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El día en que Ariadna conoció a Teótimo, no dudó en invitarlo a su taller. El sol quemaba lentamente los hombros de los individuos tomados de la mano, a medida que se acercaban hacia el edificio en el centro de Atenas. Los acompañaba tan solo el crujir de sus elegantes sandalias y el suave tacto de sus tú...