LEC
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El hombre abrió los ojos desorbitados, con una ansiedad abrumadora y un terror inexplicable que le carcomía la razón. —No puede ser—, exclamó en un aullido inaudible que se tragaba su voz. Lo repetía y lo repetía en sus adentros, sufriendo con la mandíbula temblorosa, al borde del cola...