'Verde Inquietante'

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'Verde inquietante'

Fue un día de mitad de semana cuando la familia de cuatro, después de retirar a los niños del jardín y el colegio, se dirigieron a una pinturería local para elegir entusiastas, el color con el que pintarían el exterior de la casa. 
Ya hacía más de tres años que se habían mudado a la nueva casa. Que a pesar de ser novedad para la familia, era una casa entrada en décadas. Herencia de abuela materna, con deterioros que delataban la antigüedad de lo edificado, pero que con esmero y buen gusto habían ido reformando poco a poco. 
Gran parte de lo proyectado en su cabeza en relación a la casa, ya estaba cumplido, por lo que habían decidido que ya era el momento de ponerle un renovado color al blanco percudido con manchas amarillentas que dejaban en evidencia la vejez de aquella primer pintura de hacía muchísimos años atrás.
Lo primero que pidieron al llegar, fue la cartilla de colores. 
El encargado del lugar acerco al mostrador, dejando al alcance de la pareja, lo que parecía ser una tabla con un anillado, que a pesar de lo discreto de las argollas que unificaban cada fina tabla de cartón angosta pero larga, no podían ajustar del todo el alto, predeterminando que había por lo menos  unos quinientos tonos entre colores y sus variables.
Por lo que primero tomaron la decisión del color y luego partiendo de este, elegirían la tonalidad del mismo.
El color verde, les pareció apropiado, por lo que ambos consideraban que se vería bien con el piso antiguo que habían acordado conservar al pie de la puerta de entrada. 
Eran unos pequeños mosaicos antiguos, pero en perfecto estado que formaban en cada uno de ellos lo que pareciese ser un rombo con hojas color verde botella. 
Partiendo de esa idea, comenzaron a urguetear en el sector de la cartilla que contenía distintos tonos de verdes. 
Cada uno, estaba nombrado con un adjetivo calificativo, que porsupuesto desestiman por completo. Lo único que observaban eran los tonos. 
Mientras más tardaban en la decisión, los niños, más revoltosos se ponían. Tenían dos hijos de siete y cinco años, que a causa de sus personalidades y edades, les costaba mantenerse quietos y bien portados. Por lo que aceleraron un poco el proceso de elección. Y terminaron por decidirse por el primero que había cautivado su atención. 
Cuando el empleado se acercó, después de que el padre le había comunicado que ya estaban decididos, antes de que la madre llegase a señalar el color, éste pregunto: 'cual es el nombre del color?'; 
A lo que ambos padres en un unísono respondieron: 'verde inquietante'.
No se habían fijado tanto en el adjetivo que conseguía a la palabra verde. Pero al mensionarlo, la madre se sacudió los hombros como quien persive un escalofrío en la espalda media. 
Para nada le dio importancia a la advertencia, pensó que solo el sol ya estaría bajando y que no contaba con un abrigo puesto. O que quizás el hecho de haber respondido ambos al mismo tiempo, se lo había provocado, ya que después de nueve años juntos jamás habían mencionado una misma palabra al mismo tiempo. O quizas simplemente no pensó en nada. 
Pasaron días, hasta que abrieron el balde para que el padre comenzara con la labor de darle el color a la casa. Y para cuando lo destaparon, el color era muchísimo más abrillantado e intenso del que habían visto sobre el cartón. 
Lo primero que la mujer recordó al verlo fue el nombre del color. Era sin lugar a dudas color verde, y perturbadoramente inquietante. 
Otro escalofrío le despertó la espalda media. Pero eso no era lo más inquietante en contexto. 
Discreparon un rato entre ellos acerca del desacierto del color, pero ya estaba comprado y había sido determinadamente electo ante los ojos del vendedor, lo que no daba lugar a reclamos. 
El hombre, un poco fustrado pero resignado se dispuso a comenzar a pintar. 
El color fue revistiendo lenta pero decididamente por completo todo el exterior de la casa. 
La madre, acostumbrada a la claridad, aunque imperfecta de la casa antes de la primer mano de pintura terminada; cada vez que salía de la casa, no dejaba de sobresaltarse internamente. 
Había algo de esa oscuridad en el tono que la desestabilizaba. 
Ella venía de una larga historia familiar ansestral que aunque siempre trataba de ocultar u olvidar, la invadía de vez en cuando en pesadillas o conductas erraticas. Que desde hacía muchos años trataba de camuflar con pastillas que la ayudaban a estabilizarse y tratar de ser una persona sólida e inalterable. 
Pero ese color a la vista, le resultaba alarmante y perturbador, de una manera que no podía explicar ni justificar, porque ni ella entendía el porqué, ya que solo era un color. 
Sin embargo conforme pasaba el tiempo, no lograba acostumbrar la visión a ese color desasogante que lograba intranquilizarla completamente. 
Ella llegó a pensar que la persona cuyo trabajo ejercia asignando el adjetivo tajantemente calificador de los colores de aquella cartilla de la pinturería, estába sobrecalificada para el puesto. 
Consideraba que aquella persona, quien sea que fuese, debería haberse dedicado a la poesía, quizás, debido a su sensibilidad y acierto al definir lo que provocaba cada tono de color. 
Lo que sucedió poco tiempo después de la casa completamente pintada, fue más inquietante que el mismísimo color. Ya que ella siempre aseguraba que ese color la insitaba a dejar salir cada vez más y con más frecuencia su oscuridad. 
'es el mismo verde que el de las hojas del árbol' decia, refiriéndose al sauce enorme y tupido que se encontraba en el enorme patio trasero de la casa. A lo que su marido le respondía, 'no es así, las hojas del árbol son más claras' pero ella intentaba explicarle que no se trataba de las hojas que estaban a la vista de quién lo mira ni de dónde llega la luz del sol. 
El árbol era tan enorme y espeso, que tenía miles de hojas a dónde la luz del sol no podrían aclarar jamás. 
Tal es así, que un día, aturdida y decidida a comprobar su hipótesis, desequilibrada más de lo que jamás había estado. Perturbada más de lo que debería, de tanto ver el verde inquietante que la envolvía todos los días, cuando su labor de ama de casa la ataba a estar dentro de esa brillantes y oscuridad que devolvía el color, se subió a la rama más gruesa y fuerte del árbol, dónde a plena luz del día, la sombra más densa que su fijación en dejar de soportar su cabeza; Le demostró que el verde inquietante no solo coloreaba el exterior de la casa. 
Y en una batalla entre su ego y trastorno, contra la certeza que creía tener su esposo, de que las hojas no coincidan para nada con el color de la casa, se colgó de aquel gajo. 
Pretendiendo que fuese él, quien tuviese que subir a buscarla, ya que no tendría oportunidad alguna de convencerla a bajar. 
Comprobando él así, que el verde de las hojas de aquel árbol, en la parte más adentrada; dónde ninguna luz ni lucidez era capas de alumbrar, tenian el mismísimo color que ella aseguraba: Verde inquietante. 
 

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