Estigmas del Inframundo

Estigmas del Inframundo

Por: Diego Frausto Gete

Capítulo 3: Laberinto de marcas

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Por la noche, una tormenta azotaba con furia desmedida, el granizo golpeaba los cristales de la oficina del detective. Reyes se encontraba en otra noche de insomnio, debatiéndose entre pesadillas e imágenes de casos que lo acosaban sin tregua y el ruido que lo aquejaba en su departamento. Su rostro estaba demacrado, con profundas ojeras rodeando sus ojos inyectados de sangre, reflejando un agotamiento crónico que parecía no tener fin.

Como un autómata se levantó dirigiéndose a la cava, tomando la botella de whisky William Lawson y lo vertió generosamente en su vaso.  Observó casi hipnotizado como el líquido ámbar formaba remolinos al caer. Necesitaba aclarar sus ideas y la falta de sueño no lo ayudaba, quizá un poco de licor le ayudaría, precisaba encontrar un vínculo que le permitiera avanzar con el caso. Al no saber dónde empezar lo carcomía por dentro, oprimiéndole el pecho cada vez que pensaba en ese crimen atroz que seguía sin resolverse.

Caminó a su escritorio, sobre él, como una mórbida exposición se desplegaban las fotos de las escenas del crimen. Reyes las examinaba con obsesiva minuciosidad, buscando cualquier detalle que pudiera haber pasado por alto, cualquier detalle que le permitiera trazar un hilo conductor que lo guiara al homicida. Una de ellas mostraba el cuerpo brutalmente mutilado de la víctima más reciente, yaciendo en un charco de sangre oscura y viscosa. Su piel estaba surcada por cortes que formaban símbolos perturbadores. En otras imágenes, decenas de velas consumidas formaban intrincados círculos sobre un suelo manchado de sangre. Algo en su interior le gritaba que las respuestas estaban allí, ocultas en esos detalles perturbadores esperando ser descubiertas.

Mientras examinaba las imágenes por enésima vez, vislumbró un pequeño detalle, minúsculo, que apenas captó su atención. Entre la sangre coagulada y las laceraciones, una pequeña marca casi imperceptible se encontraba en el cuello de la víctima. Era un diseño extraño, formado por líneas curvas entrelazadas de un tono apenas más oscuro que el color de su piel. Reyes acercó la lupa, frunciendo su ceño como si le ayudara a concentrarse más. El patrón era intrincado, aparentemente simétrico y no parecía una herida infligida por el asesino, sino algo más innato. Como una marca de nacimiento.

Se enfocó en esa marca y miles de pensamientos inundaron su mente. De pronto sintió un escalofrió y recordó historias antiguas, leyendas que su abuela solía susurrarle al oído sobre dioses paganos y sus sacrificios. Con manos temblorosas, apartó la fotografía de las demás y rebuscó frenéticamente entre los expedientes que tenía de casos anteriores no resueltos.

Una tras otra, las imágenes de las víctimas pasadas desfilaron ante sus ojos, cada una más perturbadora que la anterior. Allí estaba, en el cuerpo lacerado de una prostituta asesinada años atrás, una marca similar adornando su espalda desnuda, enroscada como una serpiente siniestra. Y ahí, en la fotografía del ejecutivo torturado hasta la locura, un patrón de líneas curvas y ángulos imposibles formaba una espiral hipnótica justo sobre su corazón.

Reyes contuvo el aliento, sintiendo cómo la pieza final del macabro rompecabezas comenzaba a encajar. Las fotos se entrelazaban una con otra como una danza grotesca, cada víctima estaba dispuesta de tal manera que parecían estar creando cierto patrón, quizá una palabra o algo similar. Todas las víctimas a pesar de sus diferencias y que no tenían ninguna relación entre una con otra, todas compartían lo mismo, marcas de nacimiento con la misma simetría grabadas en su piel.

Reyes tomó el teléfono con un nudo en la garganta y marcó el número de Ana, necesitaba confirmación, necesitaba saber si sus sospechas eran acertadas o simplemente se estaba dejando arrastrar por los delirios de su mente exhausta.

- Ana, soy yo… - dijo con voz ronca cuando la forense descolgó; su tono delataba la tensión que se había apoderado de él. - Necesito que vengas a mi oficina de inmediato. Hay algo que debes ver, creo que es crucial. -

En cuestión de minutos, López irrumpió en la oficina, su semblante era severo evidenciando su preocupación. Reyes apenas le dio tiempo a recuperar el aliento antes de mostrarle las fotografías, señalando las marcas que habían captado su atención.

- ¿Has notado esas marcas en los cuerpos antes? - Su mirada clavada en los ojos de la forense hacia que Ana se sintiera inquieta mientras se acercaba al escritorio. - He revisado los casos antiguos y creo que hay varios casos que tienen relación con la última víctima.

Ana estudió las imágenes, su expresión pasaba de incomodidad y escepticismo a una de comprensión.

- Tienes razón - Admitió finalmente de manera agitada. - ¡Las marcas son inusuales, por decir lo menos! Yo… las pasé por alto en las necropsias ya que no eran un daño infligido en los cuerpos y no reparaba en recordar si las había visto antes. -

Reyes asintió, sintiéndose momentáneamente validado en sus sospechas.

- Es comprensible, no eran necesarias para entender qué había pasado con las demás víctimas - No quería que Ana sintiera que había hecho un mal trabajo forense. - Inicialmente pensé que era una simple coincidencia… ¡pero las marcas son idénticas en cada una de las víctimas!, no era algo común, ¿cómo podríamos pensar que tenían relación? -

La lluvia continuaba golpeando con fuerza los cristales, rompiendo el silencio de la oficina del detective. Reyes y López intercambiaron miradas de aprensión, conscientes de que acababan de cruzar el umbral a lo desconocido. Pero el misterio sólo se hacía más profundo y siniestro, ambos sabían que aún estaban lejos de desentrañar lo que significaba y podría llevarlos a enfrentar horrores más allá de su comprensión.

Ana escudriñó el rostro de Reyes antes de preguntar, su expresión oscilando entre la fascinación y el recelo. La penumbra de la oficina acentuaba las líneas de preocupación en el semblante de su rostro.

- Esas marcas… ¿crees que son una especie de marca por parte del homicida?, pero, ¿cómo lo haría si son marcas de nacimiento? - Su voz apenas era un susurro en la quietud de la noche.

Los ojos de Reyes estaban ensombrecidos por el peso de sus cavilaciones.

- Son marcas de nacimiento, sería imposible que las hiciera con anterioridad, pero por algún motivo retorcido, el homicida las está cazando específicamente por llevar esas marcas en la piel. -

El golpeteo incesante de la lluvia contra los cristales de la ventana parecía interrumpir sus reflexiones sobre el caso. Ana parpadeó, como si las palabras de Reyes hubieran despertado en ella más dudas que respuestas.

- ¿Qué piensas?, ¿qué hay algún significado oculto en esas marcas?, ¿alguna conexión entre las víctimas más allá de las marcas? - inquirió, su tono impregnado de una ansiedad apenas contenida.

El detective asintió, su mirada reflejando una determinación acerada. A pesar de lo descabellado que pudiera sonar, su instinto rugía con demasiada fuerza como para ignorarlo.

–¡Exacto! Esas marcas son el hilo conductor que une todos estos homicidios. El asesino elige a sus víctimas basándose en esos estigmas que portan desde el nacimiento. Tiene que haber un significado más profundo detrás, algo que guía su selección macabra. –Afirmó Reyes, mientras exhalaba pesadamente, como si el peso de sus recuerdos lo abrumara.

Su voz se tornó grave, cargada de una oscuridad que hizo que Ana se estremeciera.

- Recuerdo un caso en particular, hace años. Encontramos símbolos similares tallados en los cuerpos de varias víctimas. Creímos que era obra de un perturbado cualquiera, alguien mórbido simplemente, pero ahora, es más que claro que había un patrón. -

Ana lo observaba con ojos nerviosos, incapaz de ocultar el miedo creciente que le provocaban las implicaciones de sus palabras.

- Reyes, no lo sé, pero… ¿insinúas que estos homicidios podrían estar ligados a algún tipo de culto sobrenatural y rituales que invocan fuerzas demoníacas? - Preguntó con voz trémula, resistiéndose a creer en semejante posibilidad.

El detective asintió con gesto adusto. - Es una hipótesis que no puedo descartar. Sé que suena a locura, pero después de todo lo que he visto, ya nada me sorprende. Esas marcas de nacimiento son la clave, ¡estoy convencido! De alguna manera enferma, esos símbolos señalan a las víctimas como elegidas, por alguna razón funesta que aún no logro descifrar... -

Ana negó lentamente con la cabeza, abrumada por la magnitud de lo que Reyes sugería.

- Pero... ¿cómo es posible?, ¿cómo podría un culto estar tras estas víctimas desde su nacimiento?, es demasiado espeluznante para ser real - Musitó con incredulidad, un escalofrío recorriéndole la espina dorsal.

- Lo sé - Concedió Reyes con pesar. - Suena como una pesadilla. Pero los hechos no mienten Ana. Esas marcas son reales, y de algún modo han guiado a estos asesinos hacia sus víctimas. Quizás sea un ritual que se ha perpetuado durante generaciones, con un propósito tan antiguo como terrorífico. -

La forense se estremeció ante esa idea, sintiendo un frío glacial recorriéndole las vértebras. La mera noción de que existieran fuerzas tan tenebrosas e inescrutables acechando en las sombras era aterradora.

- ¿Y qué haremos entonces?, ¿cómo podemos enfrentarnos a algo así?, ¡se supone que luchamos contra criminales, no contra fuerzas sobrenaturales! - Cuestionó con creciente duda.

Reyes clavó su mirada en ella, su resolución inquebrantable a pesar del miedo que lo acosaba.

- Como siempre, Ana… haremos lo que sea necesario para detener esta locura, sin importar lo retorcido o ilógico que sea, ya sea un culto demoníaco o simplemente un grupo de fanáticos perturbados, los detendremos. No puedo permitir que sigan arrebatando vidas inocentes en nombre de sus oscuros propósitos. -

Ana asintió lentamente, infundiéndose de la determinación de su compañero. Aunque el camino que tenían por delante estaba plagado de oscuridad, sabía que Reyes no se rendiría. Lucharía hasta el final por desentrañar los secretos que se ocultaban tras esos estigmas malditos.

Reyes volvió a fijar su atención en las fotografías, escrutando los intrincados diseños con renovado ahínco. Había algo más que se le estaba escapando, un detalle crucial que aún no lograba vislumbrar. Pero estaba decidido a desenterrarlo, sin importar el costo, porque la única forma de detener esta oleada de violencia era comprender los motivos que la impulsaban.

Con manos temblorosas, tomó un trago de su whisky, dejando que el líquido ardiente le abrasara la garganta. Esta noche sería larga, lo presentía…. pero no descansaría hasta encontrar las respuestas que tanto necesitaba.

La ciudad dependía de ello, y él no estaba dispuesto a fallar.

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