El silencio pesaba como una losa en la sala de necropsias, apenas perturbado por el tenue zumbido de los fluorescentes. Ana López, la forense, se inclinaba sobre el cuerpo ultrajado. Su mirada, habitualmente aguda, ahora vacilaba ante la visión que tenía delante. A pesar de su bata holgada, un escalofrío recorrió su esbelta figura, erizándole la piel.
Ana había presenciado incontables horrores en su carrera, pero esto era diferente. El cadáver era un lienzo macabro de dolor y locura. Cada centímetro de piel lucía marcas: cortes, quemaduras y símbolos aberrantes tallados con saña. Juntos formaban un mosaico retorcido que hablaba de sufrimiento y perversión en un lenguaje que Ana no quería entender.
El chirrido de las puertas la sobresaltó. Arturo Reyes irrumpió en la sala con su habitual impaciencia mal disimulada. Su rostro curtido delataba noches sin dormir y una urgencia que rozaba lo obsesivo.
- López, dime que tienes algo - gruñó Reyes, acercándose a la camilla. - Este caso... hay algo que no me deja en paz. -
Ana lo miró, calibrando su respuesta. - Paciencia detective. Apenas he empezado. Si quieres respuestas, necesito tiempo. -
Reyes frunció el ceño, pero asintió a regañadientes. Conocía la meticulosidad de Ana, y sabía que presionarla solo entorpecería las cosas. Se quedó en silencio, observando cómo la forense examinaba el cuerpo con una mezcla de profesionalidad y aprensión.
Los símbolos grabados en la piel desafiaban toda lógica. Algunos evocaban formas demoníacas, con cuernos y garras que se retorcían en espirales imposibles. Otros eran meras líneas y ángulos, pero su disposición sugería un código arcano y maligno. Juntos emanaban una sensación de maldad casi palpable que hizo que a Reyes se le revolviera el estómago.
- ¿Alguna idea sobre estos símbolos? - preguntó Ana, rompiendo el denso silencio.
Reyes se acercó más, estudiando los grabados con una mezcla de fascinación y repulsión. - Me inquietan profundamente - murmuró. - Parecen parte de algún ritual oscuro, pero... hay algo más. Algo que no logro descifrar. -
El detective sentía una corazonada perturbadora. Aquellas marcas le resultaban vagamente familiares, como el eco de pesadillas medio olvidadas. Evocaban casos pasados, experiencias que prefería mantener enterradas en lo más profundo de su mente.
- Necesito investigar más - continuó, su mirada fija en los símbolos. - Hay algo aquí, algo que me perturba hasta la médula. -
Ana se quitó los guantes con brusquedad, como si el mero contacto con aquella piel profanada la quemara. - Mis sospechas apuntan en esa dirección - admitió. - Mira el torso. -
Reyes contuvo el aliento. Las incisiones en el pecho de la víctima formaban un patrón aún más complejo, casi hipnótico en su retorcida simetría.
- Sin duda son marcas rituales - prosiguió Ana con voz grave. - Forman una especie de lenguaje desconocido... pero apostaría a que está vinculado a prácticas oscuras, tal vez santería o magia negra. –
El silencio cayo nuevamente sobre ellos mientras seguía la necropsia. Reyes sentía como su cabeza se llenaba de las imágenes de sus casos pasados. Jóvenes homicidas, hombres y mujeres trastornadas rayando la locura, personas iracundas. Eran visiones de depravación que amenazaban con llevarlo a un abismo de desesperación.
El detective sacudió la cabeza, intentando ahuyentar aquellos pensamientos sombríos. A lo largo de su carrera había sido testigo de demasiados horrores, sucesos que desafiaban la razón y amenazaban con quebrar su cordura. Pero ahora, ante la evidencia macabra que tenía delante, ya no podía seguir negando lo innegable.
- Este no es el trabajo de un simple demente - sentenció, cada palabra pesando como plomo en el aire viciado de la morgue. - Quien hizo esto... rinde culto a algo. Algo antiguo y maligno. Y me temo que no será la última vez que veamos su obra. -
Reyes asintió con gravedad, aunque en su interior bullían dudas y temores. En la comisaria se escuchaban rumores inquietantes sobre actividades siniestras que acontecían en los rincones más lúgubres de la ciudad. Cultos, bandas o grupos clandestinos que realizaban rituales a dioses que solo existían en sus mentes. Gente loca que solo buscaba donde pertenecer hasta el borde de perder la locura.
Pero ahora era diferente, tenia las pruebas irrefutables ahí, ante sus ojos. No podía seguir negando lo que veía. El ambiente era tenso y sentía que una amenazaba tangible acechaba en las sombras aguardando el momento preciso para desatar el caos.
- No puedo decir que no me sorprende – murmuro con amargura. – He visto demasiadas cosas y siento que hay algo antinatural en este homicidio. -
Ana lo observaba con una mezcla de curiosidad y recelo. Conocía los rumores sobre Reyes, era escéptico, todo lo relacionado con cultos, santería o conspiraciones, para el eran nada más que patrañas, siempre los había descartado como exageraciones, pero ahora ¿Por qué era diferente?
- Reyes – inquirió con cautela. – ¿Por qué dudas? ¿Qué es lo que ves aquí que va más allá de lo que hayas visto antes? -
El detective exhalo de manera pesada, en su rostro se veía una sombra inusual. Durante los años que llevaba en la fuerza había investigado y perseguido asesinos, psicópatas, se notaba cansado, pero era realmente suficiente para creer todo lo que había llegado a dudar.
- No lo sé Ana. He oído historias, relatos de crímenes inconcebibles y de rituales que desafían toda lógica. – Respondió con voz grave, como si estuviera rememorando todos sus casos en un abrir y cerrar de ojos. Hizo una pausa como si le costara encontrar las palabras adecuadas. – He visto cosas que nadie debía jamás haber presenciado, actos que te harían perder la fe en la humanidad y este caso, no se. Me deja intranquilo por alguna razón. -
Ana escuchaba con creciente inquietud, su mente racional luchando contra la evidencia innegable que yacía sobre la mesa de necropsias. Siempre se había considerado una mujer de ciencia, aferrada a los hechos y las pruebas tangibles. Pero había algo en la mirada atormentada de Reyes que la hacía dudar de todo lo que creía saber.
- Reyes... - comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras. - ¿Estás sugiriendo que hay algo extraño detrás de estos crímenes? No lo sé Arturo, quizá solo es un loco fanático y no más -
El detective la miró fijamente, como sopesando cuánto revelar. Finalmente, optó por la honestidad brutal que siempre lo había caracterizado.
- No lo sé con certeza - admitió, su voz apenas un susurro. - Pero he visto demasiado como para descartarlo. He sido testigo de prácticas que desafían toda explicación racional. Lo único que sé es que debo llegar al fondo de esto, cueste lo que cueste. -
Ana asintió lentamente, decidiendo reservar su juicio por el momento. Fuera cual fuera la verdad tras estos horrores, era evidente que Reyes se estaba adentrando en aguas peligrosas.
Volvió a examinar las marcas ritualistas que cubrían el cuerpo sintiendo escalofríos y dejando que su mente divagara. Había algo en esos símbolos, una esencia maligna, quizá eran las formas intrincadas que tenían y lo que parecían referir. Huellas dejadas por un demonio y no por un humano.
- Está bien detective - dijo tras un largo silencio. - Confiaré en tu instinto por ahora. Pero ten cuidado Reyes. No dejes que esta oscuridad te consuma. -
El detective esbozó una sonrisa torcida, agradecido por su comprensión a pesar del escepticismo inicial. Sabía que Ana era una mujer racional, pero también intuía que ella percibía la misma amenaza intangible que lo acechaba a él.
- Descuida López - replicó con determinación. - Voy a desentrañar los secretos tras esos símbolos malditos y detener a quien sea, o lo que sea, que esté detrás de esto. -
Con paso firme, Reyes abandonó la morgue, su mente ya trazando planes de acción. Consultaría sus archivos, desenterraría viejos casos no resueltos, removería cielo y tierra hasta dar con la clave que identificara esos signos siniestros.
Y armado solo con su intelecto y una voluntad inquebrantable, se adentraría una vez más en las fauces del abismo, dispuesto a enfrentar los horrores que acechaban en la oscuridad. Aunque eso significara arriesgar su cordura o algo mucho peor.