Edgar Az

Edgar Az

Aburrimiento (The Kidney King)

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Esa noche regresaba por un callejón oscuro y con poca iluminación a una hora poco tardía. Mi mente racionaba poco y mis ganas de novedad eran altas, el deseo por vivir algo diferente a lo que había vivido siempre se desbordaba de mi cuerpo. La adrenalina se esparció por mi piel haciéndome sentir que aquel aire de invierno era un aire que llamaba a la aventura. 

 

Tomé esa pastilla entre mis manos la vi unos segundos, su color era verde intenso, me la tomé empinando mi botella de vino y después de unos segundos, agregué algunos otros ingredientes para que el efecto fuera un poco más rápido.  

 

Caminé por la calle, deambulé viendo a las estrellas, el sonido del silencio era total. A lo lejos, oí algunos autos que pasaban por la calle, tome mis auriculares y me senté en el bordillo de la calle me los intentaba colocar cuando escuche como un auto se aparcó calle arriba y dejo a alguien, sus pisadas sonaban como los de una mujer, sonaban como zapatillas, vi hacia la pasarela y vi como una mujer bajaba por ella.  

 

Y mientras empinaba la botella en mi boca, la reconocí la había visto muchas veces por este mismo lugar, espere que pasara la calle y se pusiera en la esquina debajo de la pasarela, ahí hay una pared alta, me acerque de apoco y cuando estuve cerca de ella. 

 

Le salude debido a que esa noche me sentía como un súper hombre y les juro que solo quería tocarle una teta. Eso era todo, no deseaba penetrarla. De hecho, solo quería un toque sutil y sincero.  

 

Mi cuerpo estaba empalagado de tantas drogas y del vino barato que tenía en la otra mano, así que lo que menos quería era comprar sexo esa noche, pues no quería quedarme a medio camino.  

 

Solicité de una manera gentil y amable aquella caricia que era tan importante para mí, pues necesitaba saber que podía ser merecedor de cariño, tan solo pedí una caricia sincera y que me diera un beso en la mejilla, mientras yo le daba una caricia.  

 

No ofrecí remuneración alguna porque solo quería una demostración de cariño.  

 

Solo necesitaba saber que era merecedor de cariño, pues sentía que eso me ayudaría a poder regresar a la realidad, que eso me ayudaría a superar ese estúpido miércoles de mierda y quería que alguien me liberara de ese suplicio sin importar si esta era una prostituta.  

 

  • No soy una prostituta a la cual puedas comprar.  

 

  • Eso ya lo sé por eso pedí una caricia y un beso nada más. 

 

  • ¡Vete de aquí! estás fuera de lugar. Me dijo mientras hizo un recorrido de pies a cabeza con la mirada. 

 

  • Está bien, está bien, tú te lo pierdes. 

 

Dije mientras me di la vuelta y seguí hacia adelante.  

 

  • Seguramente ni la prostituta más barata te querría encima. Me dijo mientras me lanzó una lata de cerveza a la espalda.    

 

La cerveza me empapó la espalda y esas gotas heladas bajaron por mi abrigo hasta caer por mi pantalón. El tic tuc tic tuc tic tuc tic tuc, se acumuló en mi mente y demasiadas sensaciones se apoderaron de mí, no sabría explicar qué sentía.  

 

Solo sabía que esas sensaciones se acumulaban en mi cuerpo y en algún punto seria como un vaso llenándose, hasta que terminaría desbordándome y el olor desagradable de esa cerveza barata me hizo voltear hacia ella, tirar mi botella de vino al suelo. 

 

La vi a los ojos y nuestras miradas se cruzaron quedándose fijas, retándose una a la otra. En sus ojos podía ver todo el odio que se había acumulado en ella. Aquellos ojos verdes eran, profundos, intensos, penetrantes, retadores era como si en ellos se acumulara una maldad que nunca había visto antes.  

 

No tuve miedo de ella. Esa mirada llena de odio solo me incitó, me incitó a ver hasta dónde estaría su límite, que haría con esos ojos llenos de rabia. Quería ver hasta donde sostenía ese odio, ese orgullo que me mostraba.  

 

Dentro de todas esas sensaciones que experimentaba hubo una muy clara y esa fue demostrarle quien podía perder más.  

 

Le tomé las manos con firmeza, sostuve sus muñecas juntas y las golpeé contra la pared que estaba detrás de ella. Deslicé mi rodilla en medio de sus piernas asegurándome que no pudiera escapar y que su cuerpo quedara a mi disposición. 

 

  • Pero que haces no soy una prostituta, podrían matarte si grito.  

 

Acerqué mi rostro al suyo y le susurré: 

 

  • Inténtalo. 

 

Se quedó callada, pero forcejeó mas 

 

  •  Lo pediré una segunda vez de la manera más gentil posible, déjame tomar una caricia y un beso es todo lo que pido.  

 

  • ¡Que te jodan! 

 

Acto seguido, me escupió a la cara, volteó su rostro hacia un lado y esquivó mi mirada. Eso hizo que me hirviera la sangre y que mi cuerpo se llenara de furia así que con la otra mano le estruje los senos con fuerza y soltó un sollozo cosa que no me detuvo, al contrario, me hizo pensar que ella había cedido y no forcejearía más. 

 

No era una mujer cualquiera, yo sabía que ella no era una mujer que trabajaba regularmente en los oficios del sexo servicio. No, ella era una dama de compañía por eso mi obsesión con obtener una de sus caricias. 

 

Sin embargo, no por ello dejaba de ser una prostituta, para llamarlo de manera profesional. Esa noche yo quería a alguien que no pudiera comprar y que aun así cediera frente a mí, Pero que no por obligación, sino que por propia voluntad. 

 

No pedí algo que no hubiera proporcionado, por eso la elegí, porque creí que ella no se negaría a alguien, pues para ella yo era otro en la lista, uno en un millón de veces más. Pero para mí significaría saber que podía confiar en alguien más que no todo estaba perdido.  

 

Y no sé por qué específicamente yo no podía tener una caricia, tan solo un poco de amor que naciera sinceramente y sin miedo, ni que estuviera obligada a hacerlo. Pero ella no quería darme lo que pedía, al contrario, forcejeó, gritó, gritó, gritó y gritó hasta que finalmente. Dejó de forcejear y me vio a los ojos con ira y repudio, a lo cual respondí con ira y furia también. 

 

No quería obligarla, no quería algo que no naciera de ella, así que hice a un lado el odio y solté de a poco sus manos y me alejé, pero ella se lanzó a mi cara y me mordió con una intensidad caníbal rompiéndome el labio y la sangre nos inundó la boca.  

 

La tomé de los hombros, y le golpeé en la boca del estómago, eso hizo que el aire se le saliera y me soltara el labio, le di una patada en el pecho y su cuerpo revotó contra la pared, y sus rodillas cedieron. Sus cabellos cubrieron su rostro y mientras tocia y en un grito ahogado. 

 

  • Esas son las únicas caricias que obtendrás de mi hijo de la gran puta. 

 

 

La tomé del cuello y la levanté del piso, quedando de espaldas contra la pared y yo frente a ella, nuestras miradas se chocaron una vez más, pero ahora esa ira y dolor se convirtieron en miedo e incertidumbre. Me repudiaba, me odiaba, le daba asco. Pero, aun en medio de todo ese miedo, podía sentir ganas de matarme, intensas y sofocantes.  

 

Eso acompañado del dolor en mis labios, la sangre cayendo al suelo y la ira que recorría mi cuerpo, me hicieron cerrar el puño para poder golpearla otra vez, pero esta vez tenía que ser humillante.   

 

Tan humillante como ella me había hecho sentir. Cerré con fuerza la mano le tomé las muñecas y golpeé su espalda contra la pared, di un paso hacia atrás para tomar impulso. 

 

Pero fue un grave error, pues mientras aparté mi cuerpo, ella también tomó impulso. Y poniendo una pierna contra la pared, empujó mi cuerpo hacia atrás y mientras sostenía sus manos y esquivaba sus mordidas, hizo un movimiento rápido de rodilla que me golpeo en la entrepierna. 

 

El impacto fue certero, dándome de lleno en los testículos, haciéndome caer al suelo. Y no se si fue por la ira, la indiferencia o lo deshonroso que fue pensar que hasta una puta te ha negado amor.  

 

Al verla correr, mi cuerpo se inundó de unas ganas de matar, la ira era total y aun con el dolor punzante en mis entrañas me arrastré tratando de ponerme en pie, tomando como impulso la pared. Yo no merecía que una puta me tratara así. 

 

Detrás mío ella corría y mientras gritaba pidiendo auxilio, mi éxtasis crecía y mis delirios se hacían aún más grandes. Aquella calle era oscura y desolada con adoquines grandes que le hacían pisar de manera irregular.  

 

Me erguí sosteniéndome por la pared, a pesar del dolor sofocante en mi entrepierna. Solo quería escuchar que callera, cosa que solo era cuestión de tiempo pues sus pisadas a cada paso sonaban más irregulares. 

 

Esperaba que en algún momento sus zapatillas negras la traicionaran y cayera por algún agujero sin percatarse. Al girar oí como su cuerpo se arrastraba por el suelo. La seguí cojeando. Ya no esperaba nada de ella, ya no quería recibir nada de ella, tan solo buscaba venganza, por ser humillado, por ser repudiado de esa manera tan cruel. 

 

La vi con los codos y las piernas raspadas. Aquel vestido en tono rosa que se le había subido hasta la espalda mostraba su piel con quemaduras hechas por la arena, estaba expuesta ante mí. Me sentí supremo. No pudo darme una caricia, pero había hecho de mi noche una de las más emocionantes de mi vida. 

 

 Ella rápidamente trató de erguirse, pero su cuerpo no la dejó.  

 

Me sentí feliz y deleitado al verla caer una vez más y ver que sus fuerzas no eran suficientes y que tan solo se arrastraba llena de sangre. La sangre recorrió su pierna, se sostuvo sobre las gradas de una vieja casa y se puso en pie y mientras se alejó cojeando. 

 

Cuando me vio caminar detrás ella a paso ligero y sin premura, se sacó los tacones y me los lanzó a la cara, los esquive, y los recogí, coloqué las manos detrás de la espalda y la seguí durante unos cuantos metros a paso lento como un león cuando ve a una gacela herida y sabe que podrá comérsela mientras ella seguía gritando. 

 

Sus piernas le fallaron y su cara se impactó contra el suelo, dejándola aturdida, mientras se arrastraba.  Avancé paso a paso y no saben cómo disfruté ese instante, hasta aun puedo sentir en mi piel esa sensación de ser un todo poderoso.  

 

Ver sus ojos llenos de miedo y que no quedara un ápice de valentía que aquellas ganas de matar se convirtieran en miedo en terror, pánico y ansiedad, su cuerpo temblaba. 

 

Ella ya no podría escapar, aquel lugar estaba abandonado, la escuela hace mucho que había sido abandonada, es más era tan solo un recinto de vagabundos o eso creí. 

 

Los demás lugares eran tan solo edificios abandonados, lotes sin uso, desguazaderos de autos, era uno de esos lugares de los cuales Dios se ha olvidado, ese era el lugar perfecto para enseñarle a esa cosa que tenía que respetarme. 

  

Nadie podría quitarme ese deseo que tenía encima, nadie la defendería, saciaría mi sed y luego la dejaría. Mis ojos se llenaron de lujuria y las manos me sudaban de deseo, mi cuerpo era recorrido por un fuego que pedía ser consumido.  

 

Pero vaya que mi suerte es maldita, pues el golpe fue seco y agudo, ese zumbido en mi oído me hizo caer al piso, mi cuerpo quedó desorientado en el suelo tratando de ver a su alrededor mientras todo se movía de lugar, mis ojos estaban desorbitados y en mi cráneo aquel sonido agudo me obligaba a quedarme de rodillas arrastrándome, luego sentí como otro golpe me lanzaba de espaldas mientras todo daba vueltas.  

 

Aturdido traté de ver a los lados, pero no podía enfocar mis ojos y el sonido incesante de aquel zumbido me molestaba, gateé y a tientas llegué hasta el portón de aquella escuela, me arrastré jadeando por las paredes, me incorporé por unos segundos cuando un tercer impacto me dio en las piernas haciéndome caer una vez más al suelo. 

 

Alguien recogió a la mujer y le puso los zapatos y ese alguien que aún no divisaba sostenía en sus manos una macana o algo parecido a ello pues solo oía como cortaba el aire cada que atestaba un golpe.  

 

Al darse la vuelta me propinó una ronda de macanazos en las piernas que me hicieron encogerme, el dolor era intenso, punzante, desgarrador, casi satisfactorio, casi porque cada golpe me hacía despertar de ese viaje tan loco que había tenido y me hacía sentir vivo, como si comiera o tuviera sexo. 

 

Daba igual si esos golpes me hacían sentir dolor o alegría, alguien no me ignoraba.  Pero temí que mis piernas se rompieran, busqué a los lados, pero no encontré nada más que una pequeña piedra debajo del portón de la escuela. 

 

La tomé y se la lancé a la cara, pero la esquivó. Los dos escuchamos el alarido, el volteó rápidamente. El pie de la mujer estaba lleno de sangre la piedra le había caído sobre un dedo. 

 

Me propinó dos macanazos más sobre las rodillas y los brazos y fue corriendo en su ayuda, me arrastré hasta incorporarme y corrí con los pies desechos, desafortunadamente para mí no aguantaron más que unos cuantos metros hasta que empecé a cojear y de esa forma seguí tratando de escapar repitiendo que 

  

  • no lo volvería a hacer.  

 

  • Que había aprendido mi lección, que tuve suficiente. 

 

A ese punto regresar a casa era mi única prioridad, olvidar todas esas estupideces que había cometido ese día, era todo lo que deseaba. 

 

Ya tenía lo que quería, alguien ya me había visto y se había interesado en mí, mala o buena la situación era lo que menos importaba, eso es relativo. Pero, este hombre no cedió tan fácilmente.  

 

Me siguió, quizá creyó que sería una presa fácil, por el estado en el que me encontraba, cuando me hubo alcanzado y me acertó el primer puñetazo en la mandíbula, levantó la mano donde sostenía la macana. 

 

Yo caí al suelo por el miedo que sentía y no pude hacer nada más que arrastrarme cosa que aprovechó y al igual que yo había caminado lento y sin premura, él también se acercó lento y sin miedo.  

 

Me pateó las costillas haciéndome toser y de nuevo estaba sobre mi espalda viendo como las estrellas titiritaban a lo lejos, con las manos detrás de mi cuerpo esperé lentamente el siguiente golpe. 

 

Caminó a paso lento una vez más, es más incluso arrastraba los pies como si se burlara de mí.  De manera despiadada levantó la macana contra alguien indefenso que estaba en el piso, así que no lo dudé y saqué el arma de mi cintura y le apunté a la cabeza, les juro que no quería hacerlo, les juro que no quería hacerlo. 

 

Pero quizás era el efecto de las drogas  o la impulsividad que no podía controlar esa noche. O quizá fue culpa suya, sí, fue el, él me indujo hasta donde he llegado el me hundió en este abismo.  

 

Todo esto es culpa suya y de nadie más, yo solo soy una víctima, él fue el quien me orilló a esto, durante el trayecto repetí que lo siento, lo siento, hasta que me alcanzó, pero no me escuchó y quiso golpearme aun indefenso en el suelo. Es más, se lo dije estando en el suelo. Se lo repetí varias veces.   

 

  • No volveré a hacerlo  

 

¿Pero me escuchó?  

¡NO!   

 

Mientras corría detrás de mí. Y cuando me acertó el puñetazo recuerdo contextualmente haber dicho. 

 

  • ya tengo lo que quiero, ya no necesito más. 

 

Sin embargo, aunque supliqué y pedí que me dejara ir, no quiso hacerlo al contrario me golpeó y pateó hasta que escupí sangre, y aunque sabía que no me dejaría ir. Le advertí que era peligroso que no me dejara ir que no sabía de lo que era capaz de hacerle, pero no me escuchó, se lo dije, lo advertí quizá creyó que mentía no sé… 

 

Para mí solo fue un acto de sobrevivencia quizá, o un acto instintivo y de supervivencia si eso fue, un acto de defensa, eso y nada más, un acto de defensa propia, eso fue lo que me impulso a realizar, ese acto tan barbárico que se remite a la misma creación del ser humano  

 

 

O tal vez…  

  

No,  

           olviden eso, 

                            

                            no hay justificación para lo que me hizo después de haberme disculpado.    

 

 

Fue él, sí fue él y nadie más, él fue el quien tuvo la culpa, pues fue el quien se puso frente al arma y me acusó de no tener las suficientes pelotas para dispararle, que alguien tan miserable e infeliz, ni siquiera tendría el valor suficiente para acabar lo que había empezado. 

 

  • No mereces vivir me dijo escupiéndome a la cara.  

 

Yo me alejaba arrastrándome por el suelo mientras mi otra mano de manera desesperada sostenía la pistola.  

 

  • Personas como tu ni siquiera deberían merecer la gloria de la muerte. Deberían sufrir eternamente.  

 

  • Así que dispara si te atreves porque si no lo haces tú yo si lo haré, dijo. 

 

  

Les juro que yo no quería hacerlo, yo solo soy una víctima de la situación, es más miren mis manos aun me tiemblan al recordar ese suceso aun su voz me hace sentir miedo, pues he sido víctima de ella por los últimos cinco años.  

 

Fue culpa de el por ayudar a esa mujer y fue culpa de ella por negarme un beso y una caricia, tan solo pedía eso y nada más, solo pedí una caricia pequeña y sincera, pero él y ella se empeñaron en no darme lo que buscaba. 

 

Así que sostuve fuerte, y cuando la macana impactó de nuevo mi rodilla cerré los ojos y el eco recorrió toda la calle, sonó estridente, y su grito se expandió en el eco junto al sonido de la bala.  

 

Su sangre se diluyó sobre su cuerpo, los pedazos de hueso cayeron sobre los adoquines y sus ojos se tornaron blancos, disparé, sí, le disparé, pero no a la cabeza sino a la pierna y supliqué que se alejara que me dejara y que solo se marchara.  

  

Yo deseaba matarle, pero aun y con toda esa ira quería escapar era lo único que deseaba. 

Sin embargo, mientas se retorcía de dolor, saco su teléfono y llamo a la policía, después de haberme insultado y haberme provocado para que yo le disparase.  

 

Y aun después de haberle disparado se lo dije, le dije que bajara el teléfono o le dispararía directamente al teléfono, se lo advertí una segunda vez, pero este no me escucho, ¡NO ME ESCUCHÓ! yo solo quería regresar a casa y nada más. 

 

Quería tener una velada como todas las anteriores, poner mi música de salsa olvidarme que el mundo existía.  

  

Bailar al filo de la noche y ver como amanecía para repetir de nuevo mi maldito día como el maldito bucle que había vivido por los últimos nueve años.  

  

Y sentir que era importante que por lo menos una vez mi vida había tenido emoción y tenía un sentido, que alguien se había interesado en mí y que no era tan solo un estúpido más muriendo lento.   

 

Pero el me incitó, no me escuchó, repito ¡NO ME ESCUCHÓ! hozó decir la dirección a la operadora. Así que no tuve más remedio que dispararle a la oreja, pero yo solo quería, dispararle a la oreja nada más, sin embargo, cuando la sangre inundó los adoquines y su cuerpo empezó a temblar y ponerse rígido supe que le había matado, le había atravesado el cráneo. 

 

Así que corrí, corrí de ese lugar como si no hubiera mañana, y me encerré por varios días hasta que supe que no había sospechas de esa muerte o que nadie me estaba siguiendo. 

 

Pues, aunque odiará cierta parte de mi vida también quería seguir con mi vida trivial y sin miedo. Sé que para ustedes esto seguro será un horror total, pero, para mí esto solo fue un acto en defensa propia. Solo hice lo que cualquier persona en mi lugar haría, no quería llegar hasta este lugar, ni vivir lo que ahora estoy viviendo.  

 

Pero no paró ahí, día tras día el mismo sonido de la bala perforando su cráneo me siguió, sus ojos tornándose vacíos, su cuerpo rígido, su pecho dejando de moverse sus manos al caer al suelo, todo, todo me seguía noche tras noche.  

 

Cada noche al pasar por la misma calle, en el mismo trayecto su voz me perseguía y yo solo le repetía que fue por defenderme, que él fue el verdadero culpable de que yo cometiera aquel acto barbárico, yo solo me defendía, se lo decía cada noche, al salir del prostíbulo y pasar por la calle donde el murió.  

 

Pero al igual que aquella noche nunca me escucho y fue creciendo como un cáncer y al principio fue solo durante mi transitar por aquella calle que me quedaba de camino a casa. Entonces opte por cambiar de rumbo por visitar otros bares. 

  

Pero el mal se fue agudizando, siguiéndome de bar en bar de puta en puta a donde quiera que fuere y donde fuera que cogiere, ya sea con un travesti, en un bar gay, él estaba ahí podía sentir su aliento respirando en mi nuca, cada que me cogía a una puta, sentía su voz, gritándome en el oído. 

 

Durante las horas de trabajo, durante las horas de juerga, las pesadillas al dormir, y sus achaques de culpabilidad, las marcas sobre mis piernas por las noches, el dolor intenso durante las mañanas eran lo que no me dejaban vivir en paz. 

  

Pero  

 

¿Por qué?  

 

 

¿Por qué?  

 

 

 

¿Por qué yo?  

 

 

 

¿qué era lo que buscaba?  

 

 

¿que deseaba obtener de mí?  

 

¿cuál era su propósito para molestarme cada día de mi vida? 

 

 

Si tan solo se hubiese dado la vuelta y me hubiese dejado ir, nada de esto hubiese sucedido, si me hubiera escuchado cuando le dije, que solo le quería agarrar una teta a aquella mujer y que no le haría nada malo, si tan solo no me hubiera provocado, como un estúpido loco, sin tan solo no me hubiese incitado a dispararle. 

 

Yo no cometería tales actos de barbaridad, no los haría, ni los trataría de hacer nunca, pero él fue quien me provoco, él fue quien decidió que esto pasara, entonces  

 

 

¿por qué ahora quiere atormentarme cada noche de mi vida?  

 

 

¿por qué ahora no puede abandonar mi cabeza he irse?  

 

Solo quiero que salga, solo quiero que me deje estar en paz, vivir en paz, y seguramente ustedes no me creerán, pero no le basto con empujarme a realizar el primer acto, sino que cada noche en mi sueño me pedía sangre, pedía venganza por haber muerto quería que alguien muriera y si no era yo, tenía que ser alguien más. 

  

Así que me contuve y dejé de salir, me queden en casa evitando todo contacto con las personas, pero las voces no callaban su voz aguda y chillante se repetía como un bucle infinito.  

 

  • No tienes el valor de hacerlo. Ni siquiera mereces vivir.  

 

 

Y por más que trataba de dormir, mis ojos no podían mantenerse cerrados y veía como por las noches subía por el pie de la cama y con sus sesos chorreantes de sangre me agarraba los pies y me pedía desesperadamente sangre. Oía como los gritos del infierno invadían mi cuerpo y como las sombras a mi alrededor crecían y no podía callarlas siempre me pedían más.   

  

Traté, lo juro, traté de tomar mi vida, pero fui demasiado cobarde para poder tomarla y cada noche venía a burlarse diciendo las mismas cosas   

 

  • No tienes las pelotas para hacerlo, porque sabes que ni morir mereces.  

 

 

Y aunque preparara el coctel más fuerte de drogas, no disminuían las voces en mi cabeza, al contrario, las hacían más fuerte y mi cobardía crecía más. 

 

Así que después de casi un año en esa agonía cometí el segundo acto atroz aun y en contra de mi voluntad, volvía cometer el acto tan atroz del cual había escapado por un año.   

 

Un hombre llego hasta mi puerta y menciono una fuerte cantidad de dinero para que pudiera deshacerme de un tal Nicho, porque había escuchado que yo podía hacerle el trabajo debido a que una mujer con la cual había copulado unos meses atrás le había dicho que yo era la persona que buscaba.  

 

Y que si lo hacía me podría ir de ahí sin un rasguño porque me perdonaría la ofensa que le había hecho a ella y me iría de allí sin ningún rasguño, pero con la condición de que me cambiara de ciudad lo que creí conveniente. 

 

Mataría a todas las voces en mi cabeza y me alejaría de aquella maldita ciudad que me ahogaba, todos ganamos me dije. Seguí por muchos días a ese tal nicho y descubrí que al igual que yo frecuentaba muchos de los bares de la zona 2. 

 

Así que no lo pensé tanto y una noche cualquiera lo llevé en auto a hasta una de las calles de aquel lugar donde sucedió la primera muerte. 

  

Después de cogernos a un par de putas en un antro cualquiera, le lleve por el callejón, escondí mi machete en la manga de mi chumpa y mientras vomitaba hice que se arrodillara, mientras le sostenía la cabeza, para que no callera en su vomito.  

 

Deslicé el machete por mi mano tratando de hacer el menor ruido posible, lo deslicé hasta tener empuñado el mango y mientras lo sostenía por la espalda vi como la hoja de mi machete brillo a la luz de la luna, su hoja era afilada a la perfección. 

 

Ya que había pasado toda la noche afilando esa hoja y planeando como seria esta vez para que nadie me viera o escuchará. Y mientras vomitaba calcule el ángulo justo para poder darle en medio de la rodilla para que fuera un corte limpio y no me tomara más de dos golpes para poder cortarle la pierna, cuando su pierna fue cortada en dos. 

 

Pero la suerte me sonreía esta vez, pues al primer machetazo le partí la rodilla en dos de un solo golpe, sus ojos se llenaron de terror y sus pupilas no podían creer lo que veían, cuando tomé su mano la agarre fuertemente y partí en dos su muñeca y sonreí, con su mano en mi mano. 

 

  • Ahora ya nadie te pedirá una mano le dije mientras mi sonrisa se hizo de oreja a oreja. 

 

  • Un dedito chiquitito subió por la escalera y cuando al fin llego el dedo se durmió, le canté cuando le volé el meñique de la mano.  

 

  • No por favor ten piedad de mí, quien sea que te haya pagado yo te pagare el doble dijo.  

 

Y me recordé de mí mismo arrastrándome frente a aquel hombre flacucho y barbudo. Me vi a mi arrastrándome frete a él pidiéndole piedad y que solo me golpeara una y otra vez y su voz llego de nuevo. 

 

  •  Vez eso sentí yo me dijo, mientras reanudé la canción.  

 

  • Mis dedos tienen sueño ya es hora de dormir primero va el menique, es hora de descansar chiquitín. 

 

Dije mientras lo metí en la bolsa.  

 

  • El anular le sigue, dije sacándole el segundo dedo, el del medio se escapó. 

 

Dije metiéndole el machete en la pierna para escuchar como sus gritos hacían más hermosa la canción.  

 

Y sabiendo lo que venía escondió su mano debajo de su cuerpo, la sangre mancho su camisa blanca, saque su como de debajo de su cuerpo y la extendí, mientras puse un pie sobre él y reanude la canción.  

 

  • índice es tu turno ya es tarde por favor. 

 

  • Los deditos están todos acurrucados, pero falta uno por llegar háganme un lugar hermanos, yo soy el gran pulgar. 

 

Dije haciendo una voz gruesa y su segunda muñeca fue partida en dos,   

  

Ya no era como la primera vez, pues aunque esta vez sus gritos recorrían las calles y su cuerpo estaba indefenso frente a mí no sentía miedo, ni lastima, al contrario sabía que esta vez me libraría de toda aquella pesada carga que llevaba sobre mis hombros y me sentía feliz, mientras se arrastraba por el suelo, le acerté otro golpe más que le quito la otra pierna, sus gritos eran estridentes, y sus ojos llenos de terror me causaban un placer inexplicable, yo sonreía por fin las voces cesaban de apoco.  

 

Y mientras yacía en el suelo sin sus manos y sin sus rodillas extendió su cuerpo girándose con los codos y me vio a los ojos, ah esos ojos aun me electrizan el cuerpo.  

 

Y dejando el suelo teñido de rojo y un rio de sangre lo arrastre hasta uno de los deshuesaderos clandestinos por donde nadie se metería pues le pertenecía al hombre que me contrato.  

 

Las voces por fin cesaron y mi cuerpo experimentaba una sensación de paz.  

 

Sentía que por fin podía dejar este tormento, que por fin podía vivir en paz, la voz de aquel hombre flacucho, con un hoyo en la cabeza cesaba y me dejaba de molestar. 

 

Esa sensación eléctrica en mi cuerpo me dejaba de molestar, le volé el codo, las rodillas, descuarticé cada parte de el con delicadeza, sin prisa luego le metí el machete a la mitad del abdomen. 

  

Y esa sensación eléctrica se acrecentó cando su sangre recorrió mi cuerpo, la humedad de la sangre cubrió mis manos, el éxtasis y la felicidad me invadieron, el alivio lleno mi cuerpo cuando sentí el calor de su sangre sobre mi piel. 

 

Lamí la sangre, aquella energía llenó mi cuerpo de paz haciéndome experimentar una sensación de felicidad, de locura quizá. Había olvidado como se sentía el aire sobre mi piel, pero con ese primer contacto con la sangre. 

 

Sentí como si mi cuerpo floreciera mis sentidos se agudizaron, y el cantar de las garzas, el estridente mar, los perros corriendo, ahora por fin mi mente descansaba y podía volver a contemplar.  

 

 

Había encontrado paz y podía disfrutar hasta el mínimo sonido.  

 

 

Mis sentidos estaban conectados, podía hasta escuchar el zumbido de un zancudo quizá. 

 

Me dejó frío y con el cuerpo temblando, como si tuviera múltiples orgasmos. La adrenalina recorriendo mis venas era mejor incluso que cualquier droga probada antes, el placer recorría mis venas, ninguna droga me habría hecho sentir eso, les juro que aún no lo he olvidado esa primera sensación fue lo que me llevo a hacer lo que ustedes juzgan ahora. 

 

Pues todas las voces callaron de golpe y mi cuerpo se relajó de tal forma que no necesite nada más, experimente una felicidad como jamás la había sentido y cuando metí las manos dios mi alma se deleitaba y abrí su abdomen con mi machete y lamí la sangre de mis manos, la lamí hasta que sentí que había más así que metí mis manos hasta el fondo hasta que di con algo por lo que todos ustedes me conocen. 

Si así es sus riñones, pero para ese día no estuve tan seguro si la sangre de ese lugar era la que me hacía experimentar esa sensación. Así que para comprobarlo cuando cambie de ciudad estudie todos los bares y lugares olvidados, hasta que encontré uno donde podía operar sin miedo.  

 

Y la cacería empezó, así que esto siguió día tras día, tras día, semana, tras semana, mientras experimentaba y veía que era lo que me provocaba tanto placer, y porque solo al matar podía obtener esa sensación de paz y alegría.  

 

Aunque no todo el tiempo fue así pues la cura para aquellas voces que me atormentaban no era solo la muerte sino también la tortura, lo que las hacia callarse, así que todas las noches salí en busca de nuevas víctimas y todos los que conocieron mi trabajo me apodaron Doble K.  

  

O  The kidney king  

 

A todas mis victimas les arranque el riñón, pero no fue porque quisiera, yo solo quería saciar el hambre de aquel hombre delgado con mucha barba en la cara y con ojos rasgados, yo solo soy víctima de él, desde que no me dejo irme a casa sin problemas. 

 

Y cada que obtenía una nueva víctima, pedía que me comiera su riñón que me bebiera aquel líquido vital que en el habitaba.  

 

Así que si quieren un culpable deberían de tener a él sentado aquí y no a mí, él es el culpable de que ustedes hoy no puedan creerme que todos mis actos solo se debían a una necesidad química de beber el líquido que todos ustedes tienen en sus riñones, pero que aún no lo saben, aquel líquido que solo se puede obtener durante la tortura de la mente y el cuerpo, aquel líquido que viene del cielo. 

 

Es más, reto a cualquiera de ustedes que cuando mi ejecución termine y vean mi cuerpo calcinado en esta silla, beban el líquido que hay en mis riñones y pruebe aquel elixir hecho por los mismísimos ángeles y solo aquel que no quiera probarlo una vez más es digno de juzgarme. 

 

Los reto…. 

 

Estas serán tus últimas palabras maldito bastardo, bajen la palanca. 

 

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