y le tape la boca con trapo por si cuando despertará y grite más fuerte.
Empecé a terminar lo que había empezado, contemple su cuerpo un instante, era joven y preciosa, su piel tan firme y delicada, en ese momento de contemplación me di cuenta que las sábanas blancas ahora tenían una gran mancha roja y fresca, la escena era muy bella y salvaje. Así que antes de cumplir totalmente mis más bajos deseos, saque la cámara digital que trajimos para nuestro inmortalizar nuestra perfecta luna de miel y tomé varias fotos de ella amarrada desnuda y sin un dedo, encima de una cama matrimonial ensangrentada con solo luz de vela, era totalmente una obra de arte creada por mi. De alguna otra manera estaba orgulloso.
Al terminar la sesión puse el dedo arrancado en la mesa, ella por fin era completamente mía, pero faltaba un detalle.
Ya era muy tarde para darme cuenta del grado de mi atrocidad, mis momentos de lucidez racional empezaban a escasear, lo note cuando me di cuenta que la penetraba y me engullia dedo por dedo de su mano, por un momento la vi reaccionar eh intento forcejear pero eso no hacía más que aumentar mi exitación, llegué a morder le tan fuerte el pezon que vi como se desgarraba por completo.
A media noche yo estaba completamente satisfecho, aquel vacío ya no se sentía en absoluto, descansaba al lado del restante cadáver de mi esposa, ahora no solo me pertenecía por completo, gran parte de ella estaba dentro de mi literalmente, estaba tan eufórico como nunca en mísera vida que puse algo de música y baile con el cadáver, al rato la vestí con su vestido de novia, la arregle y la limpie
Salí a la playa cargandola en la sabana ahora totalmente rojas y la despedí hacia la eternidad en el mar
Al despedirla sentí irónicamente parte de mi irse en ella, el sentido de la vida se iba junto a su vestido.
Mi plan ahora era uno solo, me duche y me vestí formalmente, salí sin sospecha alguna, agarre la la cámara y fui directo a entregarme. La necesidad de contarle al mundo mi obra era lo que ahora importaba, que me vean como un grandioso artista, inspirador de cineastas y literatos, y después la muerte que nada significaba para mi, que su relevancia había perdido el peso después de mi legado, la silla eléctrica era lo de menos.