El Puertorriqueño
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Las noticias de la muerte del Francés y los ataques de los licántropos, encendieron las alarmas en Isobel y Jean Busso, sabían que debían alejarse a toda costa del Barrio Italia, por lo demás sus pistas iban en otra dirección, fuera de los límites de la comuna.
_ Isobel, debemos encontrar al puertorriqueño. Le dijo Jean Busso.
_ ¿Pero quién es y por qué estás tan preocupado? Contestó Isobel.
_ El Puertorriqueño es un brujo mercenario muy peligroso, practicante de magia negra y vudú. Respondió Jean
El Puertorriqueño como era conocido, se llamaba Elifet Saias de padres haitianos nació en Puerto Rico donde aprendió las creencias de sus antepasados, iniciándose en el vudú. Cuando se convirtió en adulto volvió a Haití para continuar con su iniciación y convertirse en oungan, sacerdote vudú. Pronto se transformaría en bòkò creando wangas, objetos infundidos con cualidades sobrenaturales para atraer desgracias y enfermedad, con el tiempo utilizaría la magia negra para transformar los wangas en objetos oscuros.
Fuera de los límites de la comuna se encontraban los perdidos, los abandonados, exiliados de sus facciones vivían sin reglas. Jean pensó que sería bueno tener un poco de ayuda. Briccio era un brujo que había renunciado a su facción, se conocían de los tiempos cuando Jean era un brujo en ascenso.
El lugar donde vivía el Puertorriqueño era bastante lúgubre, la habitación tenía apenas ventanas, la poca luz era de las velas que habían por todo el lugar, blancas, rojas, negras llenas de símbolos y amuletos. Una estantería al fondo se encontraba llena de vasijas de greda con tapas de cuero, también habían patas de gallinas y otra serie de artilugios.
El olor que salía de la siguiente habitación era penetrante, al entrar vieron sobre la mesa un cuerpo.
_ Parece que alguien se nos adelanto_ Dijo Briccio, apuntando hacia el cadáver.
_ No es el puertorriqueño_ Dijo Jean.
_ ¿Cómo lo sabes?_ Pregunto Briccio.
_ Porque su olor no es humano. Es un licántropo y no lleva muerto mucho tiempo, tal vez sólo un par de horas_ Respondió Jean.
El cuerpo se encontraba con las extremidades quebradas, un cuerpo humano deformado. Tenía una herida en el cuello que cortaba toda su garganta.
_ Parece que lo torturaron_ Dijo Isobel.
_ Creo que es más complicado que eso. Pareciera que estaba retomando su forma humana._ Dijo Jean.
_ Pero que diablos, ¿Pero cómo un hombre lobo se puede transformar a plena luz del día?_ Exclamo Briccio.
Jean comenzó a recorrer la habitación. Sabía la respuesta, él mismo había desarrollado un hechizo para controlar la transformación. A un costado se encontraba una mesa con varios objetos, uno en particular llamo su atención, una piedra de luna. Al lado de la piedra, había un grimorio abierto con un hechizo similar al que había entregado a Michael, el hechizo contenía las instrucciones para hacer un anillo de luna; pero tenía un giro, el aro que estaba compuesto de plata tenía una escritura en creole que Jean no entendía, pero que la había visto antes, en la tienda del Francés en el brazalete que llevaba Michael.
_ Yo le entregue este hechizo a Michael._ Dijo Jean con desconcierto.
_ ¿Cómo habrá llegado a las manos del Puertorriqueño?_ Pregunto al aire Briccio.
_ ¿Será posible? Nunca encontraron el cuerpo de Michael_ Dijo Jean mirando a Isobel cuyos ojos brillaron de emoción.
_ ¿Estas seguro que es el mismo hechizo?_ Pregunto Isobel. La idea que Michael aun podría estar vivo la llenaron de esperanza.
_ Si, bueno la base del mismo. El Puertorriqueño hizo unas modificaciones transformando el anillo en un objeto oscuro, su portador no se lo puede retirar. Pero hay algo más que no alcanzo a descifrar.
Comenzaba a atardecer, y no era lugar para dos vampiros y un brujo.
_ Vamos debemos irnos_ Dijo Briccio.
Jean tomo el grimorio, la piedra de luna y salieron del lugar. No alcanzaba a entender de que se trataba todo. ¿Realmente Michael podría estar vivo? y si era así ¿Dónde estaba?¿Por qué no había buscado a Isobel?
(Continuará)