En la Ciudad de México, un mal ha despertado en las sombras. El detective Arturo Reyes es llamado a enfrentar el caso más perturbador de su carrera: una serie de asesinatos que parecen con fines rituales que desafían toda lógica.
Cada una de las victimas lleva una marca, un estigma que las condena a un destino atroz. Conforme avanzan sus investigaciones, profundiza en una verdad aterradora: los crímenes son un eco que repite un ciclo de horror y sangre.
Atrapado entre visiones del pasado y el presente, se sumerge en un laberinto de oscuridad, donde la delgada línea entre la realidad y las pesadillas se ve desdibujada. Cada pista lo acerca peligrosamente a una revelación que podría costarle la vida y su propia alma.
¿Podrá Reyes descifrar el enigma antes de que el asesino cobre su próxima víctima? ¿Quizá está destinado a convertirse en otra pieza más de este macabro juego que trasciende el tiempo?
Arturo Reyes es un hombre de 42 años con una complexión fuerte y hombros anchos que reflejan años de actividad física. Su rostro afilado, marcado por mandíbulas prominentes, está surcado por ojeras profundas y líneas de expresión que narran una vida de cansancio crónico. Su cabello castaño oscuro, ya salpicado de canas, está siempre peinado hacia atrás, y una cicatriz en la ceja izquierda recuerda un incidente de su primer año como detective.
Metódico, analítico y obsesivo, no deja cabos sueltos en sus investigaciones. Aunque su empática naturaleza lo impulsa a buscar justicia para las víctimas, también lo desgasta mentalmente, cargándolo de pesadillas recurrentes que lo persiguen incluso en sus momentos de descanso. A pesar de su profundo sentido de justicia, su creciente desconfianza hacia los sistemas de poder lo aísla de sus colegas.
Criado en un barrio conflictivo de la Ciudad de México, perdió a su padre policía en cumplimiento del deber y creció bajo la supervisión de una madre estricta que moldeó su carácter independiente. Su vida profesional está marcada por un trauma temprano: la muerte de un amigo cercano en un caso no resuelto cuando era novato, lo que cimentó su carácter obsesivo. Aunque ha enfrentado casos complejos, nada lo había preparado para los horrores y misterios que rodean los crímenes de esta secta.
Ana López, de 38 años, tiene una figura esbelta pero fuerte, con brazos tonificados por años de práctica en yoga. Su tez morena clara y ojos oscuros son expresivos y reflejan la profundidad de sus pensamientos. Lleva gafas para leer y siempre recoge su cabello negro lacio en una coleta para mayor practicidad. Aunque sus rasgos son suaves, su semblante se endurece en la morgue, donde su profesionalismo prevalece.
Es una mujer intelectualmente curiosa y racional, siempre buscando explicaciones científicas a lo desconocido, aunque este caso la sumerge en un conflicto interno entre su fe en la ciencia y las crecientes dudas sobre la naturaleza sobrenatural de los eventos que investigan. Aunque empática, mantiene sus emociones bloqueadas en el trabajo, proyectando una imagen de serenidad.
Nacida en una familia de clase media con un padre médico y una madre maestra, se inclinó por la medicina forense tras presenciar un accidente fatal en su adolescencia. Su dedicación al trabajo ha afectado sus relaciones personales, dejándola sola en su lucha por dar voz a las víctimas que examina. Este caso, más que ningún otro, la enfrenta a la posibilidad de que haya fuerzas más allá de lo natural.
Azrael Vargas, de unos 50 años, es una figura imponente de casi 1.90 metros de estatura y complexión atlética. Su piel pálida y su cabello negro largo, recogido en una coleta, le otorgan un aire casi etéreo. Pero lo que realmente intimida son sus ojos grises, hipnóticos, que parecen ver más allá de la carne y el alma. Siempre viste un traje oscuro impecable, completado con ropajes y una máscara ritual que utiliza durante las ceremonias del culto que lidera.
Inteligente, manipulador y carismático, es un maestro de la persuasión, capaz de captar la devoción de sus seguidores con facilidad. Cree firmemente en su papel como líder, justificando los sacrificios como un medio necesario para alcanzar un fin superior. Sin embargo, su complejidad psicológica lo convierte en un enigma: padece un complejo mesiánico y oculta secretos incluso de sus más leales adeptos, moviéndolos como piezas en su tablero personal de ajedrez.
Criado por una familia devota, fue entrenado desde niño en los dogmas y rituales oscuros, asumiendo el liderazgo a los 20 años tras la misteriosa desaparición de su predecesor. Ha viajado extensamente recopilando conocimientos arcanos y textos prohibidos, preparando su "gran plan" para despertar a su dios.
El Capitán Sánchez, de 58 años, es un hombre robusto con cabello canoso y escaso que denota su edad y experiencia. Su rostro curtido, lleno de arrugas profundas, narra las décadas que ha pasado lidiando con los aspectos más oscuros de la humanidad. Una ligera cojera, secuela de una herida en su juventud durante una redada, no le impide mantener su presencia autoritaria. Lleva siempre un reloj antiguo, un recuerdo de su difunta esposa, que lo acompaña en sus largas jornadas.
Pragmático y directo, no tolera la ineficiencia ni las excusas, pero también es protector con su equipo, aunque rara vez muestra su lado emocional. La pérdida de Ramírez lo afecta profundamente, reabriendo heridas de pérdidas anteriores.
Nacido en una familia de clase trabajadora, ingresó a la policía a los 19 años tras perder a su padre en un asalto. Ascendió al rango de capitán gracias a su dedicación y valentía, ganándose el respeto de sus subordinados. La muerte de su esposa hace cinco años dejó un vacío que llena con su trabajo, convirtiéndolo en su única razón para continuar.
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